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El valle de las mil tormentas

Nunca recuerdo bien si es antes o después del letrero que marca la separación entre Cantabria o Palencia. Da igual, porque la carretera estrecha marcada por un letrero con el número CA-281 no sabe mucho de límites o de fronteras. Los viejos mojones de piedra están casi sustituidos por feas placas metálicas, que no tienen ningún encanto pero ayudan a la conducción en los días de bruma, que cada vez son menos frecuentes. El Mirador del Jabalí y el del Zorro están vacíos y solo en el Mirador de la Cruz de la Cabezuela hay una camper con matrícula holandesa que denota que se han equivocado de carretera, pero están encantados. Así son las cosas en el Valle del Nansa. Uno de esos lugares de gran belleza natural y cultural que merece la pena visitar, pero que no se debe recomendar a cualquiera. Con sus paisajes impresionantes, su rica historia y su encanto rural, el Valle del Nansa ofrece a los visitantes una experiencia única. Esa sensación de ir hacia el mar por una carretera casi olvidada paga con creces nuestro consumo de tiempo en nuestro reloj y datos en nuestro móvil. En un principio no estamos en el Nansa. Una pequeño arroyo, conocido como Verdujal, pone el agua, Salceda pone su iglesia, Virgen de la Sierra; Cotillos pone la Ermita de San Miguel y algún que otro paisano pone las vacas tudancas, que posiblemente sean el ganado vacuno más elegante de toda la cornisa cantábrica. Así es la vida aquí, las montañas huelen a mar y durante siglos no se comía pescado. San Mamés, Callecedo o La Laguna marca parte de la carretera. Si no has comprado pan en Casa Enrique y no has probado sus guisos no mereces bajar por este valle. Sus paisajes son espectaculares, con verdes…
Jesús Sánchez: "Puede ser que los propios cocineros de cocina de vanguardia hayamos hecho una mirada hacia esa cocina tradicional para hacer nuevas propuestas" Los hoteles más lujosos de la capital de España acogen diferentes propuestas gastronómicas abanderadas por cocineros de prestigio para satisfacer todos los gustos de los clientes. Es el caso de Jesús Sánchez, dueño del restaurante El Cenador de Amós (Villaverde de Pontones, Cantabria), que este año celebra sus 30 años de existencia. Sánchez ganó el Premio Nacional de Gastronomía en 2022, cuenta con tres estrellas Michelin, tres soles Repsol y una Estrella Verde. Tras abrir el Restaurante Amós en la capital, ahora refuerza su apuesta por Madrid con una nueva terraza en el hotel Rosewood Villa Magna.  ¿Venir a Madrid ha sido una necesidad, un reto o una oportunidad?  Un reto y una oportunidad. No teníamos necesidad de venir a Madrid. En estos 30 años de El Cenador de Amós hemos tenido muchas ofertas y ésta la tomamos en un momento muy especial para Madrid, en la que se estaba produciendo una eclosión gastronómica increíble y se perfilaba como una ciudad gastronómica muy importante, más allá de nuestras fronteras.  Así que fue un reto motivante.  ¿De qué año estamos hablando?  La propuesta nos llegó un poco antes de la pandemia, a finales del año 2019, y luego durante la pandemia estuvimos fraguando todo lo que suponía el desembarco en Madrid y en el Villa Magna.  ¿Estar bajo el paraguas del Rosewood Villa Magna, que aporta seguridad y prestigio, fue un incentivo importante?  Sí, totalmente, sin dudarlo. Pero además de que este hotel está situado en el corazón de la milla de oro de Madrid, hay que añadir también el compromiso de la dirección, las facilidades que nos dieron y la apuesta del establecimiento por su renovación…