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Opinión

Redacción Capital

Del QE al aumento de tipos: retos y desafíos

“Puede que sea la primera vez en la historia moderna que la realidad desmiente un consenso tan amplio acerca de un pronóstico económico negativo” 

Era casi un derecho: derecho a endeudarse sin coste para comprar una vivienda o invertir en una startup. Hace más de 10 años que empezó la política de tipos bajos y compra masiva de deuda pública por parte de los principales bancos centrales occidentales (quantitative easing), que se tradujo, para individuos y empresas, en préstamos prácticamente sin coste y, valga recordarlo, depósitos sin remuneración. 

Dicen que la memoria es corta, y lo cierto es que lo que tenía que ser una política puntual de recuperación de la crisis de 2008 se había convertido en más que una costumbre. Para los menores de 35 años, ha sido el único paradigma económico que conocen. Un derecho al dinero gratis. 

El nuevo paradigma de inflación y tipos que estamos viviendo en Occidente desde hace un año tiene consecuencias directas sobre los ciudadanos, los inversores y las empresas, pero también sobre el propio sector bancario. Los servicios internos de los bancos y las consultoras especializadas están realizando todo tipo de simulaciones, test de estrés y escenarios, pero lo cierto es que disponemos de pocos datos históricos de calidad para prever cómo se van a comportar las grandes masas que conforman la cuenta de resultados y el balance de los bancos. 

Es un ejercicio que atañe por igual a la macroeconomía como a la geopolítica, la sociología e incluso de la psicología. Incluso si el euríbor subiese al 4,5% (el escenario más pesimista que manejamos en Accuracy), sería un tipo históricamente bajo. Pero no sabemos cómo reaccionarán los inversores y los ciudadanos. Quizás por eso es hora de reconocer que últimamente los modelos no han funcionado y que la recesión anunciada no ha llegado ni parece que llegará. Puede que sea la primera vez en la historia moderna que la realidad desmiente un consenso tan amplio acerca de un pronóstico económico negativo. 

En lo que sí han acertado los modelos es en que, a corto plazo, la nueva situación de tipos vuelve a poner a los bancos en disposición de desarrollar de manera normal la esencia de su negocio: tomar dinero a un coste y prestarlo a un precio superior, obteniendo un margen de intermediación. 

El nuevo paradigma es en realidad el de siempre. Así que la primera consecuencia del aumento de tipos para el sector bancario ha sido un incremento sustancial de los beneficios por la subida inmediata los ingresos indexados al euríbor y la contención de los costes de financiación (entre ellos, la remuneración de los depósitos) y de la mora. Para ilustrarlo, basta observar que la rentabilidad sobre fondos propios (ROE) de los cinco mayores bancos españoles ha subido entre 100 y 300 puntos básicos en el ejercicio 2022 respecto a 2021.  

Sin embargo, el cielo no está para nada despejado para el sector: en primer lugar, la inflación en Europa sigue por encima del 8% y la subyacente está todavía subiendo, incluso en España (7,5% en enero). Teniendo en cuenta que el objetivo del BCE es que la inflación se sitúe en un 2%, no cabe duda de que los tipos seguirán subiendo rápidamente, por lo que es previsible que, incluso si no entramos en recesión, por un lado, el volumen baje (menos hipotecas) y la mora se incremente, lo que requerirá nuevas provisiones. 

En segundo lugar, los costes operativos aumentarán en 2023 más rápidamente que en el pasado: hay inflación de sueldos empujada por la subida del salario mínimo, necesidades de continuar el esfuerzo en digitalización y presión social y política para que los bancos presten servicios básicos en la España vaciada, aun a pérdida. 

En tercer lugar, la incorporación en la regulación bancaria del riesgo climático tendrá como consecuencia mayores costes y quizás una reducción del volumen ante el encarecimiento de prestar a ciertos sectores. Por último, los principales bancos españoles están expuestos a riesgo país: México, Reino Unido, Brasil o Turquía, entre otros.  

Es cierto que la banca española está entre las más saneadas de Europa y puede a priori absorber escenarios muy adversos. Se impone, sin embargo, un deber de vigilancia particular de la parte de sus departamentos de riesgo ante un escenario que a medio plazo tiene más sombras que luces. 

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