Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

proveedores

Cómo reflotar una empresa

He visto a ejecutivos salir huyendo de sus empresas porque no aguantaban la presión que les llegaba de bancos, sindicatos, proveedores…”, relata José Manuel Muriel, experto en reflotar compañías en serias dificultades. Si nos centramos en España, y solo durante el pasado mes de febrero, se iniciaron 443 procesos formales de insolvencia. Cierto que supone un 15,6% menos que en idéntico periodo del año pasado. Pero todavía está muy lejos de los 126 casos de 2008, según Axesor. Una mejora en la estadística que se ha visto impulsada por las sucesivas reformas concursales aprobadas durante los dos últimos años (que facilitan la consecución de acuerdos pre concursales), la capitalización de las deudas y el efecto arrastre de los convenios que se firman por la mayoría de los acreedores. Diagnóstico eficaz. Tres son las razones que pueden hacer que una firma entre en esta fatídica espiral: porque el mercado desaparece, como le ocurrió a Kodak con la llegada de la fotografía digital; porque el producto se queda arrinconado por precio, calidad, u otras circunstancias (tal es el caso de Nokia tras la aparición de Apple, cuyo móvil era más caro pero con más prestaciones); o por un problema de gestión. “Esta causa se da en el 90% de los casos y sucede porque al frente de la compañía hay personas inadecuadas. Un ejemplo es Abengoa. La dirección decidió entrar en energías renovables para recibir subvenciones de diferentes países, es decir, a base de apalancamiento. Pero cuando se recortaron o se eliminaron, no supieron qué hacer y cayeron”, argumenta José Manuel Muriel. Tal y como ocurre con cualquier enfermo, lo primero que hay que hacer en estos casos es evaluar cuáles son los síntomas que han llevado a la indisposición para, así, poder llevar a cabo una diagnosis adecuada. “Se deben analizar…
Desde que nacemos siempre estamos negociando: lloramos por un biberón o pataleamos por una bicicleta. Ya adultos, si decidimos montar un negocio, el abanico que se abre en este campo es de lo más variopinto: proveedores que quieren cambiar precios, trabajadores que pretenden mejorar su salario, o hasta la mismísima Hacienda cuando manda a sus inspectores al no estar de acuerdo con el pago de los impuestos, por ejemplo. “La razón para negociar suele ser resolver una confrontación de intereses contrapuestos”, señala Cristina Álvarez, directora Comercial y de Marketing y Comunicación de IDE-CESEM. Es decir, de lo que se trata es de abordar la gestión de un conflicto entre dos partes. “Se trata de un proceso de comunicación en el que no siempre hay que solucionar dicho enfrentamiento, sino que en muchas ocasiones bastará con reducirlo. Por eso, lo primero que hay que hacer es asegurar que esa visión de lo acaecido es correcta o no”, apunta Antonio Pastor, jefe de Estudios de CEF y UDIMA. Un malentendido, una factura incorrecta, o una entrega retrasada, no son motivos de peso para hacer encender la mecha. ¿Pasos previos? “La base de una buena negociación está en la preparación. Pero es lo que la gente menos hace”, se lamenta Antonio Pastor. ¿Por qué? Porque genera ansiedad y se piensa que es una pérdida de tiempo. ¿Y cuánto hay que dedicarle? Dependera de la importancia que tenga para la persona. Lanzarse a tumba abierta es toda una temeridad. Por eso, es pertinente llevar a cabo una planificación más concreta que dependerá de diferentes factores: si es persona a persona, si se trata de grupos... También habrá que ensayar y hacer simulaciones, y definir cuál será el estilo de comunicación con la otra parte (cordial, persuasivo...). “Ni la agresividad ni la pasividad están aceptadas”,…