El contraste entre 2024 y 2025 en el sector de la electrónica y las TIC es evidente. Mientras el año pasado la producción en Europa se contrajo un 1,1%, 2025 se posiciona con una previsión de expansión del 6,7% a nivel global, según el último informe de Crédito y Caución. El impulso no es homogéneo: Asia-Pacífico lidera la carrera con un crecimiento estimado del 8%, mientras que Europa apenas alcanzará un 1,6%. Sin embargo, la tendencia general confirma que la industria tecnológica mundial ha cambiado de rumbo.
En 2024, la actividad estuvo marcada por un doble freno. Por un lado, la guerra comercial redujo las inversiones empresariales, encareció insumos estratégicos y generó incertidumbre en las cadenas de valor. Por otro, la desaceleración manufacturera afectó especialmente a los productos de gama baja, como chips básicos, ordenadores y teléfonos inteligentes, segmentos que mostraron síntomas de saturación tras años de fuerte demanda. El resultado fue un estancamiento que obligó a revisar a la baja las previsiones.
La fotografía en 2025 es distinta. El sector ha encontrado nuevos motores de crecimiento en la digitalización acelerada de la economía, la automatización industrial y, sobre todo, en la demanda de semiconductores de alto rendimiento para inteligencia artificial y vehículos eléctricos. Se espera que las ventas de chips avancen más de un 10% anual en los próximos dos años, lo que sitúa a este segmento como el gran dinamizador de la industria.
El contexto geopolítico también juega un papel clave. Aunque la sombra de la guerra comercial sigue presente, el acuerdo alcanzado entre Estados Unidos y China para rebajar aranceles en productos clave como semiconductores, ordenadores o smartphones ha supuesto un balón de oxígeno. Washington, además, ha anunciado la eliminación de barreras a las importaciones de equipos TIC, lo que favorecerá la estabilidad del mercado y el acceso a componentes estratégicos.
2025 ofrece un escenario expansivo, con motores claros de crecimiento y un marco geopolítico más favorable gracias a los acuerdos comerciales
Europa, rezagada en la carrera, trata de reaccionar
Tras la contracción de 2024, el continente prevé modestos crecimientos del 1,6% en 2025 y del 1,4% en 2026. El gran reto pasa por reforzar su soberanía tecnológica: la UE ha aprobado un plan de inversión de 43.000 millones de euros para impulsar la producción local de semiconductores, con el objetivo de alcanzar el 20% de la producción mundial de chips en 2030. Sin embargo, su apuesta se centra en chips industriales y de automoción, más estables pero menos competitivos frente al auge de la inteligencia artificial, lo que podría dejarla en segundo plano en la batalla global por el liderazgo tecnológico.
El panorama a medio plazo combina luces y sombras. La previsión para 2026 ya refleja un enfriamiento, con un crecimiento revisado a la baja hasta el 4,0%. La reducción responde a la incertidumbre sobre la inversión empresarial y al posible agotamiento de la demanda en algunos nichos de consumo. Aun así, la industria mantiene expectativas sólidas, con Asia y Estados Unidos como polos de innovación, y con Europa tratando de asegurarse un espacio en un mercado donde el suministro de chips se ha convertido en un asunto estratégico al mismo nivel que la energía o la defensa.
La pregunta que se hace todo el mundo es: ¿fue mejor 2024 o este año? La respuesta es clara. 2024 estuvo marcado por la contracción, la saturación de algunos segmentos y la fragilidad de las cadenas de suministro. 2025, en cambio, ofrece un escenario expansivo, con motores claros de crecimiento y un marco geopolítico más favorable gracias a los acuerdos comerciales. Aunque persisten riesgos -desde un deterioro mayor en las relaciones entre Estados Unidos y China hasta la posibilidad de nuevas burbujas de producción-, todo indica que 2025 marcará un punto de inflexión hacia la consolidación de la electrónica y las TIC como pilares de la economía global.
La transición de un año al otro refleja, en definitiva, el paso de la incertidumbre a la oportunidad. El sector tecnológico se convierte en barómetro de la salud industrial mundial y, al mismo tiempo, en la llave de la transformación económica de la próxima década. Si 2024 fue el año de la cautela, 2025 es el de la ambición.
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