La inflación en España ha vuelto a acelerarse en septiembre, según los datos adelantados del Instituto Nacional de Estadística (INE), con un alza interanual del 2,9 %, dos décimas más que en agosto. Este repunte se explica principalmente por la evolución de los carburantes y la electricidad, que en comparación con el año pasado han bajado menos de lo esperado, empujando el índice general al alza.
La inflación subyacente, que excluye energía y alimentos no elaborados, ofrece un respiro al moderarse una décima hasta el 2,3 %, lo que sugiere que la presión estructural sobre los precios sigue contenida.
El IPC encadena varios meses de tensiones
Con esta subida, el IPC encadena ya varios meses de tensiones, aunque el avance es relativamente moderado si se compara con los picos inflacionistas de los últimos años. La tendencia muestra que, mientras los precios de la energía marcan la pauta en la evolución a corto plazo, la cesta de consumo más estable se mantiene bajo cierto control.
Para los hogares, sin embargo, el impacto se traduce en una nueva pérdida de poder adquisitivo, especialmente en el gasto cotidiano en transporte y suministros, donde las subidas son más visibles.
La evolución de la inflación plantea también un dilema en el terreno económico y político. Los sindicatos y patronales deberán afrontar negociaciones salariales en un contexto en el que los precios crecen por factores volátiles, pero con el riesgo de trasladar esas tensiones a la economía real si los ajustes de sueldos no se equilibran con la productividad.
Para el Banco Central Europeo, la situación española complica un poco más la estrategia: aunque el promedio de la eurozona se mantiene cerca del 2 %, la diferencia nacional puede condicionar expectativas sobre los tipos de interés y la política monetaria.
El Gobierno, por su parte, confía en que el efecto base se modere en los próximos meses y que la inflación subyacente siga marcando la tendencia a la baja. Sin embargo, el precio de la energía y las incertidumbres internacionales, desde los mercados del gas y el petróleo hasta la evolución del comercio mundial, seguirán determinando el rumbo de la economía española en el cierre de 2025.
