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Opinión

Joseba Rico
Director técnico de la Asociación Española de Apoyo en Psicosis (Amafe)

La urgencia de priorizar los trastornos mentales graves en la agenda política y social

Los trastornos mentales graves (TMG), como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el trastorno de depresión mayor, representan un auténtico reto para la salud pública en nuestro país. El impacto social y económico de estos problemas de salud mental no solo afecta a las personas diagnosticadas, sino también a sus familias y a la sociedad en general. A pesar de ello, la atención que reciben estas personas sigue siendo insuficiente, y el estigma continúa rodeándolas, contribuyendo a la discriminación y limitando las oportunidades de quienes los padecen. 

En España, una de cada cuatro personas tendrá algún problema de salud mental a lo largo de su vida. No obstante, más de la mitad de quienes padecen un TMG no recibe tratamiento. Esta cifra es preocupante y habla de una situación de inestabilidad en la accesibilidad y calidad del sistema de salud mental. Además, los trastornos mentales son la principal causa de discapacidad, un hecho que, sorprendentemente, no recibe la atención política o social que merece.  

El estigma es uno de los mayores enemigos de quienes padecen un TMG. La sociedad sigue asociando erróneamente estos trastornos con peligrosidad o violencia, cuando en realidad, quienes los sufren son, en muchos casos, más propensos a ser víctimas de agresiones. La lucha contra este estigma es clave para promover una cultura de comprensión y apoyo, que promueva la sensibilización y desestigmatización de estos problemas de salud mental, haciendo hincapié en la educación y la información como herramientas esenciales. La búsqueda, no solo de informar sobre las causas, síntomas y tratamientos de los trastornos, sino también de derribar mitos y prejuicios que impiden el acceso a un tratamiento digno, es imprescindible. 

Sabemos que los problemas de salud mental, especialmente los graves, a menudo comienzan en la niñez o adolescencia. Por lo tanto, la detección precoz es esencial para mejorar el pronóstico y la calidad de vida de las personas afectadas. Sin embargo, las barreras socioeconómicas siguen siendo un gran obstáculo. Las personas con menos recursos son las más afectadas, con tasas de prevalencia de psicosis, como la esquizofrenia, hasta doce veces mayores en los niveles de renta más bajos. 

“Las personas con menos recursos son las más afectadas, con tasas de prevalencia de psicosis hasta doce veces mayores en los niveles de renta más bajos”

Esta disparidad en la atención de salud mental no solo es desigual, sino también ineficiente desde el punto de vista económico y social. Tenemos que asegurar un acceso equitativo a los servicios de salud mental, independientemente del lugar de residencia o del nivel de ingresos. 

Asimismo, creo necesario destacar el impacto de género en el manejo de los TMG. Las mujeres, que representan dos tercios de los cuidadores de personas con trastornos mentales graves, a menudo se ven abrumadas por la carga de cuidados, lo que agrava su propio estado de salud. Estas cuidadoras suelen tener más de 55 años, están desempleadas y padecen enfermedades crónicas. La corresponsabilidad en los cuidados debe ser un objetivo primordial para evitar que el bienestar de las cuidadoras se deteriore aún más y garantizar la mejor atención posible a quienes padecen TMG. 

Otro aspecto que me gustaría señalar es la mejora de la autonomía y la calidad de vida de las personas con TMG. Es esencial que estas personas tengan acceso a oportunidades laborales, educativas y sociales que les permitan llevar una vida plena y autosuficiente. Para ello, es vital promover un modelo de inclusión sociolaboral que facilite su reincorporación al mercado laboral. Además, se debe fomentar la investigación en marcadores de salud mental que ayuden a identificar con mayor precisión las necesidades de estas personas, mejorando así los tratamientos y su pronóstico a largo plazo. 

Es evidente que los trastornos mentales graves deben convertirse en una prioridad tanto en la agenda política como en la social. Necesitamos un enfoque multidisciplinario y holístico que incluya la educación, la cultura, el trabajo y, por supuesto, una atención sanitaria eficaz y equitativa. Solo entonces podremos garantizar que las personas con trastornos mentales graves reciban el apoyo que necesitan y merecen, y que, como sociedad, avancemos hacia una mayor comprensión y empatía. 

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