“Hay que diluir la polarización que tiene paralizada a Europa desde hace más de una década y muchas más cosas”
Creo que, sin olvidar excesos, debilidades y errores, la Unión Europea es la única salida de las naciones europeas para estar presentes en el concierto internacional. Sin una UE fuerte, primero confederal y después federal, las viejas naciones comunitarias navegarán sin rumbo como cáscaras de nuez en correntía.
Conviene recordar que la idea de la Europa unida, de la UE, se asienta ideológicamente en la socialdemocracia no marxista, (el PSOE lo abandonó, no por casualidad, en 1979), el liberalismo y el conservadurismo democrático. La UE es nuestro baluarte. ¿Quién cree que no hacen falta baluartes hoy?
Me refiero hoy a partidarios y adversarios de la UE y lo hago con preocupación, porque quizá en las próximas europeas no lleguen al 60% los parlamentarios partidarios de la Europa unida. Repasemos sus cuatro esquinas:
La izquierda marxista
Los vigentes populismos que enmascaran la fea cara del comunismo están fuera del marco ideológico de la UE y buscan su destrucción.
Ojo, los populismos europeos de izquierda están fagocitando a la socialdemocracia (el PSOE exige un replanteo). En el exterior, la Rusia de Putin post comunista utiliza formas y maneras comunistas (v.g. la invasión de Ucrania). Putin, comunista y nacionalista, sintoniza no sólo con los populismos de izquierda sino también con los nacionalismos utópicos (v.g. apoyo al secesionismo catalán) y con los autárquicos (v.g. Urban, etc.) porque debilitan la unidad de Europa. El autarquismo europeo no disimula sus simpatías por Putin.
El nacionalismo utópico
Me refiero a los regionalismos secesionistas europeos, más o menos latentes, que sueñan con naciones que no surgieron en la larga cocedura de la Historia, gustando de una Europa parque temático de lenguas, dialectos, tradiciones e identidades. Sería una Europa con más de cien Regiones/Estado. Un océano de soberanías sobre el que no sería posible la navegación de institución alguna. Es lo que llaman la Europa de los Pueblos.
El nacionalismo autárquico
Es el movimiento indebidamente designado como de extrema derecha porque le caracteriza el nacionalismo autárquico, el rechazo a ceder soberanía a entidad superior alguna. Propugna la Europa de las patrias que sería un club de Estados amigos pero incapaz de acciones conjuntas por falta de soberanía común. Su origen es el nacionalismo del general De Gaulle pero intensificado y 70 años más tarde.
La debilidad de la UE y el pesimismo inoculado desde 2008 han reforzado las tesis autárquicas. Ejemplo principal es el Reino Unido con el Brexit y le siguen el grupo Visegrado; Italia y su recentísimo éxito electoral; Francia con Le Pen y, por hablar de lo nuestro, España con Vox aliado de los anteriores (así se declaró en enero 2022), cuyo líder, en la campaña electoral de 2019, propuso recuperar la competencia arancelaria. ¿Abandonando la Unión Arancelaria (1968) y el Marcado Único Europeo? No ha insistido más, pero lo que pensaba asusta.
El europeísmo
Se concreta en la aspiración a una UE institucionalizada con reformas de calado, desgrasada de burocratismo e intervencionismo, garantizando la independencia y separación de los tres poderes, en régimen confederal pero aspirando al federal, quizá con niveles distintos de adhesión, para evitar temores nacionalistas.
La UE no entierra las naciones, es una superestructura política de gestión, representación y autonomía estratégica (defensa, energía…) que asume competencias comunes aprendiendo de los errores cometidos (los Estados no cometieron pocos), evitando la duplicidad competencial y consagrando la concepción personalista de nuestra civilización que supone libertad e igualdad en una sociedad democrática basada en el mérito y la competencia, sin objetivos identitarios sino cívicos. Es lo que denominamos la Europa de los ciudadanos.
Mucho camino queda por recorrer: superar la guerra, recuperar la confianza en nuestra comunidad, diluir la polarización que tiene paralizada a Europa desde hace más de una década y muchas más cosas. Es tarea de todos, pero, especialmente, de las tres corrientes ideológicas fundadoras que tienen que recuperar tanto su razón de ser como la memoria de sus éxitos.