Empresas

Del despacho al Parlamento, empresarios que dieron el salto a la política (y viceversa)

Cada vez más figuras del mundo empresarial se incorporan al ámbito político, ya sea como miembros de partidos, ministros o incluso presidentes. En España, Estados Unidos y las grandes potencias europeas, la línea entre empresa y política es cada vez más difusa. ¿Qué motiva este tránsito y qué impacto tiene?

Por Marta Díaz de Santos

En las últimas décadas, el fenómeno del empresario convertido en político ha dejado de ser anecdótico para convertirse en una tendencia significativa en muchas democracias occidentales. Desde magnates que alcanzan el poder ejecutivo hasta ejecutivos que asumen carteras ministeriales, la política se ha abierto a perfiles que hasta hace poco se consideraban "externos" al sistema.

En España, los ejemplos no son pocos. Josep Piqué, que fue ministro en distintos gobiernos de José María Aznar, llegó a la política tras una trayectoria empresarial y volvió a ella al dejar el cargo, ocupando puestos destacados en compañías como Vueling o Seat. Manuel Pizarro, ex presidente de Endesa, fue fichado por el Partido Popular en 2008 como gran apuesta económica, aunque su aventura parlamentaria fue breve. Más técnico que empresario, pero con fuertes vínculos en Bruselas y el entorno económico, Nadia Calviño también representa ese perfil híbrido: una figura respetada por el mercado que terminó ocupando una de las carteras clave del Gobierno (PSOE) y ahora lidera el Banco de España.

Un caso especialmente llamativo fue el de Marcos de Quinto, ex vicepresidente ejecutivo mundial de Coca-Cola. Se incorporó a Ciudadanos en 2019 como número dos por Madrid, acompañando a Albert Rivera. Su fichaje generó titulares, tanto por su perfil empresarial internacional como por sus declaraciones contundentes. Aunque su etapa política fue breve, ya que no repitió en las siguientes elecciones, simbolizó la apuesta del partido liberal por integrar figuras del mundo empresarial con experiencia global.

Marcos de Quinto, ex vicepresidente ejecutivo mundial de Coca-Cola, se incorporó a Ciudadanos en 2019

En Estados Unidos, la frontera entre negocios y política es aún más tenue. Donald Trump, con su salto directo desde el imperio inmobiliario y los platós de televisión a la Casa Blanca, simboliza el apogeo del empresario-populista. Tampoco podemos dejar de mencionar su relación con Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, marcada por vaivenes, tensiones y reencuentros, sobre todo actualmente.

Pero no es el único. Michael Bloomberg, fundador del gigante de información financiera, fue alcalde de Nueva York durante tres mandatos y aspiró a la nominación presidencial demócrata. También Mitt Romney, con un historial en Bain Capital, intentó llegar a la presidencia antes de convertirse en senador por Utah.

En Europa, los casos también se multiplican. En Italia, Silvio Berlusconi marcó una era: magnate de los medios, dueño del AC Milan y primer ministro durante casi una década. Su perfil de empresario-showman fue precursor de otras figuras similares. En Francia, Emmanuel Macron representa otro tipo de cruce: pasó por la banca de inversión antes de lanzarse a una aventura política independiente que lo llevó al Elíseo. Aunque no era empresario como tal, su paso por Rothschild & Cie marcó su visión liberal y tecnocrática, y atrajo a perfiles empresariales a su gobierno.

Fotografía: Europa Press

Alemania es más conservadora en estos movimientos. Aunque no han sido frecuentes los saltos directos del sector privado a la política, sí existe una estrecha relación entre el Gobierno y los gigantes industriales, especialmente del automóvil y la energía. En ocasiones, figuras como Peter Altmaier (perteneciente al partido de Unión Cristianodemócrata, CDU) han sido consideradas "aliados" de la gran empresa desde sus cargos ministeriales.

Este tránsito de lo empresarial a lo político suele justificarse en términos de eficacia: se valora la experiencia en gestión, la visión estratégica y la supuesta capacidad para aplicar soluciones "realistas" a problemas complejos. Sin embargo, también hay críticas: conflictos de interés, puertas giratorias, y una preocupante tendencia a priorizar lo económico sobre lo social.

Lo cierto es que el flujo no es unidireccional. Así como empresarios se vuelven políticos, también políticos se reconvierten en consejeros de grandes firmas. Felipe González en Gas Natural o José María Aznar en Endesa y News Corporation son ejemplos conocidos en España.

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