"No es el momento de subir impuestos, el sistema fiscal también debe luchar por la competitividad de nuestras empresas"
Subidas de impuestos, inflación, pensiones disparadas, política económica y monetaria, crisis sanitaria… España vive un momento de fuertes cambios que impactan directamente en el crecimiento económico y en su peso en la escena internacional. Las empresas operan en un contexto de incertidumbre regulatoria, y en la estrategia del Estado, hoy, pesa más la lucha por equilibrar las cuentas públicas por la vía de los ingresos que por los mecanismos de ajuste del gasto. Ricardo Martínez Rico, presidente de Equipo Económico y secretario de Estado de Hacienda entre 2003 y 2004, repasa con Capital las claves para que las empresas españolas ganen competitividad.
¿Qué tal ha empezado el 2022?
Con expectativas positivas. El año 2021 fue un ejercicio de crecimiento, menor del previsto, cierto, pero con recuperación del consumo y de la inversión, un buen comportamiento del sector exterior y una importante creación de empleo. Pensamos que esta tendencia debería mantenerse e incluso acelerarse ligeramente, a pesar de las interrupciones que todavía generan las olas de la crisis sanitaria.
El contexto internacional es positivo y las economías desarrolladas registran buenas cifras de crecimiento, más equilibradas que las que muestra España. La perspectiva que imprime la creación de empleo o la inversión, potenciada por una progresiva mayor ejecución de los fondos europeos, nos permite pronosticar un comportamiento económico mejor que en 2021.
Se habla de que España está perdiendo una oportunidad de oro por la ejecución por los plazos de ejecución y la asignación de los fondos europeos. Realmente, ¿qué podemos esperar en los próximos meses?
Un programa de esta magnitud refleja una respuesta extraordinaria por parte de la UE a la crisis. Tenemos la necesidad de afrontar los grandes cambios estructurales y los grandes retos inversores dentro de la UE con estos fondos. Es un programa sin precedentes, de una cuantía muy relevante, y su ejecución lleva tiempo. Desde que se pone en marcha el programa, hasta que efectivamente las empresas y las distintas áreas de inversión promovidas captan los recursos, pasa un tiempo.
Hemos generado unas expectativas demasiado optimistas. En los años 2000, con los fondos estructurales y el fondo de cohesión a pleno rendimiento, y con las unidades de la Administración muy preparadas para ejecutar esto, la ejecución media rondaba entre 5.000 y 7000 millones de euros anuales, la cuarta parte de lo previsto ahora. Poner ahora en marcha en torno a 70.000 millones de euros a ejecutar correctamente en cuatro años lleva tiempo.
En cualquier caso, estamos seguros de que tanto en el ámbito de las infraestructuras, de las energías renovables o de la digitalización va a haber muchos programas muy atractivos que van a renovar la capacidad inversora y el tejido productivo español.
“La confianza de empresas y ciudadanos se destroza si se aplican subidas tributarias y el déficit público se descontrola”
Usted fue secretario de Estado de Hacienda entre 2003 y 2004. Desde entonces, hemos visto que el tamaño del Estado ha crecido mucho más que el conjunto de la economía. Sin embargo, este aumento del peso de la Administración no está generando un mayor crecimiento económico… ¿Qué falla?
El peso del sector público en la economía evoluciona a lo largo del tiempo. En los años 2000 se logró un crecimiento económico equilibrado con un volumen de gasto público sobre PIB del entorno del 40 %. Lo importante es que el gasto público esté equilibrado con los ingresos, y en esos años se consiguió con las variables macroeconómicas muy estabilizadas. Concretamente, con un crecimiento real superior al aumento de los precios, una creación importante de empleo -tasas de paro de entre el 7,5 % y el 8 %, que, para España, con las rigideces de su mercado laboral, son cifras muy buenas- y mucha inversión exterior.
Luego vino la crisis financiera y, ahora, la sanitaria, y el péndulo se ha movido. Sobre todo, por la crisis sanitaria, hemos asistido a una implicación mayor del Estado en la economía, con un gasto público creciente (50% del PIB). Eso ha sido bueno para contrarrestar la crisis sanitaria por dos motivos importantes. Primero, porque ha logrado financiar programas económicos de gasto público para mantener la actividad -los ERTEs y los avales financieros del ICO, principalmente- y segundo, ha estabilizado la economía y han evitado un derrumbe mayor. Aun así, el PIB cayó un 10,8 % en 2020. Ahora hay dos retos relevantes de futuro.
Uno, que ese incremento del gasto público debe ser extraordinario y limitado en el tiempo. Conforme vayamos creciendo, debe ir retirándose el papel del sector público y ese gasto público en la economía para volver otra vez a niveles más razonables. Y segundo, que ese desequilibrio tan grande entre gasto público e ingreso público, que nos ha llevado a un déficit del 10%, también debe ser temporal.
Su financiación, ligada al BCE, va a ser también temporal, por lo que debemos volver a equilibrar de nuevo las cuentas públicas. Y también deben retirarse y relajarse algunas normas de intervención del sector público en la economía, introducidas por la crisis -por ejemplo, el control a la inversión extranjera cuando se produce con participación en determinadas empresas, los avales, la financiación provisional a empresas con dificultades. El motor principal, como siempre ha sido, debe ser la actividad privada.
"el peso de la administración en la actividad económica se debe ir reduciendo progresivamente"
Las empresas han sufrido dos crisis muy fuertes, la de 2008 y la actual. ¿Qué aprendizaje podemos sacar de estas situaciones, que han provocado tanta pérdida de empleo y de riqueza a nivel privado?
En el ámbito público, en el manejo de las políticas económicas, hemos aprendido mucho. En política monetaria, el BCE tardó en reaccionar en 2008 y 2009, frente a la inyección inmediata de liquidez de la Reserva Federal (Fed). Ahora, la estrategia del BCE de comprar activos financieros públicos y privados ha sido extraordinaria. En cualquier caso, en aras de una mayor estabilidad económica, será conveniente también que esa participación del BCE en el PIB de las economías europeas se vaya retirando y vuelva el protagonismo de la financiación privada.
En el ámbito de la política fiscal, también, con una relajación inmediata de las reglas fiscales desde 2020 para que, desde el gasto público, pudieran financiarse mecanismos transitorios excepcionales para compensar la caída de actividad. Desde finales del 2021 y comienzos del 2022, comienza el debate sobre la recuperación de las reglas fiscales en Europa.
También hemos avanzado en la necesidad de hacer reformas. Que no se nos olvide que el crecimiento económico y la ampliación del crecimiento potencial del PIB debe venir de reformas que flexibilicen nuestras economías. Y más, cuando entendemos que las crisis financiera y sanitaria han generado un cambio estructural muy importante en nuestras economías.
Ahora consumimos de un modo distinto e invertimos en sectores distintos. Necesitamos flexibilidad del trabajo, del capital y de la innovación para que podamos dirigirnos hacia sectores con potencial de crecimiento. Para eso son necesarias las reformas. Desde el punto de vista privado, hemos aprendido las bondades de la diversificación.
Las empresas con inversiones y clientes en el exterior, grandes y pequeñas, fueron capaces de capear mucho mejor la crisis financiera y del euro gracias a la aportación de mercados que sufrieron mucho menos que el español, como Reino Unido, Estados Unidos, o incluso en México o Brasil. Vendieron activos denominados en dólares y trajeron esos recursos para financiar su reestructuración aquí.
¿Qué le parece el marco regulatorio que rige la actividad económica en España?
Yo creo en la competencia como gran mecanismo tractor de economías como la americana, y aquí en España nos cuesta todavía señalar la competencia como el primero de los mecanismos tractores de la empresa. Siempre solemos señalar antes las dificultades regulatorias, de financiación, los cambios en las reglas del juego…
El principal motor del crecimiento económico para todos nosotros y de nuestra productividad es la competencia. Ojalá esas reformas, esa flexibilidad y ese exceso de intervención de la Administración de la actividad empresarial, también por la vía de los impuestos, se normalice para dejar a la empresa que tome sus decisiones de crecer, de competir o de invertir en I+D.
"El crecimiento de la deuda y del déficit estructural del mecanismo actual de pensiones no es sostenible"
La reforma fiscal que prepara el Gobierno consistirá, previsiblemente, en una nueva subida de impuestos a las empresas y a los llamados “ricos”, ¿no cree que España necesita un marco fiscal más favorable a la iniciativa privada?
Estoy convencido de que no es el momento de subir los impuestos. Si tenemos un elevado déficit público, y parte es estructural, yo entiendo que la forma de acometerlo y de volver a marcar una senda de equilibrio presupuestario en los próximos años es reduciendo el gasto y haciéndolo mucho más eficiente. En estos dos años de crisis sanitaria, hemos generado programas de gasto que debían ser temporales. Nuestra economía no puede acometer gasto estructural sin tener su financiación asegurada y sin que ello genere efectos positivos sobre el crecimiento económico.
Competimos en el mercado global de la inversión para generar crecimiento para nuestras empresas. Esto nos obliga a ser muy eficientes también en nuestro sistema fiscal. El IRPF ha alcanzado cotas históricas de recaudación en 2021 sin haber llegado al nivel de PIB que teníamos en 2019. Con esa recaudación, ¿vamos a subir aún más el IRPF en estos momentos? Respecto a los impuestos indirectos, tenemos el reto inmediato del crecimiento de los precios.
No sabemos si estamos ante un IPC coyuntural, que se moderará en primavera, o, si no tomamos las medidas adecuadas, se convierte en un elemento estructural de economía. Pues una subida de impuestos indirectos va directamente a precios, por lo cual, no sé si estamos en el momento adecuado para subir el IVA.
Sociedades parece el impuesto que, potencialmente, más cambios puede sufrir. ¿Qué cree que deberíamos hacer en este tributo?
Sociedades es uno de los elementos fundamentales de competencia internacional. La economía española acumula nueve años con superávit de cuenta corriente, y ese era justo uno de los desequilibrios tradicionales de nuestra economía. Dependíamos mucho del exterior, y ahora mismo tenemos incluso capacidad para autofinanciarnos. En este contexto, en el que nuestras empresas compiten globalmente, ¿vamos a modificar también el impuesto sobre Sociedades? Al margen de pequeñas transformaciones, nuestro sistema fiscal debe tener como aspecto fundamental reducir el déficit, pero también debe luchar por mantener la competitividad de nuestras empresas.
El aumento desorbitado del coste de las pensiones y el envejecimiento de la población es otro de los elementos distorsionadores de la economía española, en pleno proceso de reforma. ¿Qué le parece la nueva estructura del sistema?
Las iniciativas que se están planteando, a mi juicio, deshacen elementos de la reforma de los años 2021 y 2013, a mi juico, muy positivos. Nos hacen retroceder en el tiempo, volvemos a hacer una reforma de la contrarreforma y quitan elementos como la flexibilidad que podía servir para ajustar el gasto en pensiones. Los criterios actuales del sistema de pensiones son insostenibles, tanto desde el punto de vista de la natalidad como del envejecimiento de la población.
Colaboré con el Círculo de Empresarios en la elaboración de un informe en el que hicimos unas propuestas valientes. Lo dice la AIRef, lo dice el Banco de España… El crecimiento del endeudamiento y el déficit estructural que supone el mecanismo actual de pensiones no es sostenible. Si y tenemos un déficit estructural importante, cuantificado por el Banco de España en el entorno del 4,5% del PIB, lo que debemos es acometer reformas.
¿Y cómo se soluciona el problema de la sostenibilidad de las pensiones?
Para asegurar las pensiones, no hay nada mejor que crecer y crear empleo. Todas las reformas que flexibilicen nuestra economía y equilibren nuestras variables macroeconómicas generan crecimiento potencial y creación de empleo. Y, por tanto, respaldan la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones. Por otra parte, financiar las pensiones es financiar la economía, y es muy relevante captar y generar ahorro público y privado. Incentivar también la parte privada de ahorros para pensiones también contribuye a generar el ahorro que financia el crecimiento creador de empleo. Y de ahí, la necesidad de acometer reformas que flexibilicen el sistema.
Reforma fiscal que sube impuestos, reforma de las pensiones que eleva el gasto en prestaciones, incremento del gasto público a niveles de récord… ¿Estas medidas realmente dan votos?
El análisis sobre si realmente estas medidas dan o no dan votos deben hacerlo otros, lo que yo sí que tengo claro es que esto resta competitividad a nuestra economía y a nuestras empresas. Hace más difícil lograr los equilibrios que necesitamos. Para crecer bien, debemos tener estabilizadas nuestras cuentas públicas. Hemos de tener un entorno de precios estables y nuestra cuenta corriente equilibrada, incentivar el ahorro y aplicar reformas, en el sentido de añadir flexibilidad.
Si introducimos reformas que dificulten el ajuste en el mercado de trabajo; que incrementen el salario mínimo; que aumentan el coste empresarial de las pensiones; en el ámbito fiscal, subiendo los impuestos familiares y empresariales. Si hay falta de competencia o de reformas y suben los precios energéticos en un contexto en el que es posible que los costes financieros aumenten… Todo esto son componentes de la cuenta de resultados de las empresas, por el lado de los costes, y resta competitividad a la empresa en el mercado global.
"Tenemos que generar incentivos para que el dinero se mueva y que los activos roten más"
¿Qué necesita España?
Lo que necesitamos son empresas competitivas, grandes y pequeñas. A mi juicio, las políticas que necesitamos son las contrarias a las que estamos señalando. Necesitamos flexibilidad por el lado de los factores productivos, con más formación y políticas activas de empleo. Con más coinversión, con los fondos europeos, y confianza en las concesiones público-privadas.
Comienza el año, y un sector tan importante para la economía española como el del automóvil, que está en un momento difícil, sufre una nueva subida de impuestos. Pequeña, sí, pero subida, al fin y al cabo, en el impuesto de Matriculación. La inversión inmobiliaria, tan importante para nuestra economía, cuenta con vehículos como las socimis que son capaces de captar capital en el exterior, y también han sufrido una reforma fiscal que va en contra de la inversión.
La tributación de los dividendos generados por los activos de las empresas en el exterior también ha sido modificada al alza. Sucesiones y Transmisiones patrimoniales, siempre señalados con el objetivo de subirlos… Este tipo de impuestos, cuanto más bajos, más transacciones y más actividad generan. Tenemos que generar incentivos para que el dinero se mueva y que los activos roten más.
Equipo Económico pronostica un crecimiento del 5,3 % en el PIB de este año, frente al 7 % que prevé el Gobierno, ¿cuáles son los factores que motivan esta diferencia de previsiones? ¿Qué ve el Gobierno que el resto de la economía no ve?
El Gobierno también se equivoca en sus previsiones económicas, en 2021 se equivocó sensiblemente y son demasiado optimistas. La previsión para 2021, en el libro amarillo de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), era del 10 %. Nosotros nos quedamos en el 4,7 %, que son cifras extraordinarias, pero por debajo del crecimiento de los países desarrollados. Estamos tardando más que ellos en recuperar las cifras de 2019.
Para influir positivamente en la en la economía y en nuestras decisiones empresariales, yo creo que es muy bueno ser prudente y que los números generen confianza. Si fallamos en 2021, deberíamos ser más realistas y buscar el consenso de los analistas internacionales. El crecimiento del PIB de este año lo vamos a ir construyendo entre todos, y hay una parte importante de ese PIB que lo aporta el mercado internacional. Pero, para llegar a crecimiento, el consumo español debe ser fuerte.
Y, para eso, debe haber confianza, y la confianza se destroza si se suben los impuestos o si hay un déficit público muy elevado. Y, si hacemos reformas atractivas para la inversión extranjera, contribuimos a que de verdad se cumpla el objetivo de crecimiento. Con políticas favorables al crecimiento son estabilizar los precios hasta el entorno del 2 %, equilibrar las cuentas públicas y flexibilizar los mercados, estimular la competencia y utilizar bien los fondos europeos.