Por Vicente de los Ríos, CEO de Líderes y Digitales
La tecnología, tradicionalmente, ha sido una de las mayores palancas de cambio de hábitos en el ser humano, que ha intentado mejorar su calidad de vida gracias a ella. Las comunicaciones, y en especial el teléfono, han sido uno de los campos donde la sociedad ha evolucionado más en los últimos siglos. Si el telégrafo, creado a lo largo del siglo XIX, fue la primera forma de comunicarse de manera remota a larga distancia, la invención del teléfono a finales del siglo XIX superó con creces al telégrafo.
Cuando los técnicos de la Western Union, líder de las comunicaciones gracias al telégrafo, cuestionaron el invento de Bell, diciendo que “el Sr. Bell quiere instalar uno de sus teléfonos en cada ciudad. La idea nos parece idiota. ¿Por qué va a usar alguien este poco práctico dispositivo cuando puede enviar un mensajero a la oficina del telégrafo?”, no se podían ni imaginar hasta dónde acabaría desarrollándose esa primera forma de telefonía que despreciaban.
Si el siglo XX fue el de la expansión a los hogares del teléfono fijo e internet, el XXI está siendo el del gran desarrollo de las comunicaciones móviles, que complementan y mejoran gracias a las redes de alta velocidad y al lanzamiento del smartphone, las opciones que tenemos para comunicarnos. Lógicamente, esto provoca una revolución en el uso que hacemos de nuestras 24 horas diarias.
La tecnología digital ha permitido que voz, datos, imágenes, vídeo y otros contenidos acaben circulando por las redes y se intercambien entre las personas a través de múltiples formas, tanto de manera síncrona, como asíncrona. Esto provoca dudas sobre cuál es el mejor medio para comunicar con una persona u otra, y cambia los códigos de conducta y educación.
Pero, ¿realmente estamos dejando de llamar por teléfono? Esta pregunta me recuerda al tema que surgió hace unos años sobre el fin del correo electrónico (me temo que la bandeja de entrada de tu email puede jurar que no ha pasado). Consultando las cifras que publica la CNMC sobre el mercado de telecomunicaciones fijas y móviles en España, concluimos que sí, pero no tanto como se puede pensar.
Si analizamos las series históricas de tráficos de líneas fijas y móviles, en el año 2002, desde una línea fija se generaban diariamente 19,7 minutos de llamadas (máximo de la serie histórica), mientras que una línea móvil solamente originaba 2,1 minutos. En 2007, año del lanzamiento del iPhone, estos datos habían evolucionado a 10,7 y 3,8 minutos diarios, respectivamente. Progresivamente, los hábitos han cambiado y en 2020, las líneas móviles generaban 6,0 minutos diarios, mientras que las fijas solamente originaban 3,1.
Seguimos hablando por teléfono
Debemos recordar que cada línea móvil corresponde a una persona, mientras que una línea fija se comparte en un hogar u oficina. También debemos considerar que la mayor parte de las llamadas que hacemos no suponen un coste adicional, más allá de la cuota mensual de nuestra tarifa de voz y datos. Se ha dejado de llamar por teléfono, pero no tanto como podíamos pensar. Los jóvenes utilizan lógicamente menos la voz, hasta que dejan de ser jóvenes y asumen responsabilidades profesionales. Tal y como hacen con los correos electrónicos y con las reuniones.
Lo que sin duda ha aumentado, y mucho, es el consumo de datos, tanto fijos como móviles. Mientras en 2012 una línea fija consumía diariamente 545 MB por 5 GB de una línea móvil, en 2020 una línea fija consumía 6,1 GB, mientras que una móvil, 154MB de datos móviles, con la salvedad de que gran parte de los datos que consume la línea fija provienen de teléfonos móviles que usan el WIFI de la red doméstica o profesional.
Por mi experiencia en el mundo de las telecomunicaciones, creo que debemos aprovechar lo mejor de la voz y los datos, del fijo y del móvil, sin intentar ser excluyentes. Y, sobre todo, tenemos que aprovechar la suerte que tenemos los españoles de poder disfrutar de una gran infraestructura de redes de alta velocidad fijas y móviles, una penetración muy alta de smartphones y una competencia comercial que permite ofrecer servicios muy competitivos en prestaciones y precios.