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Opinión

Juan Ramón Rallo

¿Podemos endeudarnos indefinidamente?

¿Podemos endeudarnos indefinidamente?

Desde que se abandonó el patrón oro, la mayoría de las economías desarrolladas han vivido inmersas en un déficit permanente. Incluso un club de Estados tan supuestamente “austericida” como es la eurozona sanciona en su Pacto de Estabilidad y Crecimiento déficits públicos anuales de hasta el 3% del PIB. No se busca el equilibrio presupuestario, sino que el endeudamiento adicional por año ronde hasta el 3%.

Parecería, pues, que encadenar indefinidamente un desequilibrio entre ingresos y gastos de tal magnitud (en España, por ejemplo, ese nivel equivale al 7% de sus ingresos públicos anuales) no implica problema alguno. Pero, ¿es así?

La ratio de deuda sobre PIB en cualquier ejercicio viene determinada por cinco variables: el déficit primario del año en curso, la ratio del año anterior, el tipo de interés medio de la deuda, la tasa de crecimiento real del PIB y la inflación. En particular, a mayor déficit primario, mayor ratio de deuda sobre PIB del año anterior, mayor tipo de interés medio y menor tasa de crecimiento o de inflación, mayor endeudamiento público sobre el PIB del año en curso.

La razón es relativamente sencilla de entender: nuestra ratio de deuda depende hoy en primer lugar de cuál fuera ayer: por ejemplo, si la ratio era del 100% del PIB y nada más cambia, seguirá siendo la misma. En segundo lugar, también depende de cómo varíe el numerador, esto es, la cantidad absoluta de deuda: si nuestra deuda pasa de 100 a 110 y el PIB se mantiene constante en 100, la ratio se incrementará hasta el 110% del PIB.

¿Qué factores pueden llevar a que el numerador se incremente? Por un lado, que sigamos gastando más de lo que ingresamos (de ahí que, a mayor déficit primario, mayor ratio); por otro, que paguemos intereses muy altos sobre nuestra deuda (de ahí que, a mayor interés medio, mayor ratio).

Y, en tercer lugar, la ratio también depende de cómo varíe el denominador, esto es, el PIB: si el PIB nominal crece, ya sea porque se incrementa la inflación o porque aumente nuestra tasa de crecimiento real, entonces podremos lograr reducciones de la ratio deuda/PIB desde el lado del denominador. 

¿Debemos endeudarnos?

Por consiguiente, ante la pregunta de “¿podemos vivir en un déficit permanente?”, la respuesta es “depende”. Si conseguimos que el crecimiento económico compense el aumento del endeudamiento, entonces sí. Por ejemplo, imaginemos que un país parte de una deuda con valor 100 y de un PIB con valor 100, esto es, con un 100% de deuda sobre PIB; supongamos adicionalmente que el tipo de interés medio de la deuda es del 2% y que el déficit primario es del 3% del PIB.

En este caso, la deuda total de ese país aumentará hasta 105, con lo que la ratio debería incrementarse hasta el 105%. Sin embargo, imaginemos que el crecimiento real de la economía es del 3% y que la inflación es del 3,5%, en tal caso el PIB nominal pasará de 100 a 106,5. Y, por tanto, la ratio deuda-PIB caerá del 100% al 98,6%. ¡Con un déficit primario del 3% conseguimos reducir nuestro endeudamiento relativo! Si mantuviéramos esa situación en el tiempo, podríamos endeudarnos indefinidamente mientras vamos reduciendo nuestra ratio de deuda-PIB. 

Siendo todo lo anterior cierto, tampoco habría que exagerar nuestra capacidad para endeudarnos “gratis”. A la postre, si el tipo de interés de mercado se disparara, nuestra capacidad de endeudamiento se vería limitada. Volviendo al ejemplo anterior: si el tipo de interés medio sobre la deuda no fuera del 2%, sino del 5%, entonces cada año nos iríamos endeudando un poco más (por el mero devengo de intereses) hasta acercarnos a una zona de pánico donde nadie querría prestarnos y en el que aumentarían aún más los intereses (el problema que tuvo España en 2012).

En nuestro ejemplo anterior, con un déficit primario del 3% del PIB y unos intereses medios sobre nuestros pasivos del 5%, la ratio deuda/PIB se incrementaría desde el 100% al 101,5% aun con un crecimiento nominal del 6,5%. Y cada año sería peor, por el efecto acumulativo de los intereses.

Por desgracia, nadie piensa en ese riesgo de que las tornas de las condiciones de financiación cambien y España vuelva a financiarse a tipos mucho más elevados de los que pude soportar con sus niveles de deuda. Suele decirse que “si quieres la paz, prepárate para la guerra”. En el caso del endeudamiento público deberíamos decir: “si quieres financiarte en buenas condiciones, prepárate para que tu solvencia no dependa de esas buenas condiciones”.

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