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Opinión

Redacción Capital

Adanismo a la española

"Este otoño promete ser “frio”, y no lo digo solo por el precio de la energía, sino porque nos guste o no ya hemos entrado en periodo electoral"

Las encrucijadas son cada día más frecuentes, y, sobre todo, el tiempo al final posiciona a casi todo el mundo en su versión real. Esto no deja de ser paradójico porque sorprende que no suceda durante los procesos electorales en los que, a la vista de lo que estamos viviendo, los programas se convierten en ciencia ficción, o, al menos, se terminan alejando de lo que se prometió a los votantes.

Y ante el nuevo escenario y estrategia del Gobierno de coalición, con sus recientes nuevas medidas que penalizan con nuevos impuestos llamados “excepcionales” a las grandes empresas españolas, que, no olvidemos, lo son también a nivel global, podemos estar seguros de la línea que va adoptar el Ejecutivo en lo que reste de legislatura, lo que no deja de ser un alivio para que una vez haya que ejercer el derecho al voto sepamos realmente las opciones basadas en recientes realidades.

En cualquier caso, este otoño promete ser “frio”, y no lo digo solo por el precio de la energía, que también, sino porque nos guste o no ya hemos entrado en periodo electoral, lo que me temo no nos va a ayudar a acometer los grandes retos que tiene España en la actualidad, como son las siguientes.

La crisis de deuda. Servicio de la deuda mayor por aumento de la deuda contraída cada año desde 2009 y mayor prima de riesgo a pagar ahora, tras seis años de barra libre de déficits y refinanciaciones de deuda sin apenas pagar intereses. 

El gigantismo insostenible del pago de rentas salariales públicas: 16,5 millones de cotizaciones privadas pagan 13,4 millones de salarios de funcionarios y pensionistas, más de 300.000 millones anuales en total, es decir, un 54% del presupuesto y subiendo ambas partidas a un ritmo del 10/7% anual, respectivamente. Esto sin incluir parados, dependencia, renta básica, becas, que sube el gasto total en rentas al 76% del presupuesto.

Cóo no, la inflación, la mayor de las grandes economías europeas, principalmente por el déficit público -mayor masa monetaria en circulación- y el energético -sus altos precios se trasladan a toda la actividad económica-, fruto este último de subvenciones importantes en el precio de la energía a pagar, subiéndolo todo lo necesario año tras año para hacer rentables las inversiones en renovables, habiéndose paralizado inversores en gas, refino o nuclear por la falta de rentabilidad -altas tasas de CO2 a pagar- o cierres decretados. 

Y la balanza comercial deficitaria agravada por la guerra de divisas del dólar con el euro al mantener un diferencial en su mayor remuneración frente al euro, que hace que los inversores vendan euros y compren dólares. Esto agravará nuestro déficit energético al encarecerse, pues las importaciones se pagan en dólares y cualquier otro tipo de importaciones, ya que el euro también baja cotización frente al resto de las principales monedas de intercambio comercial. Y para los que piensen que con un euro barato exportaremos más, no perdamos de vista que al subir también el precio de las materias primas, se anula el efecto positivo de un euro débil en las exportaciones. 

Hacer gala en estos momentos de dosis tan elevadas de adanismo, es decir, lanzar nuevas medidas sin tener en cuenta el resultado de las anteriores, se me antoja como un ejercicio errático y que creo que no va a servir ni para dilatar lo que la economía española espera en estos momentos.

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