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ÑBA

Líderes de la nueva realidad

Estos últimos días estamos oyendo mucho el término “nueva realidad”. A nadie se le escapa que esta pandemia, que ha afectado a todos los países por igual en mayor o menor medida, supondrá un cambio en las reglas del juego y un replanteamiento en muchos de los aspectos que, hasta el momento, dábamos por sentados. Vivimos momentos de incertidumbre donde, en ocasiones, el miedo y las inseguridades se apoderan de nosotros y llegan a paralizarnos. Pero, por muy contradictoria que suene la frase, la adversidad también puede convertirse en una oportunidad, y un caldo de cultivo donde los verdaderos liderazgos emergen. Mi buen amigo, Kobe Bryant, solía decir: “Todo lo negativo: presión, retos… Todo es una oportunidad para mí de levantarme y crecer”. Y precisamente así es como podemos distinguir al verdadero líder: aquel que es capaz de convertir la adversidad en un estímulo transformador, en un motor de cambio. Pero no solo eso, sino que un verdadero líder también sabe transmitir al resto de su equipo esa inquietud y conseguir su implicación en el logro de ciertos objetivos.  Cuando aterricé por primera vez en Los Ángeles, recuerdo que era tarde y lo primero que hice fue ir al hotel a descansar. Durante el trayecto, me escribió Kobe para preguntarme por mi llegada. Yo le agradecí el interés. Lo que nunca podía imaginarme es que, poco después de mi llegada, el líder del equipo llamaría a mi puerta para darme la bienvenida. Estuvimos hablando un rato y enseguida me trasladó sus intenciones. Quería ganar el anillo y, para ello, contaba conmigo. Definitivamente, ese gesto me marcó enormemente y me acompañó en cada minuto disputado en pista durante esa temporada.  El liderazgo tiene mucha parte de actitud, que se pone en evidencia a través de las acciones y se vuelve contagiosa…
"En Estados Unidos puedes intentar vender cualquier cosa porque hay dinero para comprarla”, dice Jairo Giraldo, redactor del Diario de Nueva York, el periódico en español más antiguo y más leído en la Gran Manzana. Lleva ya dos décadas investigando el negocio de los deportes en un país con una población equivalente a media Europa. Un “negocio consolidado con jugosas ganancias”, como se desprende de las cifras de la Super Bowl del pasado mes de febrero entre los Rams de Los Ángeles y los Patriots de New England en Atlanta, donde el precio mínimo de un asiento era de unos 2.400 dólares (unos 2.100 euros). “En la mayoría de los deportes (con la excepción del futbol o soccer), las entradas están vendidas antes de empezar la competición”, explica Giraldo. “La estadounidense es una economía de mercado en la que invertir mil millones en un estadio no pone en riesgo el bienestar social de nadie porque es dinero privado. Una economía de pleno empleo o de desempleo muy bajo (3.8%) le garantiza a un trabajador raso un salario semanal competitivo para gastar unos dólares invitando a su familia a un partido de béisbol varias veces al año”. Es precisamente en el béisbol, “un deporte mucho más propicio para el público estadounidense”, donde se registra quizás la mayor volatilidad de aforos: “Los momentos dulces en la venta de entradas están muy atados a los picos altos de la competición. La MLB (liga de béisbol), cuyos equipos juegan 162 partidos por temporada, suele tener estadios a medio llenar después de la mitad del calendario, cuando muchos ya han fracasado en lo deportivo, pero están a salvo en la taquilla por la venta de abonos para el año completo”, dice Giraldo. La entrada más cara del béisbol es la de los New York Yankees,…