El arranque de este año parecía prometedor para Polestar. La marca de vehículos eléctricos, nacida en Suecia como división deportiva de Volvo y hoy controlada por el grupo chino Geely, ha comunicado un crecimiento de ingresos del 56 % en el primer semestre, impulsado por un repunte del 51 % en sus ventas minoristas. Su gama de coches eléctricos premium ha encontrado un público fiel que busca diseño escandinavo, innovación tecnológica y un compromiso visible con la sostenibilidad.
El Polestar 2, primer modelo de gran producción de la compañía, se ha consolidado como su producto estrella y competidor directo de Tesla Model 3. Con él, Polestar ha ganado visibilidad en Europa y Norteamérica. En paralelo, los nuevos Polestar 3 y Polestar 4 marcan la entrada en segmentos más ambiciosos: SUV eléctricos de alta gama, con más autonomía, interiores minimalistas y tecnologías de asistencia a la conducción que buscan reforzar su posición frente a marcas tradicionales como BMW o Mercedes.
Ese empuje comercial, celebrado en la nota oficial del 3 de septiembre, contrasta con el delicado panorama financiero revelado casi en paralelo. La compañía registra una pérdida neta de 1.030 millones de dólares en el segundo trimestre, muy por encima de los 268 millones del mismo periodo del año anterior. El desajuste se explica en gran medida por una provisión contable de 739 millones asociada al Polestar 3, además de la presión de los aranceles y unos costes operativos crecientes que han tensionado aún más sus cuentas.
El resultado ha sido inmediato en la Bolsa. Las acciones de Polestar se han desplomado un 17 %. La dirección reconoce dudas sobre su continuidad si no logra reforzar capital, refinanciar deuda y ajustar su estrategia.
Polestar, sin embargo, no es una startup más del sector. Ha sabido construirse con una identidad clara; es decir, con vehículos con un diseño depurado, que apuestan por la transparencia de materiales sostenibles y por la experiencia digital del conductor. Su estrategia ha sido diferenciarse en un mercado dominado por gigantes tecnológicos y marcas históricas, situándose en un espacio intermedio entre la exclusividad del lujo y la accesibilidad del eléctrico masivo.
La situación coloca a la compañía en una encrucijada. Por un lado, cuenta con un producto atractivo, una marca con reconocimiento global y un crecimiento de ingresos que demuestra su capacidad de captar clientes exigentes. Por otro, arrastra pérdidas que cuestionan su capacidad de sostener la expansión a medio plazo.
Polestar cae más del 13% en Bolsa tras duplicar sus pérdidas en el primer semestre del año
