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Miguel de Cervantes, cronista gastronómico de oro

En su universal obra El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, el escritor dejó toda una visión del Siglo de Oro español, en todos los ámbitos; social, económico político y gastronómico.   Sí, Don Quijote es todo un tratado de gastronomía, que no de cocina. En esta obra literaria, todas las citas gastronómicas, los platos y los productos nos hablan de una época, de un paisaje, de un entorno rural en la mayoría de los casos, de una cocina pastoril, de una economía y de unos estamentos sociales. Tuvo el gran acierto de incluir la gastronomía en el devenir del día a día en la vida de un pueblo, no la consideró como algo anecdótico.   Tanto es así, que Cervantes establece la diferencia social de la época a través del físico de los dos protagonistas y de sus gustos culinarios. Por un lado, Don Quijote representa la hidalguía y el idealismo de figura estilizada, sin mucho apego hacia la comida y bebida y a lomos de un caballo llamado Rocinante.  Por otro lado, Sancho Panza, un pastor de cabras, regordete, bajito y bonachón que representa la realidad, el sentido común y lo rural y que, como indica su sobrenombre, estaba obsesionado por la comida y tiraba de su borrico, que no tenía ni nombre. Sin Sancho Panza, la figura de Don Quijote no hubiera brillado tanto como lo ha hecho. Y está claro que los dos son unos viajeros gastronómicos únicos e insustituibles. En la actualidad, serían unos influencers con millones de seguidores. ¡Seguro!  Por otro lado, ‘La Mancha’ deriva de la palabra árabe al-manchara (tierra seca) en donde crecía el trigo en abundancia, tanta, que el paisaje de los molinos de viento en los que se obtenía la harina ha pintado el paisaje castellano-manchego desde hace varios siglos. Aunque…