Las smart cities o ciudades inteligentes no son una visión lejana del futuro, están transformando el presente. Están diseñadas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, abordando de forma eficiente desafíos como la contaminación, la movilidad, la salud y la seguridad. Con la tecnología como su pilar fundamental, buscan optimizar cada aspecto de la vida urbana, desde la educación hasta la gestión de infraestructuras.
Pero las smart cities no solo tratan de modernización tecnológica. Se enfrentan a retos globales como gestionar movimientos migratorios, adaptar sus servicios a una población envejecida, fomentar el empleo y la innovación y garantizar una distribución sostenible de los recursos públicos. En un mundo en constante cambio, estas ciudades son la respuesta a un futuro más habitable y conectado.
En 2024, la población mundial alcanzó los 8.200 millones de personas. En las ciudades se genera el 85% del PIB mundial, donde ya vive el 58% de la población, y se preparan para acoger al 70% en 2050.
El crecimiento de las ciudades plantea desafíos sociales y económicos, pero también abre nuevas oportunidades. Los movimientos migratorios, impulsados por factores socioeconómicos, ambientales o políticos, requieren modernizar las infraestructuras y servicios en los países desarrollados, mientras que los países en desarrollo tienen la oportunidad de crear ciudades inteligentes desde cero.
A su vez, el envejecimiento poblacional y las bajas tasas de natalidad en muchos países desarrollados convierten la inmigración en uno de los principales motores de crecimiento. La vivienda conectada, con aplicaciones y dispositivos adaptados, fomenta la autonomía y movilidad de las personas mayores. La inclusión digital, la accesibilidad y la gestión migratoria son ya una prioridad para los gobiernos locales en la planificación y ejecución urbanas.
"Las nuevas generaciones no priorizan tener vehículo en propiedad, el coste del carburante, las restricciones urbanas o la conciencia ambiental impulsan el transporte público"
Las ciudades consumen dos tercios de la energía global y generan el 70% de los gases de efecto invernadero. El uso de energías renovables e inteligencia artificial (IA) prometen mejorar la eficiencia urbana, predecir patrones climáticos, gestionar el tráfico y optimizar el suministro de agua y energía.
La movilidad está cambiando dinámicas que hace años eran difíciles de imaginar. Los vehículos eléctricos, las plataformas de movilidad y la tecnología autónoma están transformando la forma en la que nos desplazamos. Las nuevas generaciones no ven necesario tener un vehículo en propiedad. El alto coste de los carburantes, las restricciones urbanas o la conciencia ambiental han impulsado el uso del transporte público, alternativas como la micromovilidad (bicicletas o patinetes) o plataformas de alquiler flexible de vehículos.
Tecnologías que hace solo unos años veíamos lejanas son hoy una realidad. Plataformas de taxis autónomos sin conductor ya realizan más de 100.000 viajes semanales en ciudades de América y Asia. Otras tecnologías emergentes, como los eVTOL (vehículos de despegue y aterrizaje vertical) y los drones se perfilan como soluciones clave para el transporte de personas y mercancías.
Los e-commerce ha revolucionado la economía urbana, redefiniendo la logística y cambiando radicalmente cómo consumimos y pagamos. El efectivo ha dado paso a los pagos online, con transacciones rápidas, seguras y con opciones de financiación instantánea. La fusión de compra física y digital, el modelo ‘phygital’, impulsa el comercio local.
En países de Asia y África, las plataformas de e-commerce son la puerta de entrada a la inclusión financiera y son un importante motor de empleo. La tecnología biométrica, por su parte, juega un papel clave en la identidad digital. Los números de identificación y contraseñas se complementan con el rostro, las huellas dactilares o incluso el iris del ojo como factor de autenticación. Los gobiernos integran esos rasgos únicos en los sistemas de identificación (DNI), que son la llave de acceso a aplicaciones y pagos y se utilizan para abrir puertas o para mejorar la seguridad en la asistencia al conductor.
Internet y las han transformado nuestra sociedad. Sin embargo, en un mundo en el que hay más personas con un smartphone que con acceso a servicios básicos como electricidad o agua potable, la tecnología presenta riesgos y desafíos, como la preocupación por la privacidad y la seguridad en infraestructuras críticas. Hay que buscar un equilibrio entre personas y tecnología: su impacto y alcance dependerá de cómo la utilicemos.