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Opinión

Redacción Capital

El nuevo PSOE

El PSOE comenzó a ser “nuevo” el día en que Rodríguez Zapatero le ganó el congreso a José Bono por 9 votos de diferencia. Es bien sabido que Zapatero le debió aquella victoria a los votos cedidos por los guerristas, que se los hurtaron a su propia candidata, Matilde Fernández. Además de los tres citados, hubo otra candidata: Rosa Díez, quien después montaría su propio partido.
Desde el primer momento Zapatero se propuso quitar de en medio a la “vieja guardia’ y cuando llegó al Gobierno (2004) se dedicó a promocionar “nuevos” valores, mayormente femeninos, que ni en sueños hubieran imaginado llegar adonde Zapatero las puso, pero Zapatero mantuvo a algunos notables del felipismo en puestos de Gobierno (Pedro Solbes, Alfredo Pérez Rubalcaba e incluso José Bono). Asimismo nos colocó a unos cuantos de aquella cuerda en puestos de relumbrón pero sin mando en plaza, por ejemplo, presidiendo comisiones en el Congreso.

Lo que caracterizó a la etapa de Zapatero al frente del PSOE (al margen de las ocurrencias que le fabricaba Miguel Sebastián) son dos invasiones que, a mi juicio, han arruinado al Partido:

1. Lo políticamente correcto, sobre todo en su versión feminista (desde las sandeces lingüísticas a las listas cremallera).

2. El virus catalán que le llevó, de la mano de Maragall, a impulsar un nuevo Estatuto de Cataluña, cuyo desastre me abstendré de glosar aquí.

Tras el interregno de Alfredo Pérez Rubalcaba llegaron unas salvíficas “primarias” y con ellas el primer triunfo de Pedro Sánchez; con él, y tras las elecciones generales (2015), apareció la disgregación electoral y el consiguiente nacimiento de “nuevas” formaciones, alguna de ellas (Podemos) ideológicamente tan vieja como la tos.

En fin, una vez que acumuló los puestos de líder parlamentario y orgánico comenzó Sánchez su andadura, apoyando y apoyándose (a partir de las municipales y autonómicas de mayo de 2015) en el izquierdismo difuso de Podemos, lo cual trajo consigo un dislate ideológico y político en las propias filas. Para más inri, después de una de las estupideces más sonadas de Rajoy –que se negó a someterse a la investidura-, Sánchez pegó otro giro y se propuso él mismo con el apoyo de Ciudadanos… pero no obtuvo los votos, ni siquiera la abstención, de Podemos, con lo cual perdió la investidura y llegaron las nuevas elecciones (24-VI-2016) que volvió a ganar el PP y el PSOE, en contra de las encuestas, mantuvo la segunda posición.

Fue a partir de ese momento cuando nació el Sánchez del “no es no”, posición que llevaba inexorablemente a unas terceras elecciones, con el desastre que ello podía significar para el país. En lugar de mirar hacia los españoles, Sánchez decidió fijar la vista en su propio ombligo, lo cual levantó en su contra a las “fuerzas del pasado” en el interior del PSOE.

Si Sánchez hubiera tenido un mínimo sentido de Estado, habría forzado una “gran coalición” a la alemana, con un programa consensuado y una fortaleza política que hubiera asustado a los separatistas catalanes y los hubiera hecho desistir de su camino enloquecido. Pero prefirió seguir con el “no es no” y fue por ello por lo que las “fuerzas del pasado” lo sacaron de la Secretaría general en un desgraciado comité federal.

La estupidez de quienes lo tiraron por la ventana haciendo de él una víctima le permitió volver en olor de santidad a través de -¿cómo no?- otras primarias que el “maltratado varón” ganó por goleada.

A partir de ese éxito comenzó la “gran depuración”, la purga sistemática de los disidentes, es decir, de todos aquellos que habían apoyado a Susana Díaz, lo cual le llevó, entre otras barbaridades, a poner al frente del grupo parlamentario a una jueza de ida y vuelta llamada Margarita Robles.

Y en cuanto a la política propiamente dicha, Sánchez sigue colgado de esa brocha de dos pelos que son el PSC de Iceta y lo políticamente correcto (pensamiento débil para débiles mentales), cuya mayor representante en la Ejecutiva es una joven llamada Adriana Lastra, quien acaba de descubrir que el bable es una lengua “propia” de Asturias… Y ya se sabe: “Asturias es España y lo demás tierra conquistada a los moros”.

Joaquín Leguina fue presidente de la Comunidad de Madrid.

Columna publicada en el número de mayo de 2018 de la Revista Capital.

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