Mercados e inversión

Ozempic se enfría, y con él, Novo Nordisk: desplome histórico en Copenhague

En tan solo un día, la empresa ha perdido cerca de un tercio de su valor bursátil

Por Marta Díaz de Santos

En el mundo empresarial, las caídas más sonoras no siempre son las más esperadas. Y pocas han sido tan estrepitosas, tan simbólicas y tan cargadas de advertencias como la de Novo Nordisk, la compañía danesa que pasó de fabricar insulina a convertirse en el rostro del furor farmacéutico global contra la obesidad. En tan solo un día, el 29 de julio de 2025, la empresa perdió cerca de un tercio de su valor bursátil, evaporando decenas de miles de millones en capitalización y sorprendiendo a inversores que, hasta hace solo meses, la consideraban intocable.

La causa inmediata fue un recorte de previsiones que sonó como un portazo en los mercados. La farmacéutica anunció que su crecimiento de ingresos para 2025 pasará del rango previsto del 16–24 % a un modesto 8–14 %, y que el beneficio operativo se ralentizará hasta el 10–16 %. El motivo: una ralentización significativa en las ventas de Ozempic y Wegovy, sus dos medicamentos estrella, especialmente en Estados Unidos. A ello se suma la creciente amenaza de los compounded (versiones manipuladas y vendidas en clínicas sin control de calidad ni regulación) y el empuje imparable de Mounjaro, el competidor directo de Eli Lilly, que ha ido ganando terreno en los últimos trimestres.

Sobre Novo Nordisk

Novo Nordisk no es cualquier empresa. Nació en 1923 con el propósito de facilitar el acceso a la insulina en Europa, tras el descubrimiento canadiense que revolucionó el tratamiento de la diabetes. A lo largo del siglo XX se convirtió en un referente mundial en endocrinología. En 1989, con la fusión de Nordisk y Novo, la compañía pasó a tener una estructura más sólida y una ambición global. Con el respaldo estratégico de la Fundación Novo Nordisk, que aún posee la mayoría del poder de voto, la firma mantuvo un enfoque a largo plazo, priorizando investigación e innovación por encima del beneficio inmediato.

Ese enfoque pareció encontrar su recompensa definitiva con la irrupción de los fármacos GLP-1, diseñados originalmente para tratar la diabetes tipo 2, pero que pronto mostraron una eficacia inédita en la pérdida de peso. Ozempic, aprobado en 2017, y su derivado Wegovy, lanzado en 2021, no tardaron en convertirse en fenómenos culturales. Las ventas se dispararon. Las redes sociales se llenaron de transformaciones físicas. Las listas de espera crecieron. Y Novo Nordisk se convirtió en la empresa europea más valiosa, con una capitalización que llegó a superar al PIB de Dinamarca.

Desde principios de 2025, las señales de fatiga comenzaron a acumularse: problemas de suministro, un mercado estadounidense saturado, incertidumbre regulatoria y una creciente presión para controlar los costes del sistema sanitario. A pesar de sus esfuerzos por expandirse a Asia y América Latina, la internacionalización de Wegovy avanzó con lentitud. Además, los usuarios comenzaron a abandonar el tratamiento al no poder costearlo o al experimentar efectos secundarios persistentes. El gran negocio se desinflaba.

Un negocio que se desinfla

La reacción en Bolsa fue brutal. En un solo día, Novo Nordisk perdió más del 25 % de su valor. Los analistas, que hace apenas semanas hablaban de superar el billón de dólares en capitalización, pasaron a recalibrar sus proyecciones. Algunos fondos deshicieron posiciones. Otros mantuvieron la fe, pero con reservas. La euforia se apagó y dio paso a una realidad más incómoda: el crecimiento infinito no existe, ni siquiera para una empresa con la molécula más rentable del siglo.

En medio de este torbellino, la empresa anunció un cambio de liderazgo: el hasta ahora vicepresidente ejecutivo y responsable internacional, Maziar Mike Doustdar, tomará las riendas como nuevo CEO a partir del 7 de agosto, en sustitución de Lars Fruergaard Jørgensen, quien llevaba en el cargo desde 2017. El relevo, aunque esperado internamente, se interpretó externamente como una maniobra de control de daños: un intento de enviar un mensaje de renovación sin cambiar el corazón estratégico de la firma.

Las tareas que afronta Doustdar son titánicas. Por un lado, debe recuperar la confianza de los inversores y estabilizar el valor de las acciones. Por otro, tiene que contener la pérdida de cuota en Estados Unidos, su principal mercado. Además, la compañía ha emprendido acciones legales contra clínicas y laboratorios que venden versiones no autorizadas de Wegovy, un mercado paralelo que erosiona los márgenes y difumina el control de la marca. Y por si fuera poco, la FDA estudia endurecer la regulación sobre la venta de tratamientos compuestos no aprobados, lo que podría alterar de nuevo el tablero.

En paralelo, Novo Nordisk acelera el desarrollo de nuevos compuestos, incluidos medicamentos orales y combinaciones con tirzepatida, y busca alianzas tecnológicas para reforzar sus sistemas de prescripción digital. El objetivo es claro: diversificar ingresos y demostrar que la empresa es algo más que semaglutida.

A medio plazo, algunos analistas proyectan una recuperación parcial, con la acción estabilizándose en torno a las 500 coronas danesas, muy por debajo del pico de 2024, pero lejos del pánico de julio. Otros creen que el sector entero de los tratamientos GLP-1 podría estar ante una corrección estructural: el boom ya pasó, y lo que queda es una carrera por la eficiencia, la innovación real y el acceso sostenible.

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