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Escribano

Escribano produce una cámara térmica para detectar fiebre, comprobar el uso de mascarilla y medir la distancia de seguridad entre...

La empresa de ingeniería española Escribano Mechanical & Engineering, anuncia la producción de un sistema electroóptico de infrarrojos de tercera generación para la detección de fiebre en personas afectadas por la COVID-19. Dicho sistema recibe el nombre de SPARROW FSS (Fever Screening system) y es desarrollado en exclusiva por Escribano Mechanical & Engineering. SPARROW FSS, basado en la tecnología de infrarrojos propia de la compañía y cuya imagen puede verse bajo estas líneas, mide la temperatura superficial e identifica con precisión a las personas cuya temperatura corporal es superior a la normal. Es por ello un sistema muy útil para la identificación de aquellas personas que sufren fiebre sistémica ocasionada por el COVID-19 u otras afecciones como ébola, gripe común, SARS, etc. La termografía infrarroja es un medio de monitorización a distancia de la temperatura elevada del cuerpo humano que puede ser empleada de manera rápida y masiva. La cámara adquiere la radiación infrarroja proveniente de cada persona dentro de su campo de visión para posteriormente corregirla y transformarla a una temperatura especifica. Este sistema de escaneo de temperatura no afecta al individuo y no provoca la interrupción del movimiento, lo que le da mucha versatilidad al poder ser instalado en zonas con gran flujo de personas sin provocar retenciones, como puede ser la entrada de un edificio, aeropuertos, estaciones de tren, estadios, etc. La cámara ya está siendo usada de forma satisfactoria por la UME (Unidad Militar de Emergencias) para el control de acceso al cuartel General facilitando así la detección de personas infectadas y permitiendo que el proceso sea más rápido, eficaz y evitando la utilización del termómetro de forma individual. ESCRIBANO M&E ya presentó en la feria LIMEX junto a la empresa también española BUAVI las últimas soluciones con alto valor tecnológico en sistemas electrópticos, software y…
De un taller en Coslada a las corbetas del PacíficoCuando se pusieron a trabajar, el taller fabricaba repuestos para carretillas de Toyota en una pequeña nave de cien metros cuadrados. Al cabo de un tiempo, cuando tenía 19 años, Ángel cogió su bicicleta y se plantó en la cercana sede de Construcciones Aeronáuticas (CASA). Allí dijo que había quedado con alguien del departamento de compras; no recordaba su nombre. “Me lo había inventado todo, pero me dejaron pasar y hablar con una persona. A partir de ahí empezamos a fabricar piezas del lanzador de satélites Ariane 5”, recuerda Ángel Escribano. Este primer punto de inflexión duró unos años, hasta que en 2011 llegó el definitivo. Ángel conoció en un evento en Barcelona a un profesional de su sector que trabajaba en Omán. Le dijo que le gustaría ir a un partido de fútbol, y preguntó a Escribano si podría conseguirle unas entradas. Habló con un proveedor, del que sabía que tenía un palco, e hizo la gestión. Fueron juntos y, al final del partido, después de haberle tratado a cuerpo de rey, le dijo que le pondría en contacto con el fondo soberano de Omán. Escribano viajó allí y, tras mostrarles su producto y convencerles, le dijeron que el rey Juan Carlos I había estado hacía poco en su país y les indicó que invertían poco en España. Entonces, el interlocutor de Escribano le dijo que invertirían en su empresa. En concreto, 18 millones de euros. Aquella inversión supuso que el fondo soberano de Omán se hiciera con el 32% de Escribano. El 68% restante permanece en manos de Ángel y su hermano. Lo paradójico es que no han tocado ese dinero. La empresa genera caja suficiente para sobrevivir más que de sobra. Y eso que los equipos tienen un…