El deportista explica a Capital la importancia de la diferenciación y cómo, en su caso, esta distinción se convirtió en su mayor aliado profesional
Diverso, distinto, diferente. Este adjetivo, tan bien visto por unos y estigmatizado por otros, es el que pretende reivindicar Fernando Romay en su rol fuera de la cancha de baloncesto. Una labor que busca concienciar, animar, mostrar sus vivencias en el deporte de élite y aplicarlas a todas las escalas de la vida. También en las empresas, donde aprender a jugar en equipo es vital para ganar el partido y ser diferente, un valor añadido.
“Estamos en un mundo en el que la gente se afana muchísimo por ser, por emular a los demás, y a la vez te piden que seas genial. Pero, si no eres distinto, ¿cómo lo puedes hacer?”, se pregunta Fernando Romay en conversación con Capital, algo que le provoca “muchísima frustración”. Por eso, para él, “todos debemos fortalecer nuestras diferencias, y, sobre todo, aceptarlas, porque eso hará que vivamos y convivamos muchísimo mejor”.
Entonces, ¿por qué ese miedo a ser distinto a la norma? “Yo creo que, en parte, es por miedo. Cuando eres distinto, tienes miedo y eso lo que produce es rechazo en vez de aceptación. Es lo que provoca que no intentes entenderlo. Porque entender a los demás también requiere un esfuerzo que no sucede si son iguales a ti, y eso es una simplificación de la vida bastante triste”, reconoce este ex deportista que sabe muy bien de lo que habla.
“Yo no me he considerado, a mí me han considerado diferente, y además por el físico claramente así es. Pero cuando eres pequeño esa diferente hace que los demás se unan contra ti. Y yo no aproveché mi diferencia hasta que comencé en el baloncesto. De ahí aprendí yo la lección”. Porque el baloncesto cambió la vida de este joven gallego que a muy temprana edad hizo unas pruebas para el Real Madrid de baloncesto y, bien por alto o bien porque apuntaba maneras, se convirtió en estrella.
El baloncesto, el camino que marcó la diferencia
“Yo tuve la suerte de que el baloncesto me encontró y de encontrar así el sitio para mis cualidades. Ahí fue cuando, pese a tener momentos, alcancé una felicidad plena. Por eso lo único que hay que hacer es buscar tu lugar para que esa diferencia te haga feliz”. Y, en su caso, triunfar. Aunque esta palabra le produzca rechazo.
“Yo considero que el triunfo es un recuerdo, entonces creo que de lo que verdaderamente sacas partido es del camino, de lo que tienes que hacer para llegar al triunfo. El problema es que es tan efímero… es un fogonazo”, reconoce Romay, quien recuerda las palabras del que fuese médico de la Selección Española, Cristóbal Rodríguez, al respecto.
“Cuando nos veníamos muy abajo o en alguna victoria inesperada muy arriba, nos decía: ‘Tan efímera es la gloria como la miseria’. Así aprendimos a relativizar todo y a pensar en la siguiente etapa. Lo mismo que deberíamos hacer en la vida y en los negocios: no regocijarnos demasiado en el error o en la victoria, porque pierdes la oportunidad de la siguiente o de simplemente corregir dicho fallo”, asegura.
Por eso, para él hablar de éxito es tratar un término sobrevalorado. “El éxito no deja de ser un palmarés o una vitrina con cuatro o cinco recuerdos. Es un altarcito”, señala Romay, quien apunta que él en su casa los tiene “muy desperdigados”. Y explica: “Tengo una vitrina donde tengo la medalla olímpica, la del campeonato de Europa y algunas copas más. Y luego tengo los otros trofeos que he conseguido en mi vida, como el cenicero que me hizo mi hijo por el día del padre”.
Nadie diría en este punto que este deportista acumula en su palmarés ocho Ligas ACB, cinco Copas del Rey o dos Copas de Europa, además de la medalla de plata lograda en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 y la del Eurobasket de Nantes 1983. Una trayectoria indiscutible gracias a la que aprendió a trabajar en equipo y a gestionar los conflictos que, como también suceden en el mundo empresarial, pueden surgir en el día a día. Aunque, ¿cómo solventarlos? Romay lo tiene claro: “Con comunicación”.
“Todo equipo toma una dimensión verdaderamente de equipo cuando es capaz de expresar sus miedos y exponerlos para que te ayuden a solucionar cualquier problema”, apunta Fernando Romay, quien cree que “muchas veces nos vamos a casa con el problema y esto nos crea un torbellino emocional del que no podemos salir”. Por eso, entiende que especialmente “en las empresas se necesita mucha más comunicación”. El motivo: “Porque hay muchos jefes que por su estatus creen que no pueden expresar por la situación por la que están pasando, pero es que igual las soluciones te las puede dar gente que está más abajo. Y para eso hay que expresarse”.
Esto es lo que intenta trasladar en sus charlas, mediante las que busca concienciar a empresarios y también a los más pequeños a valorarse. “Tenemos que valorar todo lo que hacemos, aprender a sacar algún momento para reflexionar sobre uno mismo”, señala Romay, quien considera que “aprender a quererte y a mimarte está mal visto porque suena egocéntrico. Pero, si no te quieres tú, ¿cómo vas a querer a los demás?”. Y no sólo eso. “También hay que aprovechar el aburrimiento”.
Romay: de la cancha al plató de televisión
El problema en este punto es que Romay no predica del todo con el ejemplo, ya que, según sus palabras, no lo ha conseguido. “Me encanta buscar cosas para hacer y al final siempre alguien me ofrece un reto y lo cojo”. Eso es lo que le ocurrió cuando le llegó la oportunidad de participar en un equipo de fútbol americano madrileño, con el que ganó una Liga, o cuando dio su salto al mundo del espectáculo.
“Lo del fútbol americano fue por la necesidad de seguir en la dinámica de equipo que llevaba y porque siempre me había gustado muchísimo, me brindaron la posibilidad y me puse a jugar un par de años”, recuerda éste, que vio en la diversión de ese nuevo reto la clave para su ‘sí’ definitivo.
Con la televisión ocurrió igual. “Empecé presentando unas secciones en un programa que hacía Emilio Aragón que se llamaba Noche, Noche y me gustó mucho, porque intentaba aprender de toda la gente que estaba a mi alrededor. Era como un bebé: con los ojos y los oídos muy abiertos intentando aprender”. Con lo que en ese momento no contaba es que años más tarde volvería a dar el salto, aunque a una pista de baile.
Así llegó su etapa en ¡Mira quién baila!, un talent show emitido en TVE en el que Romay aprendió a bailar quick step, hip hop o tango en sólo 13 semanas. Un reto en el que vio muchas similitudes con el baloncesto, puesto que el baile de salón está considerado deporte y para él esto era una forma de entrenar. Y, sobre todo, de divertirse.
Para entonces, Fernando Romay ya había transformado su imagen de marca de la de un deportista a una persona también mediática. Un hecho que conlleva muchas implicaciones, por el gran número de personas que van a escuchar su mensaje, y que le obliga a cuidarla minuciosamente. ¿Cómo hacerlo? “Dando pasitos de bebé”.
“Estamos en una época en la que nuestra vida está muy expuesta y hay unos riesgos que hay gente que quiere correrlos, pero otros no. Por eso, tienes que valorar cada paso que das y darlo bien, valorar los pros y las contras”. Y, sobre todo, “ir con la verdad por delante”.
La importancia de la educación en las nuevas generaciones
Este tipo de pensamientos también se los transmite a los padres de los niños y niñas con los que está en la Federación Española de Baloncesto, donde se divide entre sus funciones de relaciones públicas y la transmisión de valores a las nuevas generaciones. “El deporte para los más pequeños tiene que ser una transmisión de valores, pero esto también hay que enseñárselo a los padres: que vigilen a sus hijos porque a veces lo que deseas se puede hacer realidad”.
Para Romay “está muy bien la imagen lúdica del deportista saliendo de la ciudad deportiva con un cochazo y con un chándal bonito, pero es que detrás del bonito hay uno feo de algodón que es el que empleas cuando entrenas y todas las veces que utilices el feo te permitirá rendir cuando tienes el bonito”. Más si cabe en un momento en el que a su parecer el deporte se ha convertido en “cifras y estadísticas” y cada vez es más digital.
De hecho, la Federación Española de Baloncesto (FEB) está configurando su propio equipo nacional de “e-sport” para competir a nivel internacional en el mundo del gaming. Una transformación del propio concepto deportivo al que, según Romay, “todavía le cuesta” imponerse. “Es que una cosa es jugar, y otra, la práctica deportiva. Yo me quiero tomar esto como una forma de publicitar el deporte, pero al chaval le tienes que enseñar que además de estar jugando en casa puede practicar baloncesto”, recuerda.
Aquí llega otro conflicto: la obesidad. Según el estudio Aladino sobre Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España presentado por el Ministerio de Consumo, el 40,6% de los niños de entre seis y nueve años tienen sobrepeso u obesidad. Unas cifras ante las que Romay llama a la “educación” para tratar de paliarlas.
“Tienen que aprender a comer y el problema es que los inputs que les llega externos, que son muy fuertes, en su mayoría no son los más saludables. Está claro que a un niño no le puedes decir que no se tome una golosina, pero sí saber regular su dieta para estar sano”, apunta Romay, quien tiene claro que al final “los grandes problemas de la vida se solucionan mediante la educación, y la educación es hablar y saber escuchar”. Y en el camino, sentencia: “Que la gente se vaya de tu lado con una sonrisa en la boca. Eso es fundamental”.