Remigio Lluch, CEO de CoComm
La conectividad es una palanca de transformación social, económica y cultural, necesaria para el desarrollo de los países. A lo largo de este año se ha puesto de manifiesto que la conectividad ya no es una opción, sino una necesidad. Las personas, empresas y administraciones tienen el derecho a disponer de suficientes recursos y soluciones que les permitan estar a la vanguardia de la digitalización.
Sin embargo, este derecho no está siempre igual de garantizado, siendo su alcance desigual para toda la sociedad. El año 2021 se presenta como un año de retos tecnológicos y de conectividad. Un año en el que las compañías tecnológicas ostentamos la responsabilidad de pisar el acelerador para asegurar que todas las personas, negocios y entidades avancen al ritmo que lo hace la tecnología.
Una evolución que, lejos de estancarse, es cada vez más intensa. La consultora Gartner estima que, en 2021, asistiremos al año de asentamiento del Internet of Behaviors (IoB) como una de las grandes tendencias, mediante la que serán los propios datos los que modificarán el comportamiento de las personas. Por su parte, McKinsey estima que, en 2030, el 80% de la población global podría contar con una cobertura de conectividad avanzada. Esta predicción de una sociedad tan condicionada por la tecnología evidencia la necesidad de progresar al mismo ritmo.
"La digitalización ya no es una opción, sino una necesidad"
Destacan, por tanto, tres importantes retos a nivel de conectividad. En primer lugar, la universalización. El despliegue tecnológico actual es desigual en las distintas partes del mundo. En cambio, el derecho a estar conectado con la sociedad es universal, y no deberían existir zonas que no puedan materializar este derecho. Las empresas de telecomunicaciones tenemos la oportunidad de erradicar este gap, llevando la conectividad también a los países que disponen de menor infraestructura. Superar la brecha digital que, todavía en el siglo XXI, es infranqueable para muchas zonas del mundo, les brindará una oportunidad histórica de desarrollo económico, social y cultural.
El segundo gran reto al que nos enfrentamos viene marcado por las nuevas necesidades de movilidad y teletrabajo que se han acelerado como consecuencia de la pandemia. Las personas y las empresas necesitan dispositivos que les permitan estar permanentemente conectados desde cualquier ubicación y sin depender de circunstancias externas como la disponibilidad de fibra. La movilidad laboral ha dejado de ser una alternativa ocasional para convertirse en una exigencia. En consecuencia, las empresas deben garantizar a sus trabajadores una opción de conectividad móvil, flexible y escalable que les permita desarrollar su actividad profesional sin ninguna complicación y sin necesidad de instalaciones excesivamente costosas.
El tercer gran reto pasa por implementar un desarrollo seguro y sostenible de las soluciones de conectividad. Las empresas se basan en modelos de negocio que deben ser eficientes, rentables y escalables, sin sacrificar productividad ni calidad. Por otro lado, el concepto de seguridad es ya indisociable de la digitalización. El desafío está en aunar estas tres condiciones básicas para el entorno en el que vivimos.
La cultura corporativa de la conectividad ha trascendido ya la esfera teórica en la que se encontraba hasta el momento y ha pasado a ser una cuestión de utilidad práctica inmediata. La gran mayoría de negocios y personas no necesitan ser convencidas de la importancia de la conectividad, pues ésta ya forma parte del ADN de muchas compañías. Nuestro gran reto es desarrollar soluciones móviles, flexibles y escalables que les ayuden a superar los obstáculos que hasta ahora eran insalvables. En definitiva, 2021 es el año para revolucionar la conectividad y elevarla a un nuevo nivel.
