Revista Capital

Primeros pasos del papa León XIV: unidad, reforma silenciosa y un nuevo estilo en el Vaticano

Sus discursos están plagados de referencias a la vida cotidiana, a la necesidad de “ser Iglesia con la gente y no solo para la gente”

El cardenal Robert Prevost es el papa León XIV
Por Marta Díaz de Santos

Desde su elección hace poco más de un mes, el papa León XIV ha dejado claro que su pontificado no será el de los grandes gestos ni el ruido mediático. Con un perfil bajo, pero ideas firmes, ha marcado un camino que combina la continuidad con Francisco, la vocación pastoral y una apuesta por la unidad en un mundo y una Iglesia fragmentados. 

A poco más de un mes de su elección, Robert Francis Prevost, ahora León XIV, ha dejado pistas suficientes para intuir por dónde va. Su primer mensaje desde el balcón papal, tras el “Habemus Papam” del 18 de abril, fue todo lo contrario a una consigna de poder. “Vengo como un hermano entre hermanos”, dijo, rescatando ese tono pastoral que también usaba Francisco, pero sin imitarlo. En realidad, es lo más interesante de sus primeras semanas: que no está intentando parecerse a nadie, y tampoco a sí mismo en versión papal. Está buscando cómo ser Papa siendo él. 

Una Iglesia dividida y un mensaje de unidad 

Uno de los primeros gestos importantes de León XIV fue su misa inaugural. Frente a más de 200.000 personas en la plaza de San Pedro y con más de 150 delegaciones internacionales presentes, pidió unidad. Pero no como un reclamo vacío: habló de “odio moderno”, de la polarización creciente, de una Iglesia que debe ser menos muralla y más puente. 

Dijo: “Unidos en lo esencial, libres en lo opinable, y caritativos en todo”. La frase no era suya -es de San Agustín, su referente espiritual y fundador de la orden que lo formó-, pero sonó como un resumen perfecto del camino que quiere recorrer. 

No es un camino fácil. Según un estudio del Pew Research Center (2024), la Iglesia Católica vive una fuerte fractura entre sus sectores progresistas y conservadores, especialmente en temas como el papel de la mujer, los abusos sexuales, la homosexualidad y la moral sexual. León XIV ha mencionado, por ahora, poco y nada estos temas. En su escaso tiempo como responsable máximo de la Iglesia Católica, el Papa habla claro. Sus discursos están plagados de referencias a la vida cotidiana, a la necesidad de “ser Iglesia con la gente y no solo para la gente”. No ha tuiteado nada, pero sus homilías parecen escritas como si supiera que serán compartidas en redes. 

Aunque León XIV no se presenta como un “nuevo Francisco”, las señales de continuidad son claras. En su primera semana, pidió revisar los avances de la sinodalidad -el proceso iniciado por su predecesor para abrir el debate dentro de la Iglesia-, y dejó claro que no habrá marcha atrás en la “Iglesia en salida”. Sin embargo, lo hace con otro tono. León XIV es más institucional, más discreto, quizá más diplomático. “Su estrategia es no confrontar, pero tampoco esquivar”, escribió el analista Andrea Tornielli en Vatican News. 

Por ejemplo, el nuevo Papa ha mencionado, sin rodeos, la guerra de Ucrania y el conflicto en Gaza. Pidió una paz duradera, pero no repartió culpas. Habló de reconciliación, y eso dice más de su posición que cualquier condena puntual. 

En una Iglesia que todavía trata de lavar su imagen tras décadas de escándalos por abusos sexuales, León XIV también ha enviado señales. Fue responsable, en Perú, de una comisión contra esos crímenes y tuvo el respaldo de Francisco. El suyo promete ser, sin duda, un papado vigilado en este tema. 

¿Qué no ha dicho aún? 

Eso también cuenta. No ha hablado del celibato. No ha mencionado el sacerdocio femenino. No ha entrado en cuestiones como el uso de anticonceptivos o la homosexualidad. A veces, como en la política o como en la vida, uno no lidera por las cosas que grita, sino por las que escucha. Y León XIV parece estar en esa fase: observando, escuchando, ordenando el tablero antes de mover ficha. 

El ornamento ha vuelto: León XIV y la estética sagrada del nuevo Vaticano 

Un mes después de su elección, el papa León XIV también está marcando el tono de su pontificado a través de las imágenes. Sus gestos litúrgicos, vestiduras y escenografía apuntan a una estética distinta: más ceremonial, más simbólica, más consciente de lo que una imagen puede decir cuando el mundo entero está mirando. 

Las palabras del Papa son importantes. Pero en el Vaticano, los gestos pesan igual. La sotana, el báculo, el color de los ornamentos, la altura del solideo, el tipo de incensario, el modo en que se da la bendición… Todo habla. A veces, más que una homilía. 

Y en el caso de León XIV, el primer Papa estadounidense y el primero agustino en siglos, su manera de vestir el cargo no es solo cuestión de gusto: es una declaración visual de intenciones. Si Francisco fue el Papa del despojamiento -el de los zapatos negros, el anillo de plata, el coche pequeño-, León XIV ha devuelto cierta solemnidad visual a la figura papal. No es una vuelta al barroquismo de los Borgia, pero sí una estética que recupera el peso simbólico de lo litúrgico. 

Desde su misa inaugural, se notó. La casulla que usó, blanca con bordados dorados discretos pero presentes, marcaba un regreso a la ornamentación sobria. El palio, cruzado con líneas en rojo oscuro, recordaba a los primeros papas del siglo XX, pero con una limpieza formal que evitaba lo recargado. La mitra, alta, clásica, sin adornos excéntricos, tenía lo suficiente para imponerse sin abrumar. 

Su elección de tejidos también ha cambiado el clima visual del Vaticano. En varias de sus primeras apariciones ha optado por capas pluviales bordadas, algunas con motivos florales tradicionales, otras con símbolos marianos. En una misa en la basílica de San Juan de Letrán, apareció con una estola dorada inspirada en una pieza del siglo XIX, algo que no se veía desde tiempos de Benedicto XVI. No ha rescatado aún la muceta de armiño -el capote rojo con ribete blanco-, pero tampoco ha dado señales de renunciar a ella. 

El propio Vaticano ha filtrado que León XIV es un estudioso de la simbología litúrgica, y que está revisando personalmente las propuestas del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, Monseñor Diego Ravelli. Desde el color de las velas en el altar hasta el número de acólitos en procesión, todo está siendo observado, repensado. No con el ánimo de impresionar, sino de devolver al rito su lugar como lenguaje. 

Uno de los momentos más comentados en Roma fue su elección de usar el antiguo trono de Pío IX en una audiencia con embajadores. Tampoco por nostalgia, sino por lo que representa: la continuidad histórica. ¿Hay intención política en esto? No directamente. Pero sí cultural. En un mundo donde la imagen es la primera teología que se consume, el Papa ha decidido no competir con las pantallas vacías del espectáculo, sino con una puesta en escena que recupera lo sagrado como forma. 

Teólogos litúrgicos como Andrea Grillo ya lo han apuntado: “La liturgia del Papa no es solo la liturgia de la Iglesia; es el espejo de su visión del mundo.” León XIV, al parecer, no quiere una Iglesia que sea vista y comprendida como signo. 

Incluso su elección de música en las celebraciones va en la misma línea. Se ha inclinado por coros tradicionales, piezas en latín, y una revalorización del canto gregoriano en momentos clave. En la misa de Pentecostés, una interpretación de la secuencia Veni Sancte Spiritus con arreglos renacentistas puso los pelos de punta hasta a los diplomáticos. 

¿Es esto un giro estético? Sin duda. ¿Es un mensaje teológico? También. Porque cuando el Papa entra en una basílica con una dalmática bordada, seguido por cardenales en orden ceremonial, y el incienso levanta una nube que parece sacada de la Capilla Sixtina, no solo está cumpliendo un rito: está encarnando una idea. Que lo espiritual también es belleza. Y que la belleza tiene algo que decir cuando el dogma se desgasta y la doctrina no llega. 

El lenguaje de la liturgia: prendas y símbolos del Papa

  • Casulla: Es la prenda litúrgica más característica del sacerdote durante la misa. Tiene forma de capa cerrada por delante y por detrás, que se coloca sobre el alba (una especie de túnica blanca). En el caso del Papa, la casulla suele estar ricamente bordada y varía de color según el tiempo litúrgico (blanco, morado, verde, rojo). Su origen se remonta a los primeros siglos del cristianismo y simboliza la caridad que debe envolver al celebrante. 
  • Palio: El palio es una especie de estola de lana blanca con cruces negras que se lleva sobre los hombros. Está reservado al Papa y a ciertos arzobispos metropolitanos. En el caso del pontífice, representa su autoridad como pastor universal de la Iglesia. Su forma recuerda una banda circular que cae hacia delante y detrás, a veces cruzada por líneas rojas o negras. Se entrega en una ceremonia especial y tiene un fuerte valor simbólico. 
  • Mitra: Es el tocado alto y puntiagudo que llevan el Papa, los obispos y algunos abades durante celebraciones solemnes. Está formada por dos piezas unidas en forma de cono con dos tiras (llamadas ínfulas) que caen por detrás. Representa la dignidad del cargo episcopal. En el caso de León XIV, su elección de mitras altas y sobrias sugiere una preferencia por la solemnidad clásica frente a la ornamentación barroca. 
  • Capa pluvial: La capa pluvial es una capa larga y abierta por delante, que se sujeta al cuello con un broche. Se usa en procesiones, bendiciones y otros actos litúrgicos que no incluyen la misa. Aunque pueda parecer decorativa, tiene un sentido práctico y simbólico: el Papa o el obispo se protege con ella como signo de autoridad espiritual. Las capas pluviales papales suelen llevar bordados alusivos a santos, símbolos marianos o escenas evangélicas. 
  • Estola: Es una banda estrecha de tela, colocada en forma de “U” sobre los hombros. En los sacerdotes cuelga verticalmente, y en los diáconos, de forma cruzada. En el caso del Papa, la estola representa su función de guía espiritual y ministro sacramental. Las estolas papales suelen tener bordados dorados, símbolos cristológicos o detalles alusivos al pontífice en cuestión. 
  • Muceta: La muceta es una pequeña capa corta, abotonada por delante, que cubre los hombros y parte del pecho. Tradicionalmente, los Papas la han llevado de distintos tejidos y colores: rojo de terciopelo con ribete de armiño en invierno, o blanca en tiempo pascual. Francisco renunció a ella desde su elección; si León XIV la recuperara, marcaría un gesto de regreso al ornamento clásico. 
  • Dalmática: Es una túnica amplia y decorada, con mangas anchas, usada tradicionalmente por diáconos. El Papa puede llevarla debajo de la casulla durante misas especialmente solemnes, como símbolo de su triple función (sacerdote, profeta y rey). Bordada, ricamente decorada, y de origen imperial, su uso expresa la grandeza de la liturgia, entendida como celebración de lo sagrado. 

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