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Moda regenerativa: cuando cada tejido devuelve vida a la tierra

La moda regenerativa no se limita a reducir daños, sino que busca mejorar la salud de los suelos, aumentar la biodiversidad y capturar carbono

Moda regenerativa: cuando cada tejido devuelve vida a la tierra
Por Marta Menéndez

La moda española vive una transformación silenciosa, pero imparable. Durante décadas, la industria textil estuvo marcada por el vértigo de las temporadas, la rotación constante de tendencias y la obsesión por lo inmediato. Pero la irrupción del fast fashion, con sus cadenas globales capaces de sacar una colección nueva cada dos semanas, ha traído consigo consecuencias que ya nadie puede ignorar: toneladas de residuos textiles, contaminación por tintes y fibras sintéticas, sobreexplotación de recursos naturales y precariedad laboral en países productores. Ante tal escenario, la moda sostenible en España se ha consolidado como un movimiento que no es pasajero, sino estructural. Una respuesta que mezcla innovación, tradición artesanal y un consumidor cada vez más consciente.

El concepto de slow fashion, acuñado en 2007 como contrapunto a la velocidad desmedida del sector, ha encontrado en nuestro país un terreno fértil. No se trata de una moda alternativa, sino de un nuevo paradigma. Diseñadores, empresas y colectivos trabajan para redefinir qué significa vestirse en el siglo XXI: hacerlo con estilo, pero también con responsabilidad.

El mercado lo confirma. Según datos recientes, el valor global de la moda sostenible alcanzó los 9.220 millones de dólares en 2024 y se espera que casi se duplique en menos de una década. Europa lidera esa tendencia, y España empieza a destacar con proyectos singulares que van desde la innovación científica hasta la reivindicación de oficios tradicionales.

Una posición en crecimiento frente a Europa

En comparación con otros países europeos, España todavía se encuentra en una fase de consolidación. “La moda sostenible en España se encuentra en una etapa de crecimiento y mayor concienciación, comparable a otros países europeos, aunque con retos como el precio elevado y la dificultad para encontrar información fiable sobre las marcas”, señalan voces del sector a Capital.

La moda sostenible en España se encuentra en una etapa de crecimiento y mayor concienciación

Europa lidera la transición hacia modelos de producción más responsables, con regulaciones que obligan a toda la cadena de valor a rendir cuentas. España, con su tradición textil y su potencial creativo, está empezando a destacar con proyectos singulares que combinan ciencia, artesanía y nuevas formas de consumo.

Innovación en materiales: el motor del cambio

Uno de los pilares de este cambio está en los tejidos. El algodón, omnipresente en la industria textil, se ha convertido en el mejor ejemplo de cómo un material puede ser al mismo tiempo básico y problemático. El cultivo convencional consume enormes cantidades de agua y químicos, pero en paralelo han surgido alternativas que abren nuevas posibilidades.

En Perú, el algodón nativo, que crece de manera natural en colores que van desde el beige hasta el lila, ha sido rescatado de la extinción gracias a empresas como Bergman/Rivera. Al no requerir procesos de teñido, su impacto ambiental es mucho menor. España no cultiva algodón de estas características, pero sí participa en la importación y el desarrollo de productos elaborados con fibras regenerativas. “Hay grandes avances y retos dentro del sector textil para que puedan generarse nuevos materiales sostenibles”, apuntan desde la industria.

La moda regenerativa va un paso más allá de lo orgánico. No se limita a reducir daños, sino que busca mejorar la salud de los suelos, aumentar la biodiversidad y capturar carbono. En Brasil, Turquía o Perú ya existen proyectos en marcha, coordinados por empresas con presencia en nuestro país como ‘Organic Cotton Colours’, que trabaja con comunidades agrícolas mediante sistemas de policultivo y sin riego artificial. La idea es que cada prenda no solo “no contamine”, sino que contribuya a “regenerar los ecosistemas de los que depende”.

Mientras tanto, en los talleres y pasarelas españolas se escribe otra parte de esta historia. Diseñadores como María Lafuente, pionera de la sostenibilidad en nuestro país, han demostrado que ética e innovación no están reñidas con la estética. En la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid presentó una colección que incluía tejidos tradicionales como el lino o el Tencel certificado, pero también materiales revolucionarios como el BioPeel, desarrollado a partir de naranjas amargas de Sevilla por estudiantes de diseño.

Este biomaterial compostable ilustra cómo la ciencia puede nutrir a la moda. A ello se sumaron técnicas artesanales de encaje y ganchillo, realizadas en colaboración con cooperativas de mujeres, y la incorporación de lana merino impermeable o denim tratado con tecnologías limpias.

El panorama nacional se completa con iniciativas que rescatan oficios y tradiciones. Firmas como ‘My Josefin’ han devuelto protagonismo a la sombrerería, reivindicando la artesanía como símbolo de moda lenta. Otras, como Ángel Iglesias, defienden la atemporalidad de sus colecciones, alejándose de la obsolescencia programada que caracteriza al fast fashion. A ello se suma el trabajo de colectivos internacionales que han encontrado en España una plataforma para difundir mensajes más amplios: desde la defensa de la selva amazónica hasta la recuperación de fibras autóctonas.

Barreras y contradicciones del mercado

La moda sostenible sigue siendo más cara debido a los costes asociados a los procesos éticos: salarios justos, producción local, materiales de calidad. Ese sobreprecio dificulta su acceso al gran público y hace que, en ocasiones, se perciba como un lujo. “Justificar el precio y que el consumidor pueda pagarlo o que realmente sea algo que condicione una compra, sigue siendo una de las principales barreras”, reconocen los expertos. Aun así, el relato está cambiando. Lo que antes se veía como un sector minoritario hoy se percibe como una inversión a largo plazo. Comprar menos, pero mejor, es un lema que empieza a calar.

Justificar el precio y que pueda pagarlo el consumidor o que realmente sea algo que condicione una compra sigue siendo una de las principales barreras

Desde la pandemia de la Covid-19, el consumidor ha cambiado. El cierre de tiendas físicas, la crisis logística y la reflexión sobre la relación entre salud y medio ambiente empujaron a muchos a replantearse sus hábitos de consumo. Y es por ello por lo que, desde entonces, cada vez más clientes buscan trazabilidad, certificaciones y transparencia. Ya no basta con vender un vestido bonito: hay que explicar de dónde viene, quién lo ha cosido, con qué fibras y bajo qué condiciones laborales.

El valor de la artesanía y los oficios

Técnicas que parecían relegadas a un segundo plano, se reivindican hoy como símbolos de calidad, durabilidad y exclusividad. La moda circular es otra de las tendencias en auge. Marcas pequeñas y grandes están experimentando con modelos de recogida de ropa usada, reparación de prendas o reciclaje de fibras para darles una segunda vida. Incluso gigantes de la distribución han comenzado a incluir programas piloto de recogida, aunque con críticas por el riesgo de greenwashing.

El consumidor joven, especialmente el de la Generación Z, es mucho más crítico y premia la coherencia. “En el sector del lujo y las pequeñas marcas es fundamental para dar visibilidad a la artesanía, justificar el precio y crear un producto diferenciado. Lo mismo ocurre con las grandes marcas. Conforme un proyecto se amplifica, es más difícil poder abarcar todos los puntos que son necesarios a la hora de diseñar, producir y crear un producto final de una forma consciente y sostenible”, advierten.

Conforme un proyecto se amplifica, es más difícil poder abarcar todos los puntos que son necesarios a la hora de diseñar, producir y crear un producto final de una forma consciente y sostenible

Este enfoque no solo conecta con la sostenibilidad, sino también con la identidad cultural. El reto es lograr coherencia en todas las fases de la cadena, desde la elección de fibras hasta el salario digno en la confección.

Sostenibilidad con rostro humano: Ayuda en Acción

La sostenibilidad en moda no puede entenderse únicamente desde lo ambiental. El verdadero cambio también pasa por el impacto social: quién confecciona las prendas, en qué condiciones y qué oportunidades se generan para las nuevas generaciones. Aquí cobra fuerza la labor de Ayuda en Acción, ONG internacional que trabaja junto a las personas más vulnerables para impulsar un desarrollo sostenible y duradero.

Su trabajo conecta directamente con los retos del sector textil: dignificar los oficios, garantizar empleos justos y generar nuevas oportunidades ligadas a la innovación. La organización acompaña a la infancia y la juventud, apostando por sus talentos y habilidades, y facilitando su acceso a la educación y al empleo.

En España, un ejemplo claro es el Programa Impulsa Empleo Joven, dirigido a jóvenes de 16 a 29 años que no estudian ni trabajan. A través de orientación personalizada, formación en competencias técnicas y sociales, y prácticas en empresas, se busca preparar a esta generación para un mercado laboral en transformación, donde la moda sostenible también reclama nuevos perfiles.

De esta manera, la sostenibilidad adquiere un rostro humano: no se trata solo de reducir residuos o innovar en materiales, sino también de construir una industria textil que ofrezca oportunidades, reconozca el valor del trabajo y fomente la inclusión. Así, la moda puede convertirse en un motor doblemente transformador: regenerar el planeta y abrir caminos de futuro para quienes más lo necesitan.

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