A las once en punto de la mañana, cuando Roma todavía huele a café fuerte y a historia sagrada, un estadounidense vestido de blanco recibía este lunes a más de dos mil quinientos periodistas con una frase que, de haberla escrito un columnista, se la habrían tachado de ingenua: "Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la Tierra".
León XIV, primer pontífice nacido en Estados Unidos, ha hablado de un "periodismo de paz", y lo ha hecho con una naturalidad tan desconcertante como su forma de encajar bromas sobre partidos benéficos de tenis: "Pero no traigáis a Sinner", ha dicho entre risas, en referencia al número uno del mundo.
Su propuesta se resume en cuatro máximas: promover la dignidad humana, evitar la polarización, dar voz a los olvidados y utilizar la inteligencia artificial con ética. Como si el papa hubiese leído a los mejores editorialistas antes de salir al balcón, y les hubiese añadido un punto de gracia evangélica y sentido común vaticano.
"No es solo cuestión de informar, sino de formar", ha dicho. Y lo ha hecho sin levantar la voz, como quien sabe que el tono también es parte del mensaje. "Una comunicación que, si está armada de prejuicios, resentimientos y fanatismo, solo sirve para levantar muros. Y una prensa que construye muros no puede aspirar a contar el mundo entero, solo una parte".
La reacción ha sido inmediata. Reporteros Sin Fronteras ha elogiado su mensaje, y ha pedido al Vaticano que no se quede en el aplauso fácil: medidas concretas para proteger a los periodistas, especialmente en países donde informar es un acto de resistencia. En las redacciones, la propuesta papal ha provocado debate: ¿es posible un periodismo sin trincheras en un mundo que se alimenta de ellas?
Así es León XIV, el agustino y misionero de Perú que ha llegado al Vaticano
