Aunque el Bundesbank dio por superada la recesión técnica hace casi un mes, la producción industrial cayó un 1,5% en junio, las empresas están abandonando el país y la crisis parece estar lejos de terminar
Alemania se enfrenta a una crisis sin precedentes. Su robusto sistema económico, sustentado sobre la solidez que le proporcionaba ser la locomotora de Europa, una industria competitiva y la energía barata proveniente de Rusia, podría tener los días contados.
Tras varios meses de caídas, el Bundesbank dio por finalizada la recesión técnica en la que estaba sumida la nación germana hace tres semanas. Sin embargo, las nubes negras vuelven a aparecer en el horizonte.
La caída de la producción industrial
El viernes 28 de julio la agencia de estadística alemana, Destatis, publicaba los datos económicos definitivos. Alemania salía de la recesión, pero con unas cifras tan escuetas que no dejan lugar a dudas: la crisis solo se ha pausado momentáneamente. Tras dos trimestres consecutivos de contracción, las sensaciones siguen siendo muy negativas.
En concreto, el PIB alemán creció un 0% intertrimestral. En el año, el crecimiento del PIB bajó de un -0,2% a un -0,6%. Según las pocas pinceladas ofrecidas por Destatis, fue principalmente el consumo privado el que ayudó a la economía alemana a evitar una prolongación de la recesión invernal.
Alemania siguió siendo la principal economía de la eurozona con peores resultados en el segundo trimestre, ya que la producción creció con fuerza en Francia (+0,5%) y España (+0,4%).
La contracción del 0,3% y del 0,5% del PIB en las revisiones de los dos últimos trimestres dejan claro que la economía alemana puede estar viviendo una crisis en su propio modelo económico.
Por el momento, lo único evidente es que el sector manufacturero ha caído un 1,5% comparado con los resultados de mayo. La evolución de los datos trimestrales tampoco ha sido positiva en el país, ya que entre abril y junio fue un 1,3% inferior a la de los tres primeros meses del año.
En junio de 2023, en comparación con mayo de 2023, la producción industrial (manufacturas excluyendo energía y construcción) cayó un 1,3% desestacionalizado y ajustado de calendario. La producción de bienes de capital registró una caída del 3,9%.
El retroceso sigue a la publicación del índice de confianza empresarial del instituto alemán Ifo, cuyo último informe registró una nueva caída -hasta los 87,3 puntos en julio, frente a los 88,6 de junio- lo que constituye la tercera bajada consecutiva del indicador.
Como dato positivo, habría que destacar que la industria farmacéutica sí que creció un 7,9%, pero solo es un espejismo, ya que venía de una caída anterior del 13,3%.
El frenazo del sector del automóvil
Otra de las razones del estancamiento de la economía germana es la caída del sector del automóvil. La industria del automóvil ha incidido muy negativamente en los resultados cosechados por el conjunto de la economía alemana en junio, pues cayó hasta un 3,5% respecto al mes anterior. Curiosamente, este sector venía de haber ganado fuerza en mayo, con un crecimiento del 5,8%.
Siendo este sector uno de los más importantes de la industria teutona, es normal que las autoridades estén preocupadas. El propio Ministerio de Economía alemán ha reconocido que "en vista de las débiles expectativas comerciales y de exportación de las empresas, aún no se vislumbra una recuperación notable".
Las alarmas no son para nada exageradas. Los indicadores son muy negativos en casi todos los sectores y durante varios meses, con énfasis en que no ha habido una recuperación real del PIB, sino más bien un simple congelamiento de la recesión.
Un ejemplo lo tenemos en el mercado extranjero. El sector del motor alemán ha sido siempre uno de los más valorados por los compradores extranjeros, pero escándalos como el de Volskwagen no han ayudado demasiado. De hecho, es esta misma firma la que ha sufrido un nuevo revés en los últimos meses.
Según los datos de Bloomberg, la compañía china BYD especializada en la fabricación de vehículos eléctricos, ha superado a la alemana Volkswagen como la marca de automóviles más vendida en el país asiático. Durante el primer trimestre de 2023 la empresa china superó a su rival germano vendiendo más de 440.000 automóviles, mientras que las ventas de Volkswagen totalizaron 427.247 unidades, una cifra que en cualquier caso sigue siendo importante.
Durante los últimos 15 años la marca de automóviles más vendida en China había sido Volkswagen, siendo este un mercado que llegó dominar con cierta holgura. Sin embargo, en ese tiempo se ha producido un importante desarrollo de la industria automovilística local, un sector que en los últimos años ha empezado a acortar distancias frente a las empresas occidentales.
La competición está siendo especialmente dura en el ámbito de los vehículos híbridos y eléctricos, con una guerra de precios entre las marcas chinas, las occidentales y las japonesas.
El sector de la construcción pierde fuerza
El otro eslabón débil de esta cadena ha sido el sector de la construcción. Según los últimos datos de la agencia alemana, este sector habría caído un 2,8% respecto al mes de mayo.
Estos datos no cogen por sorpresa a nadie. Según Eurostat, entre octubre y diciembre de 2022, la industria de la construcción germana ya había caído un 3,8%, reflejando el declive general del sector en toda la eurozona, que fue del 2,5% en diciembre.
Preocupa bastante que algunas empresas alemanas estén optando por abandonar el país en todos los sectores. Normalmente, las subvenciones del gobierno suelen evitar esta clase de desbandadas, pero el propio gobierno de coalición alemán está en crisis y la situación macroeconómica es más tensa que nunca.
Todo ello aderezado por un mercado europeo cada vez más débil que se está viendo afectado por el conflicto en Ucrania. Pero los europeos no somos los únicos. Estados Unidos fue el primero en darse cuenta y la administración Biden aplicó la llamada Ley de Reducción de la Inflación, como medida paliativa a la crisis incipiente.
Esta ley implica ayudas de 430.000 millones de dólares y que incluye numerosas exenciones fiscales, que han acabado por perjudicar los intereses de la Unión Europea. Esta medida, considerada por la cúpula europea como proteccionista, ha intentado ser contrarrestada con otras similares para el mercado común europeo.
Tras el Foro Económico Mundial en enero de 2023, Ursula von der Leyen anunció la implementación del llamado Plan Industrial del Pacto Verde, que buscaba minimizar el impacto de las subvenciones estadounidenses y desarrollar una legislación para un tejido industrial de "cero emisiones".
Pero parece que en Europa no hemos tenido en cuanto que mientras que en el Viejo Continente la subida de los precios viene ocasionada por el alza de los precios de la energía derivada de la invasión rusa, en Estados Unidos el motivo principal es un incremento del consumo provocado por la gran dimisión.
No hay Alemania sin energía rusa
Por si faltaba algún componente que añadir al rompecabezas de la quiebra alemana, toca hablar del problema energético que sufren los germanos desde que Putin enviara sus tropas contra Ucrania. Aunque desde Berlín traten de quitarle hierro al asunto diciendo que han logrado "independizarse del gas ruso", parecen omitir que el precio a pagar no ha sido nada barato.
De hecho, uno de los "combustibles" que ha utilizado la economía alemana para dominar Europa durante las últimas décadas ha sido la facilidad de acceso a una energía asegurada, barata y en grandes cantidades llegada desde Rusia gracias al gasoducto Nord Stream. Pero tras la aplicación de las sanciones, el incidente con la explosión de la tubería y el cierre definitivo del sistema por parte de la administración rusa, Alemania, al igual que toda Europa, ha tenido que buscar alternativas.
El problema es que los alemanes, siguiendo con su mentalidad eco sostenible, han querido guiarse por un método más ideológico que efectivo. Alemania ya tenía pensado cerrar todas sus centrales nucleares antes de que empezara la guerra y, ni siquiera los problemas de suministros subsiguientes evitaron que esta decisión fuera revocada.
Creyendo que podrían sostenerse exclusivamente con las renovables y pagando por la energía a precio de oro, se han visto en la obligación de volver al carbón para paliar la escasez que en parte, ellos mismos habían generado.
Tras unos complicados meses de invierno, parece que los países del centro de Europa vuelven a recuperar la sonrisa y han visto como el precio de la electricidad se ha ido poco a poco reduciendo. Por ejemplo, en determinadas horas del día en Países Bajos los precios caerán hasta los –80 MWh y en Bélgica descenderá de los –50 euros.
El precio más bajo de la electricidad en España está fijado a 78,5 euros para las cinco de la tarde. Los tiempos en el que la electricidad barata era para España, gracias a la Excepción Ibérica ha pasado a mejor vida. El Viejo Continente ha atravesado la mayor crisis energética de las últimas décadas, con grandes cambios estructurales.
Es evidente que en España seguimos tratando de resolver nuestros problemas con la factura de la luz. Pero España no era la locomotora de Europa ni antes de la invasión de Ucrania, ni lo será después. Toda la reestructuración energética que ha llevado a cabo Alemania para "independizarse" de la energía rusa no ha sido barata. Y lo están pagando.
Al igual que le ha pasado a España, Alemania ha sustituido el gas ruso por grandes compras de gas licuado a Estados Unidos. Mucho más caro que el gas promedio, este tipo de gas parece ser el presente de la energía europea mientras se mantengan las sanciones a Rusia. Y como ya hemos visto, uno de los motores de Alemania era el poder obtener energía barata proveniente del país eslavo.
Ahora, todo el modelo económico germano está en crisis. El Bundesbank ha reconocido que las perspectivas de futuro no son nada halagüeñas, pero el miedo general está en saber si la crisis en el país que aporta el 20% del PIB europeo se alargará mucho más en el tiempo.