En los últimos años, el transporte ferroviario ha vivido una notable transformación en España, impulsada por la liberalización del sector y el consiguiente aumento de operadores en el mercado. Sin embargo, los datos más recientes han revelado un cambio de tendencia que pone sobre la mesa importantes desafíos estructurales para el sistema ferroviario nacional. Según cifras provisionales del Instituto Nacional de Estadística (INE), durante el primer trimestre de 2025 se contabilizaron 165 millones de viajes en tren, lo que representa una caída del 1,2% respecto al mismo periodo del año anterior y más del 8% en comparación con el último trimestre de 2024. Este descenso rompe con la tendencia alcista que había predominado durante los últimos años, desde la salida de la pandemia.
Este retroceso en el número de viajeros llega en un contexto marcado por crecientes incidencias técnicas, deficiencias en el mantenimiento y una inversión insuficiente que está afectando directamente a la fiabilidad del servicio. Las averías, robos de cableado, fallos en la catenaria e interrupciones del servicio son cada vez más frecuentes, especialmente en las líneas de alta velocidad y en corredores clave como el que conecta Madrid con el sur del país. En mayo, por ejemplo, un robo de cables dejó fuera de servicio trenes de Renfe, Iryo y Ouigo, afectando a unas 16.000 personas. A esto se suma una reciente avería entre Yeles (Toledo) y La Sagra (Madrid) que dejó a cientos de pasajeros atrapados, y otro incidente en la línea entre Zaragoza y Lleida provocado por un incendio.
Estos fallos no son casos aislados, sino parte de un patrón más amplio que incluye también problemas en los servicios de Cercanías y Rodalies. El pasado octubre, dos incidencias simultáneas en las estaciones madrileñas de Chamartín y Atocha paralizaron temporalmente buena parte del tráfico ferroviario. Estas interrupciones no solo generan incomodidad e incertidumbre para los viajeros, sino que también erosionan la imagen del tren como un medio de transporte fiable, sostenible y eficiente.
Es irónico que estos problemas surjan en un momento en el que, estructuralmente, el sistema ferroviario español ha mostrado signos claros de evolución positiva. Desde 2021, con el levantamiento de las restricciones por la pandemia y el inicio de la liberalización del transporte de pasajeros, que permitió la entrada de nuevos operadores como Iryo y Ouigo, el número de usuarios no ha hecho más que crecer, encadenando 13 trimestres consecutivos al alza. Este fenómeno no solo dinamizó el mercado, sino que permitió ofrecer tarifas más competitivas y una mayor frecuencia de servicios, democratizando el acceso a la alta velocidad.
En total, más de 690 millones de personas utilizaron el tren en 2024, lo que representa un 9% más que las cifras prepandemia y un 60% por encima del volumen de viajeros anterior a la liberalización. Esta fuerte demanda, sin embargo, también ha puesto de manifiesto las limitaciones de una infraestructura que, si bien es una de las más extensas de Europa en términos de alta velocidad, no ha recibido la inversión necesaria para mantener su calidad operativa en niveles óptimos.
El desafío ahora es doble: por un lado, es fundamental preservar la confianza del usuario, evitando que la acumulación de incidencias provoque un trasvase hacia otros medios de transporte como el avión o el coche. Por otro, se requiere un compromiso claro por parte de las autoridades para invertir en el mantenimiento y modernización de la red, garantizando que la expansión de la oferta esté acompañada por un servicio robusto, seguro y puntual.
La caída en los números del primer trimestre de 2025 debe interpretarse como una señal de alerta, más que como un simple dato pasajero. Si España quiere consolidarse como un referente en movilidad ferroviaria sostenible y eficiente, debe enfrentar con decisión los cuellos de botella que hoy amenazan con frenar ese avance. La liberalización ha traído competencia y mejores precios, pero ahora es el momento de garantizar que esa competencia se desarrolle sobre una base sólida y resiliente.
