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Opinión

Redacción Capital

El dolor lumbar, la principal causa de discapacidad laboral entre la población activa

“El tratamiento del dolor lumbar provoca una escalada del gasto sanitario, es el segundo proceso más caro después del cáncer” 

El dolor lumbar (DL) es uno de los padecimientos más antiguos y más frecuentes del ser humano. Es la mayor causa de discapacidad laboral entre la población activa, el segundo motivo de visita médica y en las últimas décadas ha pasado a ser la tercera causa de cirugía. Esto ha originado una escalada del gasto sanitario debido a la utilización de instrumentaciones, implantes y prótesis para su tratamiento, llegando a ser el segundo proceso más caro después del cáncer. 

Actualmente, se considera que un 70% de los dolores agudos recurrentes y entre un 26% y 40% de los DL crónicos tienen un origen discal, lo que parece justificar que más del 80% de la población sufre, al menos, un episodio de DL a lo largo de su vida. 

¿Por qué es tan frecuente el DL discogénico? 

El disco es una estructura más frágil de lo que se piensa. Su vulnerabilidad es inherente a su propia biología. En primer lugar, es la estructura sin nutrición vascular más grande del cuerpo humano, tiene escasa población celular y carece de inervación. En segundo término, el disco es la estructura músculo-esquelética que más precozmente se deteriora. Ésta inicia en la segunda década de la vida y tiene una progresión lineal desde los 20 a los 80 años, afectándose predominantemente en los dos últimos discos lumbares. Por último, y no menos importante, el disco está sometido constantemente a fuerzas de extraordinaria magnitud como son las de compresión y de cizallamiento. 

Además, no es una estructura biomecánica perfecta. Está diseñado para resistir cargas de compresión de forma efectiva, pero no así para las cargas torsionales. De ahí que la mayoría de las lesiones se producen por estrés torsional o por cargas repetitivas debido a que tiene baja tolerancia a la fatiga y propensión a la acumulación de daño. En consecuencia, son muy frecuentes las fisuras en el anillo fibroso (AF) y los platillos cartilaginosos. 

Las ocupaciones y deportes que tienen riesgo potencial de inducir estas lesiones son aquellas que demandan esfuerzos físicos, como levantar pesos, movimientos repetitivos de flexión o rotación cargando objetos pesados o que requieran movimientos reiterativos combinados de  flexión-inclinación lateral y rotación del raquis. 

Los estudios con resonancia magnética demuestran que solo los discos de adolescentes preservan su estructura original. Los discos “normales” de una persona adulta a partir de los 30-40 años muestran cambios degenerativos en forma de fisuras, protusiones, hernias y disminución de su altura. Estos cambios pueden llevar a un error de interpretación, ya que, por su alta incidencia en la población normal, en lugar de considerarlos como relacionados con la edad pueden ser interpretados como “enfermedad” con el riesgo de inflación de diagnósticos y tratamientos. 

La mayoría de las lesiones comentadas se resuelven espontáneamente mediante una inflamación reparativa que finaliza cicatrizándolas con tejido conjuntivo. Es decir, el disco no se regenera, pero si tiene capacidad reparativa y de readaptación mecánica. De ahí, que en la mayoría de los casos el tratamiento conservador incluyendo fisioterapia y ejercicios sean eficaces. 

Esto justifica que un gran porcentaje de los DL agudos recurrentes evolucionen favorablemente y solo alrededor de un 10% se cronifiquen. En este último grupo, deben tenerse en cuenta la posible influencia de factores psico-sociales como son la ansiedad, la depresión, la insatisfacción laboral, los litigios, la compensación económica, etc.  

Hasta ahora, la interpretación del dolor discogénico y su tratamiento ha sido puramente mecanicista (artrodesis, fusiones, implantes, etc.). Sin embargo, hoy sabemos que el disco es una estructura biológicamente muy activa, capaz de poner en marcha la reparación de sus lesiones a través de una inflamación de forma similar a otros tejidos. 

La investigación actual ha puesto el énfasis en las moléculas responsables de ese proceso para utilizarlas como dianas de tratamientos biológicos con inmuno-moduladores de la inflamación, entre los que se pueden incluir la terapia celular con células troncales mesenquimales (CTM) que ya se está aplicando con buenos resultados. El secretoma de éstas CTM o anticuerpos monoclonales de amplio espectro, como son el factor de crecimiento transformante beta y la interleucina IL-10, son una alternativa prometedora. Se demostrado su eficacia en los laboratorios, tanto in vitro como en estudios pre-clínicos. 

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