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Los bancos centrales de Bahamas y China lideran la carrera por las monedas digitales  

El 90% de las instituciones monetarias internacionales investiga esta tecnología de las monedas digitales El euro digital estará en circulación en 2025 y el prototipo estará listo a finales de este año  El mundo digital ha penetrado con fuerza en el sector de los pagos en los últimos años. Una tendencia que, obviamente, se ha visto acelerada con la pandemia. Así, las tarjetas contactless o el móvil han ido desplazando el uso del dinero en efectivo. Solo en Europa, se registrarán 61.816 millones de transacciones en 2026, una cifra que crecerá a un ritmo interanual del 17% en los próximos años, según Telecoming.  “Aunque la digitalización es un fenómeno general que incide sobre prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida, creo que es en este de los pagos en el que las oportunidades que abren las nuevas tecnologías se están desarrollando con mayor velocidad”, indica Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, en el prólogo del documento sobre dinero digital y sistemas de pago publicado por Fide.  Este horizonte, a la par que el auge de las criptomonedas, ha aumentado el interés de los diferentes bancos centrales por desarrollar sus monedas digitales. No en vano, según el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés) cerca del 90% de los bancos centrales está investigando activamente el potencial de las CBDC o central bank digital currency, un 60% está experimentando con la tecnología y un 14% está implementando proyectos piloto.  Los más avanzados en este campo son el yuan digital (e-CNY) y el dólar de arena (Bahamas), que ya es una realidad. En el caso de China, lleva dos años realizando pruebas de su moneda digital. Según datos del departamento de mercados financieros del Banco Popular de China, en este periodo las transacciones acumuladas del yuan digital alcanzaron…
Por Borja Carrascosa, director de Capital Alemania también sufre. Por primera vez en los últimos 13 años, los inversores empiezan a operar y, sobre todo, a planificar movimientos en un escenario geopolítico y económico cada vez más próximo a la realidad. En este “proyecto” global de mundo real, a pesar de la cobertura de los bancos centrales, también es posible que ocurran cosas muy malas. Tras sufrir el impacto de la pandemia, y en pleno proceso de recuperación, pocos esperaban que Rusia invadiera Ucrania, que hubiera una crisis migratoria o que los precios se dispararan dos dígitos. Pero ocurrió. En este contexto, la inflación y la crisis de la cadena de suministro impiden a la Reserva Federal (Fed) y al Banco Central Europeo (BCE) seguir siendo los protectores del mercado. En vez de eso, deben combatir las subidas de precios con políticas monetarias más agresivas para que la economía real -de un mundo que aspira a ser también “real”- respire. Después de muchos años sin gestionar los riesgos de una forma activa, la geopolítica y el conflicto en Ucrania obliga a los diferentes países a revisar estrategias inversoras. De hecho, este nuevo contexto ha puesto en entredicho hasta la aparentemente intocable e incuestionable solvencia de Alemania. "tras muchos años sin gestionar los riesgos de forma activa, la guerra obliga a los países a revisar sus estrategias" Europa depende de Rusia, Ucrania y Bielorrusia especialmente en el ámbito energético, pero no solo en el segmento del gas -el 37% del consumo anual y difícilmente sustituible-, el petróleo -el 21%, cuyo relevo supondrá pagar costes mayores- o los combustibles fósiles -el 45%-. El suministro de hierro, níquel o paladio, así como el de varias semillas oleaginosas, también se ha visto perjudicado, y Alemania, en este contexto, es el país más expuesto por…