Opinión

Borja Carrascosa, director de Revista Capital
Borja Carrascosa
Director de Capital

La deuda y el ‘riesgo moral’

La propuesta de quita de deuda autonómica de más de 83.000 millones de euros, disfrazada de ‘regalo’ para los ciudadanos, esconde en realidad un proceso de capitalización de ganancias y de socialización de las pérdidas provocadas por la mala gestión de determinados gobiernos autonómicos. Con independencia del interés político o parlamentario evidente, no es de recibo que las regiones más asfixiadas por el apalancamiento financiero, fruto de años de gasto público descontrolado, sean rescatadas por el Estado con cargo a los impuestos que pagan los españoles de otras comunidades mejor gestionadas. 

La deuda autonómica de las regiones con el Estado central, que ahora se propone ‘condonar’, no desaparece, sigue figurando en el conjunto del apalancamiento público de nuestro país (1,62 billones de euros en total a cierre de 2024). Y consume recursos financieros mes a mes, ya que los intereses de esas obligaciones, bonos y letras emitidos en el pasado por las comunidades autónomas -y refinanciados todos los meses y todos los años- los tendrá que seguir abonando el Estado central. 

El Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) se creó en julio de 2012 un momento muy delicado para la economía española, que, por fortuna, ya pasó. Sirvió de ‘paracaídas’ para las autonomías, que vieron cerrado el acceso a la financiación en los mercados.  

Casi trece años después, algunas comunidades hace mucho que ya pueden financiarse de forma autónoma en los mercados, pero otras, si quieren emitir deuda, tienen que hacerlo a un coste mucho más elevado que el Estado central. 

Madrid, País Vasco y Navarra no tienen deuda con el Estado central y pueden emitir títulos de renta fija en los mercados con suficientes niveles de demanda y a precios asumibles en comparación con los títulos del Tesoro. El mercado es sabio y discrimina entre los organismos emisores, exigiendo mayor o menor interés y mostrando mayor o menor nivel de demanda, con la visión centrada en la solvencia. La importancia de este concepto se diluye en casos como el que vivimos. 

“Capitalizar ganancias y socializar pérdidas es mucho más sencillo cuando el Estado central cuenta con el respaldo del mercado”

A esto se refiere la agencia de calificación Moody’s cuando habla de ‘riesgo moral’ y de efectos adversos para el rating de España. En esencia, y con matices, una economía de mercado como la que rige en Occidente premia al que gestiona bien y castiga al que lo hace mal. ¿Cuál es el incentivo para una buena gestión si se condona la deuda de aquel que ha despilfarrado recursos? Y, más allá de esa pregunta retórica, ¿qué efectos tiene este nuevo rescate estatal para el regreso de la hipotética autonomía financiera de las comunidades? 

Además, esta situación también reabre viejos debates sobre el modelo de gestión de España, relacionados con la idoneidad de conceder mayor autonomía a los territorios o de recuperar competencias para el Estado. En cualquier caso, y viendo la ejecución de determinados capítulos de gasto por parte de la Administración Central y la deriva del déficit público, con pocos movimientos de contención de los desembolsos, resulta poco probable que sea precisamente el Gobierno el que ‘predique’ con el ejemplo. 

Y es que España, a pesar de las constantes tensiones internas y de la deficiente gestión de las finanzas públicas en determinados aspectos, crece más que la media europea y bate récords de recaudación fiscal. De hecho, en el número de este mes debatimos con los expertos sobre las opciones que tiene la Administración para aumentar los ingresos por el impuesto sobre Sociedades, que es el único que sigue por debajo de los niveles registrados en la burbuja inmobiliaria. Todos los demás grandes capítulos están por encima. 

Más allá de las críticas, el interés del bono español parece ‘anestesiado’ desde hace meses -con el beneplácito del Banco Central Europeo (BCE)- y oscila entre el 2,8% y el 3,2%, con niveles de demanda sólida. A la vista de lo anterior, y con un electorado cada vez más sensible a todo aquello que le ‘toca’ el bolsillo, ¿qué gobernante se atrevería a sacar la ‘motosierra’ al estilo de Milei? 

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