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Opinión

Carolina Hernández

¿Jefes diablos o empleados parásitos? 

“Las sociedades más sanas y más libres son aquellas que se componen de personas autónomas, que saben actuar ante cualquier situación” 

Últimamente reflexiono mucho sobre hacia dónde va la sociedad. Los efectos de la globalización; el desarrollo de la tecnología; la abundante legislación, la protección de derechos en las sociedades occidentales… ¿Hacia dónde confluye? 

Tengo una gran posibilidad de observar diariamente el comportamiento de muchos jefes (masculinos y femeninos) y de multitud de empleados (masculinos y femeninos también). Y observo que, en estos momentos, hay un desequilibrio visible entre la protección a los empleadores y a los empleados. 

Parece bastante claro que las legislaciones nacientes buscan acabar con esos ‘jefes diablos’ que creen que tienen derecho a todo y por encima de cualquier persona. Y, personalmente, me parece fantástico, porque abogo por la humanización de las empresas, así como por la ética y el respeto de las personas. Pero… ¿esas mismas leyes no están haciendo aflorar a un mayor número de ‘empleados parásitos’

Yo no lo sé a ciencia cierta, lo que sí observo en muchas empresas es un incremento de personas con falta de autonomía y responsabilidad en sus funciones profesionales, incluso cuando hay jefes que se ocupan y se preocupan de que su ecosistema humano crezca y evolucione en un entorno de bienestar en la empresa. Puede deberse a una educación cada vez más laxa; o bien a un exceso de proteccionismo legislativo; o bien al acomodamiento en la llamada sociedad del bienestar, o a un mix de todos estos factores. 

Me preocupa de verdad el desinterés que muestran algunas personas en el desempeño de su trabajo, así como la falta de sensibilidad hacia sus compañeros y compañeras que deben hacer un trabajo extra para cumplir los objetivos. Y a este tipo de personas, que por fortuna no son la mayoría, es a quienes me refiero como ‘empleados parásitos’

Vivimos en un país en el que más del 95% del tejido empresarial español son microempresas, pequeñas y medianas empresas, las cuales constituyen el 65% del PIB y generan el 75% de los puestos de trabajo directos, a lo que habría que sumar un número importante de puestos de trabajo indirectos. Son datos muy importantes que tener en cuenta por parte de las Administraciones Públicas, puesto que un ahogamiento de este segmento de la sociedad empresarial puede suponer efectos devastadores para un país, como ya se vio, desgraciadamente y por otras cuestiones, en la crisis del 2008. 

Las obligaciones a las que en estos momentos se enfrentan las empresas a nivel legislativo son muy importantes y, sobre ellas, recae una serie de responsabilidades que antes pertenecían a otros organismos y para las que tienen que dedicar unos recursos importantes.   

Es importante la protección de los trabajadores, al igual que es importante la protección de quienes los emplean de una manera justa e igualitaria. Y, hoy por hoy, parece que la balanza se decanta hacia uno de los lados. En las organizaciones empresariales se necesita gente autónoma, que sepa resolver situaciones complejas en el día a día, personas que crezcan y evolucionen profesionalmente porque se enfrentan a situaciones tan complejas como la sociedad en la que vivimos. 

El excesivo proteccionismo resta autonomía y responsabilidad a las personas. Sólo hay que pensar en cómo afrontan las circunstancias de la vida esos hijos que están super-protegidos por sus progenitores. Las personas necesitan enfrentarse a situaciones diversas para evolucionar y convertirse en mejores versiones de sí mismas.  

Las sociedades más sanas y más libres son aquellas que se componen de personas autónomas, que saben actuar ante cualquier situación que les plantee su profesión. La biología tiene muy claro que un parásito es un organismo que vive sobre un organismo huésped o en su interior y se alimenta a expensas de él. Ni jefes diablos, ni empleados parásitos. A toda la sociedad nos toca decidir qué tipo personas queremos que conformen la sociedad que heredarán nuestros hijos. 

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