El reposicionamiento europeo en la carrera económica global será lento y la estrategia arancelaria del presidente de EEUU, Donald Trump, hará mucho más difícil la competitividad de los países del Viejo Continente. Ese es el objetivo, realmente. Alemania, uno de los principales damnificados junto a Italia -España tampoco se libra- por la política proteccionista norteamericana, ya ha anunciado un plan de estímulo fiscal valorado en medio billón de euros para espolear la recuperación del PIB.
El mundo cambia muy rápido y no respeta los modelos de negocio tradicionales, es obligatorio transformarse. Tanto, que resulta paradójico observar un movimiento de estímulo con fondos públicos en la que siempre ha sido considerada como la locomotora europea, la punta de lanza de la industria -automovilística, especialmente- y la viva imagen de la sostenibilidad financiera y fiscal. Hasta el máximo exponente de la solvencia europea ha demostrado ser débil en un contexto extraño como el actual, con ambiente bélico e intereses cruzados entre EEUU, China, Rusia y Europa.
El mercado secundario de deuda soberana refleja desde hace meses la desaceleración de la economía germana y el interés del bono alemán a diez años escaló hasta rozar el 2,9% en marzo. Esta circunstancia es especialmente llamativa, porque la deuda alemana, como hemos comentado, ha sido históricamente un sinónimo de solvencia y, de hecho, es la referencia utilizada para calcular la famosa prima de riesgo del resto de países europeos.
El indicador que medio mundo descubrió durante la crisis de 2008 podría dejar de tener vigencia en un momento como el actual. No en vano, ¿por qué deberíamos tomar ahora como referencia de solvencia un país que tiene que recurrir a fondos públicos y a incentivos fiscales para estimular su economía? Una economía solvente no necesita inyecciones de liquidez, ¿o sí?
“La prima de riesgo de los países frente a Alemania, que medio mundo descubrió en la crisis financiera, podría dejar de tener vigencia en un periodo como el actual”
El mar de fondo es que estamos en un ambiente bélico y todos los movimientos de los países occidentales así lo ponen de manifiesto, aunque los dirigentes digan que “todo parece estar bien”. Mientras Israel, Palestina, Rusia y Ucrania evidencian sus profundas diferencias con periodos de paz y guerra alternativos, EEUU incrementa su presencia militar en Oriente Medio. Algo más deben saber los dirigentes para pedir, como si fuese algo normal, que los ciudadanos nos equipemos con un ‘kit de supervivencia’.
En este ‘mundo al revés’ que vivimos, especialmente después de la pandemia, España se sitúa como uno de los ganadores. De nuevo, otra paradoja más, especialmente para los más rigurosos con la estabilidad del gasto público y los que abogan por un cambio en el modelo productivo. Además, la brecha de solvencia con Alemania no para de estrecharse por el demérito del denominador germano y, a cierre de marzo, la prima de riesgo de nuestro país se situaba en el entorno de los 65 puntos básicos, con el bono español en el entorno del 3,33%.
El déficit público de España se situó en los 44.597 millones de euros en 2024 (50.187 millones si se incluyen las medidas por la DANA), 8.072 millones por debajo del registrado en 2023. El grueso de esta reducción se debe al espectacular aumento de la recaudación tributaria, espoleado por las subidas fiscales y el aumento del PIB (+3,2%). A falta de información más detallada, los ingresos impositivos alcanzaron los 294.734 millones el año pasado, 22.799 millones (+8,4%) por encima de los 271.935 millones ingresados en 2023.
Por partidas, el IRPF captó un 7,6% más, mientras que Sociedades prolongó, con más de 39.000 millones de euros (+11,5%), la senda marcada por el Gobierno. El objetivo es que el principal tributo que grava la actividad empresarial se sitúe cerca de los 44.000 millones alcanzados en 2007, en el pico de la burbuja inmobiliaria. El Ejecutivo fiará una vez más la rebaja del déficit al aumento de los ingresos por impuestos, como ha sido costumbre en los últimos siete años. La reforma de las pensiones, por tanto, tendrá que esperar.
