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Revista Capital

El negocio del coltán

Por Pablo Poyo

El coltán se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del centro de África, pero los beneficios no repercuten en una población que sobrevive entre esclavitud, guerras y explotación infantil

El coltán es un mineral tan preciado como escaso. Su extracción es motivo de disputas internacionales, incumplimiento de leyes, explotación infantil y trabajo esclavo. La industria tecnológica necesita de este material para seguir abasteciendo la demanda de teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores de todo tipo. Es por ello por lo que se tiende a pasar por alto todo lo demás. 

Como sucede con otros recursos naturales, el negocio del coltán ha caído como una maldición sobre el país que posee el 80% de todas las reservas de este material. Este territorio, la Republica Democrática del Congo, se encuentra sumido en el caos provocado por el incesante hostigamiento de grupos guerrilleros, guerras civiles y la inestimable intervención de las empresas occidentales. 

Si bien algunas leyes-como la Dodd-Frank en Estados Unidos-obligan a las empresas que adquieren minerales de estas características a no comprar recursos naturales de zonas en conflicto, casi nunca se cumplen. Y así como uno de los materiales más demandados del planeta podría haber sido el salvavidas del centro de África, ha acabado por ser su perdición. 

La maldición de África 

El coltán es un mineral compuesto por la combinación de otros dos minerales: la columbita y la tantalita. La denominación coltán no hace referencia a ningún elemento de la tabla periódica, si no a la contracción de las primeras letras de las palabras columbita y tantalita: coltán

Aunque ambos minerales se combinan en proporciones no definidas, el interés de la explotación del coltán se basa en poder extraer el tantalio, por lo que el valor del la extracción final dependerá del porcentaje de tantalita. Normalmente, este porcentaje se sitúa entre un 20% y un 40%, a lo que hay que añadirle el óxido de tantalio, que abarca un amplio abanico de entre el 10% y el 60% del total. 

¿Por qué el coltán es tan codiciado? Una de sus principales ventajas es la alta eficiencia volumétrica, que permite reducir el tamaño de los condensadores que se usan en los equipos electrónicos. Además, es un material muy fiable y estable en un amplio rango de temperatura (−55 °C a 125 °C). 

Estas características hacen que los condensadores de otros materiales, como la cerámica, no puedan igualarlo. Las aleaciones metálicas que contienen tántalo, en niveles entre el 2 % y el 12 %, se utilizan en motores de aviones, en turbinas estáticas utilizadas para generar energía y en reactores nucleares. También se utiliza en acero quirúrgico así como para recubrir prótesis humanas, ya que no es reactivo ni irritante para los tejidos corporales. 

Es mucho más sencillo de comprobar la importancia del coltán si nos fijamos en un dispositivo que utilizamos todos los días: el teléfono móvil inteligente o smartphone. 

Los teléfonos inteligentes contienen tántalo por diferentes motivos. Por ejemplo, la introducción de este material ha permitido reducir el propio tamaño de los móviles en los últimos diez años. El motivo es la gran capacidad del tántalo para guardar una alta carga eléctrica en volúmenes reducidos, lo que permite simplificar el tamaño de las baterías. 

Pero hay más. El óxido de tántalo sirve para elaborar lentes de cámara más finas y pequeñas, y ayuda a mantener los materiales altamente conductores bajo control, y a las señales para pasar rápidamente a través del dispositivo. Además, el microprocesador también posee tántalo, ya que actúa como una barrera para mantener la integridad de los transistores dentro del propio chip.  

Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), la producción mundial de coltán para el año 2013 ya superaba las 590 toneladas métricas de tantalio minadas, aunque el pico de producción mundial se dio en el año 2002, cuando se llegó a las 1470 toneladas métricas. Según este estudio de la USGS, los mayores productores del mundo son Ruanda, Brasil, la República Democrática del Congo y Canadá. 

La República Democrática del Congo, que posee alrededor del 80% del total de las reservas mundiales, apenas produce el 20% de todo el coltán que se vende a nivel global. Hay varios factores que influyen en este porcentaje. 

Por un lado, el aprovechamiento de algunas empresas occidentales, que impiden que el país, uno de los más corruptos del continente, pueda acceder de forma beneficiosa a sus reservas. Por otro, la propia corrupción y los conflictos intestinos, facilitan el expolio por toda clase de empresas, señores de la guerra y mandatarios corruptos. Además, los países fronterizos, como Uganda o Ruanda, se aprovechan del caos congoleño para robar todos los años toneladas de este material, que luego exportan como suyo. 

Más de 120 grupos armados se lucran de la extracción ilegal de coltán para comprar armas con las que cometen masacres masivas sobre poblaciones civiles, violan indiscriminadamente a mujeres y niñas y secuestran a niños para convertirlos en máquinas de matar. Los crímenes contra la humanidad se encuentran a la orden del día en una región devastada por el conflicto de intereses de algunas de las entidades más poderosas del planeta. 

Desde 1998, la RD del Congo se encuentra enfrascada en una guerra interna y externa por el control de las minas de coltán. Las Naciones Unidas han denunciado en varias ocasiones las actividades ilegales de las Fuerzas de Defensa Ruandesas, acusadas de facilitar los contactos con empresarios y clientes occidentales para la explotación del mineral. El coltán es previamente enviado a Ruanda, donde se procesa antes de poder ser exportado.  

La ONU lleva años denunciando la esclavitud, el trabajo infantil, los asesinatos y el tráfico de recursos y de personas que provoca la explotación de este material, pero el que este negocio se haya vuelto tan lucrativo impide cualquier tipo de reacción internacional. 

El negocio de Occidente 

Una tonelada de coltán cotiza en el mercado a un precio de unos 400.000 dólares. Lo que en cualquier otro lugar sería una fuente de ingresos inagotable para las arcas públicas, en el Congo ha supuesto la ruina más absoluta. 

Los guerrilleros luchan por quitarse de encima al gobierno congoleño, y sus enemigos ruandeses pagan a diferentes grupos de mercenarios para perpetuar una guerra civil indefinida. Cualquier aldea, por pequeña que sea, puede convertirse en un polvorín si se descubre que en sus cercanías se esconde una mina de coltán.  

Las condiciones de la mina rozan la esclavitud. Jornadas laborales de más de 14 horas a cambio de un euro. Soldados rebeldes, armados con varas de madera, para golpear el lomo de los mineros para que trabajen más deprisa. Mujeres, algunas de ellas embarazadas, buscando el mineral para poder cambiarlo por algo de comida. O niños, muchos de ellos ni llegan a los 12 años, obligados a trabajar dentro de los túneles, ya que su tamaño es el idóneo para poder extraer el mineral que está en el interior. 

UNICEF ha calculado que hay más de 40.000 menores de edad trabajando en condiciones infrahumanas en las minas. Las muertes son habituales. De hecho, se calcula que al menos un minero muere al día extrayendo este mineral, cifra que se multiplica cuando la temporada de lluvias provoca avalanchas, desprendimientos y coladas de barro. 

Jugarse la vida en las minas de coltán es una de las pocas formas que tiene la población de este lado del mundo para subsistir un día más. Sin embargo, el sueldo medio de un minero oscila entre los 10 y los 50 dólares semanales. Puede parecer muy poco, pero un estudio de las Naciones Unidas revela que un trabajador promedio en la RD del Congo apenas gana 10 dólares mensuales. 

Esto facilita la llegada masiva de mineros que buscan hacerse "ricos" a riesgo de perder su vida en las tétricas condiciones de explotación y servidumbre a las que se ven sometidos.  

Existen las minas oficiales y las llamadas "rojas". Para que una mina sea "verde", el gobierno de la RD del Congo debe haber dado su visto bueno comprobando que no hay grupos guerrilleros que controlen la explotación del yacimiento. Pero la situación es tan caótica que solo el 2,8% de las más de 5.000 minas que hay en el país pueden calificarse como oficiales. 

Mientras tanto, los países occidentales hacen la vista gorda ante la urgente necesidad de nutrirse de este mineral. Al igual que pasa en China con las llamadas "tierras raras", lo importante es lograr los recursos necesarios para que la industria tecnológica continúe expandiéndose.  

La ley Dodd-Frank estadounidense no es la única que aborda la problemática de la compra de recursos ilegales en zonas de conflicto. En la Unión Europea nos encontramos con una ley recién aprobada en 2021, que pretende paralizar el tráfico ilegal de estos minerales de sangre.  

Los importadores europeos de estaño, wolframio, tantalio y oro deberán comprobar que las materias primas no provienen de zonas de guerra o se han utilizado para financiar a grupos armados. Los detractores critican que el reglamento deja varios flancos abiertos: obliga únicamente a los importadores de esos cuatro minerales –dejando fuera, por ejemplo, al coltán; no afecta a la importación de los productos manufacturados que contengan minerales de conflicto. 

En la Unión Europea hay 880.000 empresas que usan el estaño, el tántalo, el tungsteno y el oro en la producción de bienes de consumo. Es decir, necesitan estos materiales para mantener con vida sus negocios. Y precisamente por eso, se tiende a hacer la vista gorda. 

Algo parecido pasa al otro lado del charco. Un estudio de Amnistía Internacional publicado en el año 2015 que analizaba 100 de los informes presentados por 1.312 empresas norteamericanas como Apple, Boeing o Tiffany & Co, decía que el 80% de las empresas desconocían la procedencia de los minerales que usaban. 

Solo el 4% de dichas compañías confesó que sus minerales provenían de la República Democrática del Congo. Nadie quiere que caiga sombre sus espaldas la responsabilidad que suponen las muertes en el Congo, pero tampoco están dispuestos a hacer nada por evitarlo.  

En lo que respecta a la columbita, el otro mineral que compone el coltán, Brasil se sitúa como el mayor productor del mundo, acaparando el 91% de la producción mundial. Pero de nuevo, las principales potencias mundiales no paran de hostigar su extracción. 

China, que está a la cabeza de la producción mundial de tierras raras, ha hecho su aparición en el mercado de la columbita brasileña, adquiriendo algunas minas y acciones de diversas compañías en los estados de Minas Gerais y Goiás. 

Por el momento, ni las grandes potencias de Oriente ni de Occidente tienen pensado frenar el flujo de coltán hacia sus industrias más modernas, impidiendo encontrar una solución que termine con el goteo de muertos y refugios. La ONU cifra en más de cuatro millones los congoleños que han tenido que abandonar su país para salvar sus vidas. Más de 5.500 personas abandonan el país cada día, tratando de huir de un infierno en la Tierra que es cada vez más difícil de evitar. 

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