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Trump y el nuevo papa León XIV: dos americanos, visiones enfrentadas

Desde el balcón de San Pedro, el primer papa estadounidense, León XIV, lanza un mensaje de inclusión que resuena como un eco contrario al muro de Trump. Mientras el expresidente aplaude su elección, el pontífice recuerda que el amor cristiano no conoce fronteras
Por Marta Díaz de Santos

Cuando salió al balcón de San Pedro, el mundo aplaudió con un entusiasmo. Un papa estadounidense, por fin. El humo blanco ya no salía solo del Vaticano, también del algoritmo. Robert Francis Prevost se convirtió en León XIV. Y en cuanto se supo que había nacido en Chicago, Donald Trump lo celebró a través de sus redes sociales.

"¡Gran día para América!", escribió el presidente de Estados Unidos, como si el cónclave hubiese sido una convención republicana. Pero las campanas del Vaticano no sonaban en su honor.

León XIV no ha tardado ni un Padre Nuestro en marcar diferencias. Dicen que en su primera noche como papa se desveló leyendo las Bienaventuranzas. Ojalá sea cierto. Lo que sí es real -está en su histórico timeline- es que antes de tener nombre papal ya respondía con versos bíblicos a las declaraciones de JD Vance, el vicepresidente de Trump, que habló de "amar primero a los propios antes que a los otros". El entonces cardenal Prevost, con la suavidad de un gancho en el hígado, replicó: "Cristo no clasificó el amor; lo ofreció".

Esa es la grieta: donde Trump levanta muros, León XIV levanta manos. Una para bendecir y otra para escribir que ningún cristiano auténtico puede darle la espalda a quien huye, a quien migra, a quien llama desde el desierto sin pasaporte.

La escena es tragicómica si se ve desde cierto ángulo: Trump cree haber ganado un papa como quien ficha un quarterback, y el papa le sale más franciscano que americano. Un líder espiritual que vivió en Perú, que defendió a indígenas frente a intereses extractivistas y que conoce la pobreza como algo más que un dato en un informe del FMI.

La paradoja es que los dos comparten origen: el mismo país, el mismo idioma natal, incluso un desdén por lo políticamente correcto. No es la primera vez que un papa incomoda a un presidente. León XIII habló de los derechos obreros mientras el capitalismo rugía. Juan Pablo II le lanzó indirectas a Reagan en el mismo tono con el que abrazaba a Lech Wałęsa. Pero hay algo distinto en este caso: León XIV no es un pontífice europeo dando lecciones a los de fuera, es un estadounidense recordándole a su propio país que Jesús fue migrante antes que mesías.

Trump, por su parte, sigue creyendo que todo esto es un error de interpretación. Que León XIV es un conservador disfrazado de progresista. Que lo que está diciendo es simplemente una forma de quedar bien con la izquierda global. Pero eso es no entender el catolicismo ni a sus profetas. Porque León XIV no habla desde la política.

El problema es que Trump se cree el centro del relato. Y en la Iglesia -como en los cuentos bien contados- el protagonista suele ser el que sufre, no el que manda. Un recordatorio de que el verdadero Reino de Dios no tiene frontera, ni bandera, ni muro que lo detenga.

El cardenal Robert Prevost es el papa León XIV

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