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Dame corticoles y llámame tonto

“La política de ‘corticoles’ del Gobierno aspira a mantener con respiración asistida al ciudadano y abandonarlo a una eterna minoría de edad”      Lo más parecido, sin tener nada que ver, a una cartilla de racionamiento que conocimos los niños de los 80 y los 90 fueron los ‘corticoles’. A la vuelta del verano, las madres coleccionaban ávidamente estos descuentos como, antaño, en circunstancias bien distintas, sus madres habían recortado los cupones del hambre.  A más ‘corticoles’, menos inversión en zapatos o en esos pantalones cortos y grises que gastábamos los chicos de la concertada. A las madres les encantaba sumar cupones tanto como nos encorajinaba a nosotros todo lo que tuviera que ver con la vuelta al cole (“volver a empezar”) que radiaba festiva y machaconamente el famoso centro comercial.   A los veinte años, los ‘corticoles’ ya eran algo más serio, pero tampoco tanto: así nos referíamos a esos 300 euros que nos daban en nuestras primeras prácticas en prensa. “¿Has ido a por los corticoles?”, nos decíamos a final de mes. Era una manera de minusvalorar con gracia ese aguinaldo para tabaco, para copas, para una escapada a Londres con los colegas. No daba para gran cosa, pero es verdad que ese poco era mucho porque era lo primero que ganábamos por nuestra cuenta.  Intuíamos, porque entonces las cosas iban mejor, que esos 300 euros pasarían pronto a ser 900 y luego 1.800. Y así, en adelante. Los ‘corticoles’ darían paso a la nómina y, con ella, la vida dejaría de estar subvencionada por los padres, por el Estado, por El Corte Inglés, por quien fuera.        Tantos años después de aquellos veranos de infancia, me vengo recordando con asiduidad de los viejos ‘corticoles’. Sumida en la inoperancia, nuestra clase política y, en concreto nuestro Gobierno, ha desistido de pelear…