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Opinión

gonzalo nuñez
Gonzálo Núñez
Periodista

Odiar a Amancio

Entre los efectos devastadores de la DANA, que ya eran suficientemente devastadores por sí solos, están una serie de debates en la opinión pública tabernaria que son, por sus dimensiones, los perfectos huesos que roer. Hay un debate mollar, que está en lo político y en sus responsabilidades, en las causas de la desgracia, más allá del fenómeno impredecible, y en las lecciones que pueden extraerse. Ese debate ya está transido de política, lo estuvo desde el minuto uno, y poco sacaremos en claro.  

Los otros debates, los llamaremos paralelos o coyunturales, son aún más enconados: surgen y se viralizan y, puesto que son menores o más alejados de la tragedia en sí, congregan a más gente. Además, son debates agradecidos porque siempre están ahí, latentes, y pueden resurgir en distintas ocasiones. Son transversales, como se dice. 

Uno sería, por ejemplo, el eterno debate, bochornoso casi siempre, sobre los impuestos, en el que muy pronto no caben medias tintas. O los impuestos son los padres, y hay que pagar más y siempre mucho, o es preciso liquidarlos a perpetuidad mañana. No hay impuestos por definición malos ni buenos, ni suficientes ni muy pocos, sino que, como tantas otras cosas, dependen de su uso y de la adecuación a los fines. Y sobre eso sí cabría el debate, y, por supuesto, crítica. Pero no se puede. 

Pero mi debate favorito es el de Amancio. Odiar o no odiar a Amancio Ortega. A Amancio muchos le odian de oficio, se le odia incluso cuando hace cosas de niño bueno, como el travieso de la clase al que da reparo premiarlo por un gesto noble. Cuanta más generosidad muestra Amancio, más se le atiza: si dona a los hospitales aparatos millonarios para curar enfermos o si provee cien millones de euros para los afectados por la DANA. Da igual, es Amancio y sus motivos tendrá, siendo tan malo, para parecer bueno.   

“Paradójicamente, los que odian a Amancio Ortega también sacan réditos de él: ganan en prestigio humanista, odio al rico ergo soy bueno”

Yo no tengo que defender ahora, aquí, con pasión a Amancio, no es mi tío ni me va a dejar nada en herencia. Solo lo pongo en su sitio: que sea el hombre más rico de España no lo hace más villano que otro ni se ha de sospechar de su generosidad -incluso si, como dicen, es marketing-, sobre todo, si nos interesa a todos. Nadie, ni siquiera el fandom de los impuestos, repara en que Inditex tributa en España más de 2.200 millones de euros y emplea a más de 150.000 personas entre directos e indirectos. Y creo que en España no sobran empleos ni grandes tributarios, así que no nos pongamos estupendos.  

El fandom de los impuestos detesta las donaciones de Amancio, aunque esas mismas tributen, porque no hay nadie que gestione ese altruismo. Ellos quieren intermediarios. No entienden que nuestros propios impuestos son también generosidad pero sistematizada: pagamos para que asistan a otros por si toca que nos asistan. Y nos conviene que las empresas pongan más millones. 

Por supuesto que Amancio es rico, faltaría más, y muchos dan con eso el debate por zanjado. Como es rico, es malo, caca. O hurgan en sus contradicciones, que las puede haber, pero, en fin, no es traficante de armas ni su fortuna ha sido levantada con desfalcos o abusos, sino con trapitos. Podemos hablar si queréis, como de tantos otros -también de los ricos buenos, ricos progres y, por tanto, validados- de su modelo de negocio, de sus salarios, de la dinámica general, no solo de Inditex, de la externalización, etc.  

Odiar a Amancio es muy barato y gratificante porque, paradójicamente, los que odian a Amancio también sacan réditos de él: ganan en prestigio humanista, odio al rico ergo soy bueno. Hay gente, más de la que nos creemos, que está dispuesta a aplaudir este tipo de razonamiento de niño de teta. Desgraciadamente en muchos ambientes, incluso entre personas acomodadas y entre clientes de Inditex, es curioso, se premia este discurso mientras se validan cosas definitivamente peores. 

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