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Capital Verde

El acuerdo de la COP26 en 5 claves fundamentales

Por Redacción Capital

Tras casi dos semanas de deliberaciones y reflexiones de alto nivel, la vigesimosexta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático llegaba a su fin con un acuerdo entre los países participantes, y aplazando muchos temas importantes para el siguiente encuentro, que tendrá lugar en Egipto en 2022. 

Capital analiza las cinco claves del documento de esta COP26 con Tobias Hahn, profesor del Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad de Esade, al cual pertenece el Observatorio ODS, quien considera que “el balance de este acuerdo es mixto, pero ligeramente esperanzador”. “Lo que está claro es que la COP26 sólo puede ser un comienzo, y que los próximos dos años serán decisivos”, señala. “Si los Estados y las empresas no ponen en marcha acciones audaces ahora, todas las declaraciones y los compromisos asumidos en Glasgow no servirán de nada”, apunta Hahn.  

1. Un acuerdo no vinculante, pero efectivo socialmente 

El acuerdo alcanzado por los países en la COP26 no tiene una vinculación jurídica que obligue a los estados a cumplirlo. Por ello, para Hahn es fundamental que no solo los gobiernos se comprometan a ello, sino también la sociedad civil y las empresas, a quienes define como actores “cruciales” en la lucha contra el cambio climático. “Los planes nacionales de emisiones sólo se conseguirán si estos actores cambian de rumbo”, explica. 

Por un lado, “la sociedad civil tiene que mantener la presión pública sobre los gobiernos y las empresas para que adopten medidas adicionales de mitigación y adaptación al clima”, ya que “incluso con los nuevos compromisos asumidos en Glasgow, todavía no estamos en la senda de los 1,5 grados”. De hecho, Hahn señala que “es en gran medida gracias al activismo de los actores de la sociedad civil que el objetivo de 1,5 grados sigue dominando la agenda y no se ha diluido hacia el objetivo de 2 grados”.  

Por otro lado, el profesor apunta que “si las empresas no proporcionan tecnologías, productos y servicios respetuosos con el clima, es imposible alcanzar este objetivo”. Y esto no es algo que solo se aplique a la industria, sino también al sector financiero, el cual “es esencial para garantizar que los flujos de capital en los mercados financieros se orienten hacia inversiones compatibles con el clima”.  

Además, Hahn ve como algo “prometedor” el hecho de que “muchas empresas e industrias parecen ser más ambiciosas que algunos gobiernos”, aunque reconoce que, para las compañías, el reto de la sostenibilidad “significa que tienen que replantearse muchas de sus prácticas y productos actuales”. “Las empresas no deben rehuir estos riesgos para cumplir su papel en la lucha contra el cambio climático”, asevera. 

2. Alineado con los ODS 

La COP26 se ocupó principalmente de la lucha contra el cambio climático, es decir, abordó principalmente el ODS 13 sobre Acción Climática. “Por supuesto, otros ODS también son relevantes, ya que están relacionados con el cambio climático, pero el ODS 13 fue claramente el enfoque principal”, señala Hahn, y apunta que, al analizar más detenidamente el 13 sobre Acción Climática, hay cinco objetivos principales sobre los cuales “la COP26 ha arrojado una imagen mixta”.  

En cuanto al fortalecimiento de la resiliencia y la capacidad de adaptación a los peligros relacionados con el clima y las catástrofes naturales en todos los países, el primer objetivo, para Hahn “los resultados han sido decepcionantes, ya que la atención se centró en la reducción de las emisiones en primer lugar”. 

Sin embargo, en cuanto al segundo objetivo, la integración de las medidas contra el cambio climático en las políticas, estrategias y planificación nacionales, “hay señales un poco más positivas, ya que los Estados nacionales han acordado revisar con más frecuencia sus planes nacionales de reducción de emisiones, pero siguen faltando mecanismos de sanción”. 

El tercer objetivo, mejorar la educación, la concienciación y la capacidad humana e institucional sobre el cambio climático, “no ha recibido suficiente atención durante las negociaciones”, en opinión del experto, “pero tal vez la atención generalizada y global que ha recibido la cumbre en todo el mundo sea una señal positiva en sí misma en este respeto”.  

Por otro lado, las metas cuatro y cinco se refieren al compromiso de los países ricos de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares anuales para 2020 con el objetivo de atender las necesidades de los países en desarrollo. “En este sentido, los resultados son insuficientes”, sentencia Hahn. “Los países ricos no alcanzaron el objetivo de 100.000 millones de dólares y prometieron duplicar sus esfuerzos para financiar medidas de adaptación hasta 2025, pero no se adoptó el principio de pérdidas y daños, es decir, la idea de que los países más ricos deben compensar a los más pobres por los efectos del cambio climático a los que no pueden adaptarse”, explica. 

3. La frágil mano tendida entre China y Estados Unidos 

“Es un paso esperanzador”, afirma el profesor. Y es que, teniendo en cuenta las tensiones actuales entre Estados Unidos y China, resulta “prometedor ver que parece haber al menos una voluntad de colaborar en cuestiones de cambio climático”. Para Hahn, después de la salida de Donald Trump de la Casa Blanca, “es de esperar que los líderes de China y Estados Unidos hayan comprendido que se trata de una crisis mundial que solo puede abordarse en colaboración. Si no lo hacemos, todos los países sufrirán, no habrá ningún ganador”. 

Por este motivo, Hahn deposita su esperanza en que tanto Estados Unidos como China “hayan comprendido que si no colaboran saldrán perdiendo”. “Sin embargo”, matiza, “existe el riesgo de que el conflicto en otros ámbitos políticos tenga efectos negativos en el ámbito del clima y destruya la confianza necesaria para la colaboración climática entre ambos países”. Así pues, “la declaración de China y Estados Unidos es una señal de esperanza, aunque frágil”. 

4. Un hito político: la mirada sobre los combustibles fósiles 

En el acuerdo alcanzado en la COP26 se insta a los estados a una “reducción progresiva” de los combustibles fósiles. Además, es el primer documento de estas características y ligado a Naciones Unidas que reconoce abiertamente la vinculación entre estos combustibles y el cambio climático. “Aunque la intervención de India y China en el último momento para suavizar la redacción sobre el uso del carbón –se pasó a una "reducción progresiva" en lugar de "eliminación progresiva"– sea decepcionante, creo que será difícil dar un paso atrás”, dice Hahn. 

En este sentido, el profesor lo considera todo “un hito político”. “Sin embargo, para hacer frente a la crisis climática no se gana nada hasta que se toman medidas concretas. Si miramos el mapa de las centrales de carbón a nivel mundial, es evidente que hay que hacer mucho”, explica.  

“El principal desafío aquí es para países como India y China”, continúa, ya que “estos dos gigantescos países tienen que asegurarse de que sus enormes poblaciones reciben energía”, y esto saca a relucir “la tensión a corto plazo y a largo plazo”. “A corto plazo, es un reto económico para estos países eliminar el carbón, pero a largo plazo es económicamente perjudicial seguir con el carbón debido a todos los daños que provocará la espiral del cambio climático. Por eso es tan importante el compromiso de los países desarrollados para financiar la transición hacia el abandono de su consumo”, afirma. 

Por otro lado, Hahn considera que España, en este sentido, “se encuentra en una posición relativamente prometedora”. “Tiene un enorme potencial para la energía solar, tanto geográfica como tecnológicamente”, señala. Por ello, “si los responsables políticos establecen los incentivos y los marcos normativos adecuados, España puede asumir un papel de liderazgo y ser un modelo para la transición hacia un sistema energético basado en la energía solar y el hidrógeno”.  

Además, el profesor apunta que existe una ventana de oportunidad con la financiación adicional que llega de los fondos de recuperación de Covid de la UE, de los que España es uno de los principales beneficiarios. “Estos fondos deben usarse de forma inteligente para dar un impulso a la transición energética sostenible en España”, apunta Hahn. 

Y añade que, “junto con los tradicionalmente fuertes lazos de España con la parte hispanohablante del mundo en América del Sur, especialmente en el sector energético, existe una verdadera oportunidad tanto para la economía española como para un papel de liderazgo de España en la ayuda a las economías emergentes de América latina para gestionar la transición hacia sistemas energéticos sostenibles”. 

5. Repensar las cadenas de suministro 

Por último, el documento insta a los países ricos a colaborar e impulsar a los pobres en esta lucha contra el cambio climático. Sin embargo, aún queda por responder cómo se puede hacer esto en un entorno globalizado en el que las cadenas de suministro aún tienen que perfeccionarse para ser sostenibles. “Las cadenas de valor mundiales integradas son un reto y una oportunidad”, afirma Hahn. Y es que, si bien la pandemia de la Covid-19 “ha demostrado claramente la vulnerabilidad de las cadenas de suministro mundiales”, lo cierto es que “si no actuamos ante el cambio climático, veremos interrupciones aún mayores”, señala.  

Por tanto, para Hahn la cuestión “no es si es posible abordar el cambio climático en un entorno globalizado, sino que es una necesidad”. “Probablemente habrá que adaptar las condiciones comerciales para reflejar las emisiones que conlleva la producción en diferentes países y los transportes relacionados, por ejemplo, en términos de una herramienta de ajuste de la fiscalidad en frontera relacionada con el carbono, como se está debatiendo actualmente en la Unión Europea”, explica. 

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