sábado 02 • diciembre 2023

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La economía de Europa cada vez pesa menos en el mundo

La economía de la Eurozona lleva treinta años perdiendo peso en el mundo, en beneficio de Estados Unidos y China

A principios de los años 90, la economía de la actual Zona Euro era la poderosa del mundo. Según los datos de J.P Morgan, por aquel entonces el peso económico de la Eurozona en el mundo rondaba el 30% del total, por encima incluso de los Estados Unidos de América.

La competencia era tan grande, que desde el otro lado del charco se plantearon medidas estratégicas para frenar a la imparable Europa en el futuro. Y puede que esas tácticas dieran sus frutos, porque desde entonces, Europa ha caído en un pozo del que no ha podido escapar.

Del tú a tú a una caída sin frenos

A comienzo de los noventa, la actual Eurozona era el lugar más próspero y con más peso económico del planeta. Solo Estados Unidos parecía interponerse en un futuro que parecía brillante.

En el seno de la democracia estadounidense comenzó a debatirse la posibilidad de frenar la economía del Viejo Continente mediante un plan de acción, para fomentar el proteccionismo y evitar la intrusión europea al otro lado del charco. Pero ninguna de las dos potencias parecía darse cuenta de lo que se estaba formando a miles de kilómetros de allí.

En el otro lado del mundo, la China de Deng Xiaoping daba carpetazo a los años ochenta con una política económica reestructurada que sus sucesores, desde Jiang Zemin hasta Hu Jintao, continuarían aplicando. En los años noventa, China apenas cargaba con el 2-3% del peso económico mundial.

Al iniciarse el nuevo milenio, el PIB nominal del país asiático todavía no representaba ni el 5% del peso total de la economía mundial. En pleno año 2000, Japón, que hasta los años noventa parecía que iba incluso a superar a Estados Unidos, había caído con fuerza, pero a pesar de todo, su economía representaba el 15% del PIB mundial, tras una leve recuperación a finales de los noventa.

Por el contrario, la Eurozona comenzaba una caída de la que ya nunca se recuperaría. En el año 2000, el peso de la economía europea en el mundo rondaba el 21% del PIB total. En el otro lado de la balanza estaba la floreciente economía estadounidense. Con la desintegración de la Unión Soviética, los americanos se habían quedado sin rivales militares, al tiempo que la economía de la URSS se hacía añicos, disgregándose entre los nuevos Estados independientes, que ya no merecían la más mínima atención de sus antiguos enemigos.

Tras competir con Europa por el primer puesto en términos económicos durante los noventa, Estados Unidos entró en el nuevo milenio como campeón absoluto, con un PIB nominal que llegó a representar casi el 35% del peso económico global.

El ascenso infinito del dragón chino

Europa lleva décadas preocupándose por políticas que nada tienen que ver con la mejora de la economía. Justo lo contrario que China y Estados Unidos.

La pérdida de influencia mundial de la zona euro está ligada a la propia idiosincrasia del continente. Mientras Estados Unidos posee un mercado unificado y un gobierno que actúa para proteger sus intereses económicos, Europa tiene que lidiar con infinidad de trámites burocráticos y problemas de producción y distribución entre los diferentes miembros, ya que cada uno quiere imponer su criterio por encima del otro. Las chispas saltan entre Francia y España más veces de lo que deberían cuando hablamos de agricultura, o entre Alemania y los países del sur en términos de deuda.

Un estudio de la Universidad de Groningen cita cuatro razones por las cuales la economía de Europa lleva dos décadas quedándose muy atrás. La primera y más evidente es que Europa llegó tarde a la transformación tecnológica que en Estados Unidos se dio en lugares como Silicon Valley.

La segunda es el mercado laboral, caracterizado por el paro juvenil y la crisis monetaria que viven los jóvenes en países como España, Portugal, Italia o Grecia, además del aumento de la población mayor de 65 años en todo el continente. La tercera es la fragmentación del mercado europeo y de sus empresas, menos eficientes que las norteamericanas. La cuarta y última razón que da el estudio es la crisis financiera prolongada derivada del colapso del 2008, que ha provocado la disminución de los fondos destinados al I+D+i en toda Europa.

Por su parte, China posee una ventaja respecto a sus competidores: un mando único y estricto que dirige el país con mano firme e interviene en la economía las veces que sea necesario. Su papel como fábrica del mundo le ha granjeado un crecimiento sin parangón, incluso en los momentos más duros de la crisis del 2008. Mientras Estados Unidos veía desplomarse su economía y Europa se sumía en una crisis de modelo de la que aún no ha salido, China seguía creciendo.

En 2005, la economía del Gigante Asiático representaba el 5% del PIB nominal mundial. Después de casi dos décadas extendiendo sus tentáculos por medio mundo y tras irrumpir como socio comercial principal en casi todos los mercados, en 2020 China se había subido al podio de los ganadores: su economía superó el 20% del peso económico mundial, por encima de la Eurozona.

Ni siquiera la pandemia frenó el increíble avance de China. Mientras el resto del mundo entraba en recesión, los chinos continuaban creciendo, aunque a un ritmo más lento del esperado. Su PIB creció casi un 3% en pleno 2020, al tiempo que la economía de Europa entraba en una recesión nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial, y Estados Unidos palidecía por las consecuencias del Covid.

La hegemonía del dólar

A día de hoy, el estudio realizado por J.P Morgan revela que EEUU sigue siendo la economía más grande, con un peso del 26,6% del PIB global. China sigue recortando distancias a un paso acelerado y alcanza el 20,5%, afianzando aún más su posición como la segunda economía más grande, alejándose de la zona del euro (16,8%), que ocupa el tercer lugar. China superó a la zona del euro en 2019, pero desde entonces no ha dejado de ampliar la brecha.

Por otro lado, Japón (5,7%) ocupa el cuarto lugar. El Reino Unido (3,7%) supera a India (3,6%) por el último puesto entre los cinco primeros. Juntas, las cinco principales economías representan casi las tres cuartas partes del agregado de producción global. India, Canadá, Corea del Sur, Rusia y Australia completan el top 10.

Los expertos de J.P Morgan aseguran que “la tendencia económica de la zona euro es preocupante”, algo que constatan los datos macroeconómicos de los últimos trimestres. De la misma manera, los analistas dan otro dato clave: el deterioro del peso de la zona del euro de 2020 a 2021 se debe en gran parte a la caída del valor del euro frente al dólar estadounidense.

Y es que el dólar estadounidense sigue siendo la divisa hegemónica en prácticamente todas las operaciones comerciales alrededor del mundo. El dólar está presente en nueve de cada diez transacciones económicas a nivel mundial, representando de igual forma el 60% de las reservas de divisas de los bancos centrales, aunque llegó a situarse en torno al 70% en 1999, según el Banco de Pagos Internacionales (BIS) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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Composición por monedas de las reservas oficiales de divisas Fuente: FMI

El euro se sitúa mucho más abajo. Con un 20,5% y en segundo lugar, el euro representa un gran porcentaje de la composición de las reservas mundiales de divisas, aunque muy, muy lejos del todopoderoso dólar. El yen japonés completa el podio con un 5,5%. Los yuanes, por su parte, a pesar de haber vivido una expansión sin precedentes, por el momento solo están presentes en el 2,7% de las reservas de divisas mundiales, por debajo de la libra esterlina, que representa el 4,9% de la composición total de las reserva mundial de divisas.

Aunque la cuota del comercio mundial que ocupa EE.UU. es tan solo del 10%, cerca del 40% del comercio de bienes se realiza en dólares, según las estimaciones del Banco Central Europeo (BCE). Además, los pagos de deuda pública, las transacciones en los mercados de capitales y las cotizaciones de las principales materias primas, como el petróleo, también se realizan en moneda americana, sea dentro o fuera de las fronteras estadounidenses.

Según la Reserva Federal (FED), es la seguridad la que convierte al dólar en la moneda hegemónica por antonomasia. Pero lo cierto es que el dólar vive en un monopolio que no quiere compartir con nadie más. El euro ha intentado asomar la cabeza en la última década, pero el paso del tiempo ha demostrado que el mundo sigue confiando en el poder de Washington. El yuan, por su parte, todavía tiene mucho camino por recorrer.

De hecho, las principales potencias europeas importan mayoritariamente en dólares. Estas importaciones en la moneda americana suponen el 48,4% en Alemania, el 52,5% en España, el 45,3% en Francia, el 49,5% en Italia o el 50,7% en los Países Bajos.

La mayor productividad americana es otro de los factores que va en detrimento de la economía europea. Estados Unidos es de los pocos ejemplos de país desarrollado en el que verdaderamente se trabaja mucho más (1.767 horas al año), pero también se produce de forma más eficiente (73,37 dólares por hora)

Los españoles trabajamos de media 1.577 horas al año, pero nuestra productividad no pasa de los 51,23 dólares por hora trabajada. Y aunque nos vayamos a lo mejor que tenemos en Europa -que es, cómo no, Alemania-, la productividad no supera los 67,56 dólares por hora trabajada, de un total de 1.332 horas al año. Por ende, podemos concluir que en Estados Unidos no solo se trabaja más que en Europa, sino que se hace de forma más eficiente.

Con una desaceleración económica más que visible y una población en edad de trabajar que no hace más que descender, Europa verá como antes de que acabe el siglo su población en edad laboral se verá reducida en 57 millones de personas. Sin una transformación industrial ni una regulación del comercio continental más efectiva a la vista, las diferencias entre Estados Unidos y China con la zona euro seguirán incrementándose en el futuro.

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