Lifestyle, Viajes

Turismo espacial, la nueva economía que despega

El turismo espacial ya no es ciencia ficción. Con un mercado que supera los 2.000 millones de euros y previsiones de crecimiento del 18 % anual hasta el año 2033, este nuevo sector combina innovación, lujo y capital privado en la conquista comercial del espacio

Por Marta Díaz de Santos

El turismo espacial ha pasado en apenas dos décadas de ser un concepto de novela futurista a consolidarse como una industria de alta tecnología con un enorme potencial económico. Sí, estás leyendo bien. Lo que comenzó en 2001 con el multimillonario Dennis Tito pagando 20 millones de dólares por viajar a la Estación Espacial Internacional se ha transformado a día de hoy en un negocio que mueve alrededor de 2.000 millones de euros anuales en todo el mundo. Las previsiones apuntan a un crecimiento sostenido hasta alcanzar los 4.200 millones de euros en 2033, impulsado por la reducción de costes, la innovación tecnológica y el creciente interés de los inversores privados.

Modelos de negocio y principales actores

El salto de la ciencia a la economía se explica por tres factores principales: la entrada masiva de capital privado, la reutilización de cohetes, que abarata los lanzamientos, y la aparición de un nuevo perfil de cliente dispuesto a pagar fortunas por vivir esta experiencia única. A su vez, este mercado se estructura en tres modelos de negocio: los vuelos suborbitales de corta duración, las misiones orbitales privadas que permanecen varios días fuera de la Tierra y los futuros viajes lunares o estancias en estaciones espaciales.

En el sector suborbital, Virgin Galactic de Richard Branson ofrece una experiencia de lujo: vuelos de unos 90 minutos que alcanzan 90 km de altitud, con vistas de la curvatura de la Tierra y unos minutos de ingravidez. Cada billete ronda los 400.000 euros, e incluye formación y servicios exclusivos antes del vuelo.

Blue Origin, la empresa de Jeff Bezos, combina turismo y ciencia con su cápsula New Shepard, que asciende más de 100 km en viajes de unos 10 minutos. Los precios se sitúan entre 250.000 y 400.000 euros por persona, y también se utiliza para experimentos educativos y tecnológicos.

En el ámbito orbital, SpaceX de Elon Musk lidera con su nave Crew Dragon, capaz de mantener a los turistas varios días en órbita o incluso acoplarse a la Estación Espacial Internacional. Cada asiento cuesta más de 45 millones de euros, y las misiones incluyen entrenamiento intensivo. Axiom Space, en colaboración con la NASA y SpaceX, desarrolla la primera estación espacial comercial, que ofrecerá alojamiento y laboratorios para turistas e investigadores a partir de 2026-2027.

También encontramos Orbital Assembly Corporation (Above Space), que prepara los primeros hoteles espaciales: la estación Pioneer para 28 personas y la Voyager para 400, con apertura prevista antes de 2030.

En España, Halo Space sigue avanzando en su objetivo de ofrecer turismo espacial sostenible, aunque los vuelos comerciales aún no han comenzado. La compañía ha completado varios vuelos de prueba y planea iniciar los primeros trayectos turísticos en 2026. Su cápsula, diseñada para ocho pasajeros, ascenderá hasta unos 37 kilómetros de altitud, ofreciendo vistas panorámicas de la curvatura de la Tierra durante unas cuatro horas. El precio estimado del billete rondará los 150.000 euros, y la experiencia será de cero emisiones, impulsada por un globo estratosférico.

El turismo espacial mueve ya más de 2.000 millones de euros y se perfila como el nuevo eje de inversión en innovación, energía y tecnología aeroespacial

En los últimos cinco años, las empresas vinculadas al turismo y la exploración espacial han captado más de 20.000 millones de euros en financiación. Los fondos de capital riesgo, family offices y grandes tecnológicas perciben este sector no solo como una oportunidad de rentabilidad, sino como una palanca de innovación transversal, con avances aplicables a materiales, energía, robótica y comunicaciones.

Los analistas coinciden en que la rentabilidad directa del turismo espacial será limitada a corto plazo, pero su efecto tractor sobre la economía aeroespacial es innegable. Cada lanzamiento genera empleos de alta cualificación, impulsa la cadena de suministro y estimula la investigación en campos como la propulsión sostenible o la ingeniería de precisión. En ese sentido, el turismo espacial actúa como un laboratorio de desarrollo tecnológico cuyo impacto se extiende mucho más allá del ocio exclusivo.

El sector, ante desafíos significativos

Pero el sector encara también desafíos significativos. La falta de un marco regulatorio internacional claro complica la estandarización de licencias, seguros y responsabilidades civiles. A ello se suma el impacto ambiental: un vuelo suborbital puede emitir más de 70 toneladas de CO₂. Las principales compañías, conscientes de las críticas, trabajan en combustibles más limpios y sistemas de reutilización que reduzcan tanto las emisiones como los costes por misión.

Europa, mientras tanto, busca consolidar su propio ecosistema espacial. La Agencia Espacial Europea (ESA) fomenta alianzas con startups y laboratorios nacionales para ganar autonomía frente a Estados Unidos. En España, PLD Space se ha convertido en uno de los proyectos más prometedores tras el lanzamiento exitoso de su cohete Miura 1, y aspira a ocupar un papel clave en la futura cadena de valor del turismo espacial europeo.

El horizonte del sector se expande rápidamente. Axiom Space prevé inaugurar en 2028 su primer módulo turístico permanente en órbita, y SpaceX ya comercializa vuelos de sobrevuelo lunar con precios que superan los 150 millones de euros por pasajero. Al mismo tiempo, empresas japonesas y emiratíes avanzan en proyectos propios para diversificar la oferta en la próxima década.

Más allá de las cifras, el turismo espacial simboliza una nueva fase del capitalismo tecnológico que es la de la economía en órbita. Es la primera industria nacida directamente de la colaboración entre la ciencia y la inversión privada, y su desarrollo podría transformar la innovación, el transporte y la energía del futuro. Para los inversores, la oportunidad reside en vender billetes al espacio, pero sobre todo en participar en la infraestructura que lo hará posible a través de satélites, comunicaciones, robótica y propulsión limpia.

El turismo espacial representa, en definitiva, el punto de encuentro entre la exploración y el negocio; un mercado que todavía orbita en torno a una élite, pero que promete redefinir la economía global del siglo XXI. La próxima frontera del turismo va más allá de la atmósfera y está, también, en el corazón de la próxima gran revolución tecnológica y financiera.

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