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Opinión

Borja Carrascosa

España S.A., nuestro campeón global

Por Borja Carrascosa, director de Capital

España enfila su decimoquinto año consecutivo de déficit público disparado en un contexto en el que se suman dos factores que se escapan del control del Gobierno: un recorte fuerte de las previsiones de crecimiento a nivel global -nuestro país sufre más que el resto y apenas crecerá un 4%- y una inflación exacerbada -de nuevo, somos campeones globales en el incremento de precios-. Y, en medio, la guerra de Ucrania y los envites con cierto miedo de los países miembros de la OTAN.

Este escenario rodeado de misiles, que los economistas llaman estanflación -suena casi tan mal como lo son sus efectos, el estancamiento más la inflación-, puede saltar definitivamente por los aires si se produce una subida de tipos de interés. Y la reacción del mundo globalizado probablemente irá en contra del proyecto mundial que pretenden los bancos centrales, que es el de normalizar la situación desde la política monetaria. El problema lo iniciaron estos organismos, por lo que la solución deberá tener el mismo origen. Pero no es sencillo.

La tan cacareada “nueva normalidad”, ajena a la crisis del coronavirus y agravada por el estallido de la guerra de Ucrania, es la de economías subvencionadas y sobreendeudadas con dinero barato como incentivo para el gasto estatal sin control. El estallido de un conflicto armado, una crisis energética global o un parón en la cadena de suministro mundial son factores que no puede controlar un Gobierno. Asignar partidas de desembolso público sí, por lo que lo mínimo que deberíamos exigir sería algo de responsabilidad con la cuenta de resultados. En nuestro caso, de España S.A., pero no estamos solos en el mundo.

Al otro lado del Atlántico, la Reserva Federal (Fed) ya ha iniciado el proceso de incremento del precio del dinero para reducir su peso en la economía, con el consiguiente riesgo para la estabilidad de sus finanzas públicas por el encarecimiento de la financiación del pasivo soberano. El Banco Central Europeo (BCE) pretende seguir sus pasos con un tiempo de retraso, como suele suceder. La clave, como en la crisis de 2008 al 2013, reside en el mercado de deuda y su proceso de engorde acelerado con dinero barato.

“El mercado debería vigilar más la evolución de los precios energéticos que las posibles decisiones sobre tipos de interés”

Llevamos algunas semanas observando cómo el interés de los bonos soberanos se está incrementando de forma progresiva, prácticamente en todas las economías desarrolladas. Los bancos centrales actúan como compradores de último recurso, y se están quedando solos por la parte de la demanda. Si la rentabilidad de la renta fija era prácticamente inexistente, ahora, con una inflación cercana al 10 % en economías como la española, provoca pérdidas abultadas a cualquiera que busque un refugio para su liquidez.

El riesgo de invertir en España S.A.

Como ya llevamos varias semanas alertando en Capital, el cupón del bono español con vencimiento a una década no para de crecer. A mayor rentabilidad, más riesgo y menos probabilidad de recuperar la inversión inicial. Ya roza el 1,7 % -un 8% negativo descontado el IPC- y todavía está muy lejos de reflejar el riesgo-país de invertir en España S.A..

La solución para los ahorradores que quieran algo de rentabilidad pasa por la renta variable, con productos de mayor riesgo y perfiles de inversión más tolerantes al estrés. O por las criptomonedas, que los analistas observan con cautela, como podemos observar en el Especial Inversión del número de abril de la revista. Y pocos se atreven a recomendarlas, por cierto.

En todo este escenario de incertidumbre, curvas de oferta descendente y demanda ascendente, la guerra de Ucrania es la espoleta que marcará si la subida de precios se agrava. Y, especialmente, en el sector energético, que es el que está impulsado al alza la inflación. El mercado, de hecho, debería mirar con mayor atención la evolución del precio de la gasolina y de la electricidad que las decisiones de tipos de interés de los bancos centrales. El equilibrio de la inflación y el crecimiento económico nunca había sido tan frágil.

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