El fin del uso de mascarillas de forma obligatoria en interiores también trae consigo reacciones psicológicas de las que los expertos advierten
El ansiado fin de la obligatoriedad de las mascarillas en interiores ha provocado un antes y un después en la pandemia de Covid-19 que iniciamos en España en marzo de 2020. Sin embargo, esta medida que ya está en marcha parece no ser una buena noticia para todos por el impacto físico y psicológico que está empezando a generar en muchos de nosotros.
Según los psicólogos, muchas personas sentirán ansiedad o malestar general ante la idea de no llevar este trozo de tela del que no nos hemos despegado durante dos años. En este tiempo, el tema de la salud mental ha cobrado especial relevancia por las secuelas que ha generado la pandemia. Hablamos de una nueva patología que tiene nombre y apellidos: el síndrome de la cara vacía.
Un síndrome aún sin evidencia científica
"El síndrome de la cara vacía es un conjunto de síntomas donde prima el sentimiento de inseguridad y ansiedad, bien por el miedo al contagio, o bien por malestar emocional al mostrarnos en público con la cara descubierta", explican las psicólogas Alba Díaz y Marta Morán, de Efecto Galatea Psicología. En concreto, matizan que se trata de un síndrome todavía sin evidencia científica, pero que, sin duda, consideran importante por las consecuencias que poco a poco está empezando a manifestar a nivel psicológico.
Las expertas detallan que este síndrome se puede producir por dos motivos: el primero, el miedo al contagio al que hemos estado expuestos durante dos años. Por otro lado, puede producir cierta inseguridad por mostrarnos a cara descubierta en público, principalmente en la adolescencia, ya que se trata de una etapa en la que la autoestima sufre altibajos por los cambios tanto físicos como psicológicos. "Hemos estado dos años tapando una parte de nuestro cuerpo fundamental para las relaciones sociales. Nuestra cara nos presenta al mundo, no conocemos a las personas por sus manos o por sus pies, reconocemos a los demás por su cara, por sus expresiones o gestos faciales", aseguran Díaz y Morán.
Colectivos más vulnerables ante esta medida
Las psicólogas consultadas advierten que los colectivos a los que más les va a costar quitarse la mascarilla serán las personas de tercera edad y vulnerables, por el miedo al contagio; y la población infanto-juvenil, por la inseguridad a mostrarse en público, además del miedo: "Bajo nuestra experiencia, y como psicólogas sanitarias especializadas en población infanto-juvenil, sabemos que la adolescencia es una etapa de cambios físicos y psicológicos, en la que muchas veces la autoestima sufre altibajos. Durante estos dos años, la mascarilla les ha ayudado a ocultar aquellos aspectos físicos que les disgustaban, acomplejaban o provocaban malestar, actuando como un aliado, escondiendo esos granitos, tapando el aparato de los dientes, ocultando la nariz…".
Cómo afecta a los más pequeños
Las divulgadoras y formadoras en psicoeducación infanto-juvenil y familia concluyen que es evidente que el reconocimiento facial nos permite comprender los sentimientos, las emociones e incluso las intenciones en los demás, por lo que resulta fundamental para tener relaciones sociales adaptativas y exitosas. "Con la mascarilla hemos perdido gran parte del lenguaje no verbal, lo que ha afectado en gran medida a la población infantil ya que, durante esta etapa, en la que el lenguaje verbal aún se está adquiriendo, el lenguaje no verbal cobra un gran sentido. En consulta estamos viendo pacientes con problemas del lenguaje, dificultades en las habilidades sociales, mala gestión de las emociones, dificultades relacionadas con la autoestima o la inseguridad".
Cómo combatir este síndrome
Las psicólogas sanitarias advierten que es importante aceptar que volver a exponernos puede causarnos malestar. Por ello, debemos aceptar nuestros tiempos, sin forzarnos o presionarnos, ni a nosotros mismos ni a otras personas.
Con los niños y los jóvenes deberemos explicarles que, poco a poco, volveremos a la vida que teníamos antes de la pandemia, y que tendremos que aprender a vivir con el Covid-19. Atender a sus necesidades, entender de dónde viene esa inseguridad (¿es miedo al contagio o preocupación por mostrar el físico?), y acompañarles de nuevo a la adaptación sin mascarillas.