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Opinión

Redacción Capital

Progreso e innovación

"¿Por qué surge nuevo conocimiento inductor de innovación y de progreso?" Por Francisco José García Paramio, doctor ingeniero de Telecomunicaciones, Executive MBA por el IESE y Profesor en la Universidad de León

Parece claro que la innovación es la responsable del progreso y que la innovación es fruto de la gestión del conocimiento obtenido de la investigación y de la formación, y aplicado al desarrollo de ideas o soluciones prototipo.

A partir de estas afirmaciones, nos vemos obligados a realizar varias reflexiones. ¿Cómo se genera conocimiento en todas sus formas? ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Cómo podemos aprovecharlo? ¿Cómo podemos convertirlo en innovación? ¿Cómo podemos protegerlo? ¿Cómo podemos “financiarlo” y cuáles son sus aportaciones a los resultados empresariales o a la mejora del nivel científico en la prestación de servicios sin ánimo de lucro?

Si razonamos ordenadamente, nos daremos cuenta de que el conocimiento operativo (cómo hacemos las cosas) y el experimental (sistematización de pruebas y obtención de datos) son fruto de la actividad posterior a la labor de formación reflexiva (qué voy a buscar), percepcional (la acumulación de conocimiento existente) y abstracta (causas, efectos y resultados de investigaciones anteriores).

Acabamos de dar con la primera clave: toda sociedad necesita de un sistema educativo sólido, estable, perfectamente definido y orientado a generar conocimiento, y no adoctrinamiento en las personas. Las personas aterrizan en el sistema en su infancia y lo recorren en diverso grado, aunque la universidad es la etapa más orientada a lo que nos ocupa.

No tengo nada claro que nuestro sistema educativo esté orientado en este sentido. Incluso llegando al final del recorrido, los estudios de postgrado, e incluso manteniéndose dentro del sistema como investigadores, se produce una desconexión indeseable entre quienes continúan investigando y los centros donde el conocimiento y la posible innovación obtenidos podrían aunarse para ser aplicados en el progreso. Y esos centros son las empresas o entes prestadores de servicios.

Las causas y posibles soluciones a este mal endémico de nuestro sistema educativo darían para escribir todo un tratado. La realidad es que en España constantemente se alardea de la conexión universidad-empresa, pero ese binomio no acaba de consolidarse. Pienso que bastaría con aplicar modelos totalmente exitosos y ya existentes en otros países: los centros de I+D e innovación de grandes compañías de todos los sectores de la economía empresarial o social se confunden y fusionan con los laboratorios de conocimiento de las universidades.

Financiación; convenios realmente útiles; objetivos técnicos y económicos de desarrollo; protección de la propiedad industrial; patentes y explotación de nuevas soluciones son los pilares más utilizados. Los objetivos son comunes y el sistema político limita su labor a la de mero observador. ¡Qué lejos estamos!

Vamos con la segunda variable: ¿por qué surge nuevo conocimiento inductor de innovación y de progreso? La respuesta es muy sencilla: la resolución de problemas y la generación de nuevas ideas son los dos principales catalizadores en el nacimiento de un flujo constante de nuevos conocimientos. Es más: solamente el hecho de que ocurran esas dos cosas genera un círculo virtuoso que se presenta inagotable. Un problema resuelto da lugar a plantearse el siguiente y nos ofrece un nuevo abanico de buenas ideas. Cierto es que no siempre las cosas llegan a buen fin, pero incluso el fracaso nos guía hacia nuevos caminos.

Aunque estamos tratando los conceptos de conocimiento, innovación y progreso de forma asequible, la implantación y gestión de todo ello en el ámbito social y empresarial presenta sus complejidades y sus aristas. No hay que olvidar que, en el mundo de la empresa, lo que se busca constantemente son diferenciales y ventajas competitivas en el mercado. Cuando el lucro no aparece, también existen estímulos y situaciones que han de controlarse de manera habilidosa.

Avanzando en nuestro análisis, nos restaría valorar la importancia de la financiación de la investigación y el desarrollo, de la innovación y la valoración del conocimiento como activo intangible, aunque cuantificable, negociable y transferible. Al mismo tiempo será interesante sopesar la contribución de todo ello al crecimiento humano, social y económico.
¿Cuál es la posición de nuestra España en estos ámbitos? Lo trataremos y lo reflexionaremos.

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