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El carbón, la energía que todos quieren eliminar pero cuyo consumo global sube 

La Agencia Internacional de la Energía asegura que la cantidad de electricidad generada con carbón creció un 9% en 2021 hasta alcanzar un nuevo récord histórico a un máximo histórico de 10.350 teravatios-hora, según el informe Coal 2021 de la AIE Por Adrián Álvarez Tascón  La rápida recuperación económica y el fuerte aumento del precio del gas natural ha aumentado la demanda de la energía generada con carbón con el fin de hacerla más competitiva en costes. Pero no solo se ha incrementado el consumo de carbón para la generación de energía, también el derivado de la producción del acero o el cemento ha crecido aproximadamente un 6%.  De seguir la tendencia actual y siempre dependiendo del ritmo de crecimiento económico y los patrones climáticos, 2022 podría suponer de nuevo un récord en consumo de carbón y directamente proporcional de emisiones de CO2 a la atmosfera, algo que es totalmente opuesto a los esfuerzos para conseguir frenar el calentamiento global.  Tanto India, con un 12% de aumento en 2021, como China, con un 9%, han batido sus propios récord nacionales de consumo y entre las dos potencias alcanzan el consumo de dos tercios de la demanda mundial, aunque los que más han visto aumentado dicho consumo en 2021 han sido Europa y Estados Unidos con un 20%, alejándose de los descensos establecidos en pro del medio ambiente y la sostenibilidad para este periodo y que estaban marcados en un -15% para el país americano y en un -18% para el viejo continente.    A la luz de estos datos, desde la Agencia Internacional de la Energía no han dudado en enviar un mensaje muy claro: es necesaria una acción política rápida y firme, insistiendo en que “se está ensanchando la brecha entre las declaraciones políticas de países que prometen alcanzar el…
Por Elisabet Alba  Construir el presente sobre los cimientos del pasado para tener futuro: la encrucijada de los municipios mineros sin carbón. Durante décadas prefirieron desoír el final que España y Europa venían advirtiendo. El cierre del sector parecía tan lejano, casi imposible. Cómo se iba a terminar una forma de vida, una cultura, una sociedad que no es que estuviera arraigada, es que no había otra.  Con inversiones millonarias en las comarcas mineras desde los años 90, el cierre definitivo en 2018 de las minas del carbón y de las centrales térmicas han dejado a estas zonas sumidas en una crisis de actividad. Ni siquiera la negativa de los empresarios a devolver las ayudas percibidas, para rentabilizar la extracción nacional del mineral que tenía que empezar a sostenerse por sí misma, fue prueba suficiente. Tampoco se dio importancia entonces a dedicar las subvenciones para crear una alternativa económica a carreteras, polideportivos o piscinas que les daban servicios con los que sus pueblos, un día grandes y cada vez más pequeños, solo podían soñar.   Hace ya más de tres años que los augurios, que parecían catastrofistas, se hicieron realidad y ahora las cuencas tienen que apurar para no perder el último tren en forma de fondos, que esta vez prometen una Transición Justa, para aprender a vivir con otros recursos que les quedan en su tierra.   El carbón, un ‘todo’ que se agotó  Todos los municipios mineros comparten una historia pareja con idéntico final, pero la solución no es la misma para cada territorio. Han de buscar sus singularidades para convertirlas en puntos fuertes, apostar por ellas y tratar de parar la sangría poblacional que los condena a tener una pirámide invertida cada vez más envejecida que los aboca, también a ellos, a la extinción.   Hace tiempo que dejaron de…