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Lifestyle

Edurne Pasaban: "Un alpinista es una persona que se sabe enfrentar a la soledad"

Por Redacción Capital

"El verdadero líder es el que sabe gestionar su vulnerabilidad para sumar talento

"Una de las cimas es poder criar a mi hijo con los valores que la montaña me enseñó

Pocas personas pueden afirmar que han escalado los 14 “ochomiles”. Menos aún mujeres, pero Edurne Pasaban sí puede. La alpinista de origen vasco es la primera mujer en el mundo en alcanzar estas 14 cimas, un reto casi indescriptible. La deportista lo narra como una lucha contra sí misma para la que es difícil prepararse. La fuerza mental necesaria es inimaginable y el equipo humano requerido es vital cuando se está allí arriba.  

Hoy, a sus 49 años, la montañista compagina puestos de responsabilidad en varias empresas con su actividad como conferenciante y docente de formación empresarial. Edurne Pasaban, alpinista, ingeniera y empresaria, relata a Capital su gran hazaña escalando los altos picos del mundo, superando retos y obstáculos, y cómo la vida y la mente de un deportista y un empresario tienen mucho que ver. 

Lo primero de todo, eres la primera mujer en todo el mundo en conseguir coronar los 14 ochomiles, ¿qué se siente cuando se llega a la cima de un ochomil? 

Cuando empecé a escalar, y todavía no había escalado ningún ochomil metros, cuando piensas en conseguir ese primer objetivo, te imaginas que las cosas van a ser de una manera. Te haces tu propia película. Yo me imaginaba que una vez llegara a esa cumbre de 8000 metros, lo celebraría saltando, abrazándome a mis compañeros o llorando. La verdad es que fue una decepción, porque mi primera cumbre en el 2001 en el Everest no fue para nada aquello que había imaginado. De hecho, cuando llegué a la cumbre recuerdo perfectamente los nervios y a mis compañeros diciéndome: “Edurne, cuanto antes hay que descender”. 

Cuando uno llega a la cumbre de una montaña, todavía queda toda la bajada. El después de todo aquello. Entonces, me di cuenta de que la cumbre de los ochomiles no se terminaba allí, sino que se acababa en el campamento base. Había que bajar, por eso fue un poco decepcionante. Para mí, los mejores momentos que realmente se sienten son aquellos últimos 15-20 metros cuando ves a tus compañeros en la cumbre que te están diciendo: “Ya está, hemos llegado”. Compruebas que sí vas a llegar al objetivo. Ese es el momento en el que sientes felicidad.  

En los momentos en los que ha pensado en rendirse, ¿qué le animó a seguir adelante? ¿Cómo se superó a sí misma? 

La verdad es que ha habido muchos momentos en los que he pensado en rendirme. Te planteas si estás preparada para conseguir esos objetivos o si no se te hacen demasiado grandes. Lo que me ha ayudado son mis compañeros. En la vida cualquier objetivo que te propongas estoy segura de que no lo consigues en solitario, ni una montaña de ochomil metros ni nada. 

Esos miembros del equipo me han hecho seguir adelante en esos momentos bajos y me han hecho creer en mí misma, hacerme parar a reflexionar y decir: “Vamos a seguir adelante porque podemos”. Ellos hacen que te pares a reflexionar todo lo que has hecho hasta ese momento. Aunque lo que quede por recorrer sea un largo camino, una cumbre complicada o muchos proyectos por delante, pensar que se puede. Ellos son la clave, son grandes amigos que han estado a mi lado. 

Cuando estaba en medio de la montaña, ¿cuál era el mayor reto, el físico o el mental? 

Obviamente, el mental. El mental es el que más cuesta entrenar. Para mí el 75% es la mente y el 25% lo físico. Es verdad que se necesita un físico para poder subir a una montaña de 8.000 metros, pero para esto te puedes preparar más o menos, pero preparar el mental no es nada fácil, y menos en este deporte. Lo que vives ahí arriba es difícil de poder representarlos en el día normal. Allí arriba te enfrentas a lo más adverso, a la pérdida, a que pueda suceder cualquier accidente, a lo extremo. 

Prepararte mentalmente para enfrentarte a esto no es nada fácil. He visto alpinistas que físicamente eran portentos, muchos mejores profesionales físicamente que yo y que podrían haber escalado grandes montañas, pero los he visto derrotados mentalmente en la expedición por cualquier motivo: el tiempo, semanas nevando y la larga espera. Si la mente no la sabes controlar porque no es fácil, aunque estés físicamente muy preparado, nunca alcanzarás la cumbre. 

“Si la mente no la sabes controlar, nunca alcanzarás la cumbre” 

Edurne Pasaban

Para alguien que tenga pensado escalar uno de los “ochomiles”, ¿qué debe saber antes de lanzarse a esa aventura? 

Lo primero que tiene que saber es que no es fácil. Se va a enfrentar a la naturaleza. El mundo del “ochomilismo” en los últimos años ha cambiado mucho de cuando nosotros escalábamos las montañas hace 15 años. Ahora se ha convertido en grandes agencias que te venden esa posibilidad de subir una montaña de 8.000 metros. Que ellos pongan posibilidad para hacerlo quizá más fácil, no quiere decir que a lo que tú te enfrentes no va a ser difícil. 

Te vas a enfrentar a tu mente, no solo a la montaña, a ti mismo. Te vas a encontrar con situaciones adversas. Lo primero es que realmente te informes muy bien a dónde vas, lo planifiques muy bien; y segundo, que, si realmente quieres subir un “ochomil”, que te apasione y lo hagas por ti y por nadie más. 

Compagina puestos de responsabilidad en diversas empresas con el deporte, ¿qué tienen en común ambos mundos? 

Tienen muchísimo en común. Al final, en el deporte nosotros tenemos un objetivo, en mi caso, subir un ochomil, pero en una empresa se buscan objetivos diferentes al final del año o de cara a tres años. Para obtener esos objetivos, bien deportivos o bien empresariales, hay un equipo que liderar. Liderar equipo en campamento base para conseguir una montaña o en una empresa es lo mismo, o sea, trabajamos en equipo. Todos en una empresa trabajamos un plan estratégico para lograr los objetivos. 

En nuestro proyecto de los 14 “ochomiles” teníamos un plan estratégico, lo cual hay mucho de paralelismo entre el mundo de la empresa y el del deporte. En ambos, nos encontramos en momentos complicados, en toma de decisiones y en gestionar equipos. Mucho de lo que aprendí en el mundo del deporte hoy es muy aplicable a los diferentes puestos que regento en diversas compañías. 

¿Ser empresaria le ha ayudado a ser deportista y viceversa? ¿En qué se parece la mente de un deportista de élite a la de un directivo de empresa? 

Una cosa me ha ayudado con la otra, seguro. Yo hice la carrera de Ingeniería. Planificamos muchísimo las cosas y sabemos de alguna manera tomar las decisiones o, por lo menos, analizamos mucho antes de recorrer el camino. Esa experiencia de ingeniero de ser planificada, tener toda la información y saber elegir me ha ayudado mucho a la hora de ser alpinista y deportista de élite. Creo que sí se parecen las mentes de los unos y los otros. Un deportista de élite debe tener muy claro cuál es su objetivo de por qué está allí. A un deportista le apasiona lo que hace y a un empresario también. 

Ejerce como formadora en empresas nacionales e internacionales y de profesora en escuelas de negocio. ¿Qué destacaría de la formación empresarial en España? ¿Qué cambiaría? 

Hoy en día las formaciones empresariales en las universidades en todo el mundo, no solo en España, son muy parecidas. Destacaría que cada vez en las empresas es muy importante el factor humano. Es una tendencia que ya viene desde hace años. Esto es muy importante también en el mundo deportivo. Al final, cuando en una expedición, solamente detrás de todo, había mucha más gente: nosotros llegábamos a mover a 150 personas. Bien en España y en otros lugares este valor de las personas se transmite. 

Hay que formar grandes directivos con esto muy claro. Si tú llevas un puesto directivo muy alto será porque muchas personas te han ayudado. Una de las cosas que yo intento que aprendan es a gestionar sus vulnerabilidades. Que tú te formes para ser el mejor no quiere decir que, a la hora de que pongas en práctica tus conocimientos, no haya personas a tu lado que sepan más que tú. Siempre les digo que cuando ellos mismos lideren grandes equipos no tengan miedo de, siendo líder, pedir ayuda o decir ‘no sé esto’. Lo que sí quedaría claro es que los grandes equipos están formados de talentos diferentes. 

Vivimos en un mundo muy competitivo en el que tenemos que ser los números unos y creemos que tenemos que saber de todo, y yo creo que no. Eso es lo que cambiaría yo. Un directivo tiene que saber de muchas cosas, pero eso no quiere decir que tiene que saber de todo. El verdadero líder es el que sabe gestionar su vulnerabilidad para sumar talento.

Seguramente en el equipo habrá quién sepa más que él. Yo he sido la cabeza pensante de un proyecto como eran los 14 “ochomiles” y era buena alpinista, pero no la mejor. Había gente que escalaba mejor en hielo, pero yo he sabido gestionar esos equipos y apreciar el talento que tenían esas personas poder llegar entre todos a lo más alto. 

Como docente, ¿qué le gustaría que sus alumnos aprendan de usted? 

No lo sé, pero yo les digo siempre a mis alumnos que lo que hagan, les apasione porque el camino que recorremos en nuestras vidas no va a ser fácil. Ni para mí era fácil ser ingeniero como no lo fue alpinista. En esos cominos que recorramos siempre vamos a encontrar obstáculos, pero si lo que haces te apasiona, van a ser más fáciles de superar

Por eso, a los alumnos les transmito que encuentren lo que les apasiona y que ellos mismos escriban su propio libro de vida, porque, a veces, en nuestra sociedad somos muy influenciables por nuestro entorno. Todos queremos que nuestros hijos tengan lo mejor, pero a veces no nos damos cuenta de que son ellos los que tienen que escoger que es lo mejor para ellos. Nosotros les podemos asesorar, pero ya está. 

¿Qué diferencia al alpinismo de otros deportes de élite? ¿Qué debe caracterizar a un buen alpinista? 

Una de las diferencias es que nuestro deporte es muy extremo. Si a nosotros nos pasa algo no nos pueden venir a ayudar. Las comodidades que tiene cualquier otro deportista después de su competición para, por ejemplo, poder volver a un hotel, no las tenemos. Si nos pasa algo no tenemos un médico allí mismo, es muy extremo. Un alpinista es una persona que se sabe enfrentar a la soledad, a estar con él mismo y que es solidario. Se da cuenta de que su vida depende del que está a su lado y el que está a su lado depende la suya de él.  

En su web apunta que, cuando comenzó a escalar, apenas había mujeres que lo hiciesen. ¿Ha cambiado esto o todavía es una asignatura pendiente? 

Todavía es una asignatura pendiente totalmente. No hay muchas mujeres alpinistas, por lo menos en la gran montaña y en el alpinismo profesional. ¿Por qué no? Yo pienso que es una cuestión de nuestra sociedad también. Un alpinista se hace alpinista profesional y con experiencia ya entrada una edad. En otros deportes de élite, sus deportistas están en la élite desde los 18 a los 28 años. En el nuestro tú te haces profesional casi que a los 26-35 años. 

¿Qué ocurre? Que las mujeres, a partir de una edad, algunas empezamos a pensar en el futuro como familia, como madre, no nosotras solas porque muchas veces nuestra sociedad piensa por nosotras. Nuestro entorno te hace requerir que a los 30 años te haya casado o tengas hijos. El 80% te dice que no encajas. 

Quizás por esto las alpinistas nos hacemos profesionales muy mayores y hay menos mujeres en el mundo del alpinismo. Yo hablando con otras alpinistas y mujeres que quizás no estén al nivel profesional, uno de los hándicaps que ven es este, que no cuadra la posibilidad de tener una familia con escalar el Himalaya. Hay que pensar que nosotras cuando vamos a una expedición tenemos que estar fuera de casa más de un mes y medio o dos meses.  

¿Qué le espera a Edurne Pasaban? ¿Qué otras cimas tiene usted pensadas para el futuro? 

Pues no sé qué me espera. Parte de mi vida como la formación suele estar planificada. A mí me apasiona poder transmitir mis aprendizajes en la montaña al día a día del mundo empresarial. Si puedo ayudar, esto me satisface muchísimo, para mí es increíble. Una de las cimas es poder criar a mi hijo de cinco años con los valores que mis padres me transmitieron, que esto no es fácil en una sociedad tan competitiva, y con los valores que la montaña me enseñó. 

Me gustaría, quizá un poco más adelante, cuando crezca un poco más mi hijo, volver a retomar algunas cosas de montaña. No montañas de 8.000 metros, que aquello ya es una etapa pasada, pero mi contacto con el Himalaya y con las montañas ahora mismo con un niño es un poco lejano. Volver a retomar eso, no a nivel profesional, sino que aquello que comenzó siendo mi hobby y que se convirtió en mi profesión vuelva a ser de nuevo mi hobby y pueda seguir disfrutando de la montaña.  

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