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La peste porcina africana sacude al cerdo español y frena las ventas a China

El primer brote de peste porcina africana en España en más de 30 años, detectado en jabalíes en Collserola (Barcelona), amenaza al potente sector porcino y ya ha llevado a China a suspender importaciones de 12 empresas de Barcelona

Por Marta Díaz de Santos

La peste porcina africana (PPA) ha vuelto a España 31 años después de su erradicación y lo ha hecho en un punto muy sensible: el parque de Collserola, en el área metropolitana de Barcelona. Dos jabalíes muertos han dado positivo a la enfermedad y las autoridades han encontrado ya más de una decena de cadáveres en la zona, lo que ha llevado a cerrar accesos, restringir actividades al aire libre y a preparar el despliegue de la Unidad Militar de Emergencias para reforzar las tareas de vigilancia y desinfección.

La PPA es un virus altamente contagioso y letal para cerdos y jabalíes, pero no se transmite a las personas ni por contacto con los animales ni por consumo de carne, por lo que no supone un riesgo sanitario para el consumidor.

No existe una vacuna eficaz de uso general, y la simple aparición de un foco obliga a activar protocolos de emergencia, sacrificar animales en caso de contagio en granja y asumir de inmediato el cierre de mercados internacionales.

España se ha consolidado como el primer productor de carne de cerdo de la Unión Europea y uno de los grandes exportadores mundiales

El golpe llega en un momento en el que España se ha consolidado como el primer productor de carne de cerdo de la Unión Europea y uno de los grandes exportadores mundiales. El porcino es el segundo gran motor exportador agroalimentario del país, solo por detrás del aceite de oliva si se compara por productos estrella, y mueve cerca de 9.000 millones de euros en ventas al exterior cada año. Una parte muy relevante de ese negocio se dirige a países terceros fuera de la UE, y China es, con diferencia, el cliente más importante.

Precisamente el gigante asiático ha sido uno de los primeros en reaccionar. La Administración General de Aduanas de China ha suspendido las importaciones de carne de cerdo de 12 empresas de la provincia de Barcelona, que ya figuran en el registro oficial con el estado de “suspensión de importación”. Se trata de instalaciones que hasta ahora estaban autorizadas a exportar y que quedan de momento fuera del mercado chino tras confirmarse el brote en jabalíes.

La decisión de Pekín se suma a las restricciones decretadas por otros países como Japón, México o Taiwán, que han optado por vetar de forma preventiva los productos porcinos españoles mientras se aclara el alcance real del foco.

La preocupación en el sector es evidente. Un tercio de las exportaciones de cerdo españolas se dirigen a mercados extracomunitarios y cualquier cierre prolongado puede traducirse en pérdidas millonarias, sobre todo si la enfermedad salta de la fauna silvestre a la cabaña doméstica.

De momento, las 39 granjas situadas dentro del perímetro de vigilancia en torno a Collserola han dado resultado negativo en las pruebas, pero quedan bajo vigilancia estricta, con movimientos muy controlados y refuerzo de medidas de bioseguridad.

El objetivo que repiten tanto el Ministerio de Agricultura como la Generalitat es doble: “contener, eliminar y minimizar el impacto en los mercados exteriores”, en palabras del ministro Luis Planas, que ha pedido tranquilidad pero ha insistido en no bajar la guardia.

La hipótesis que gana fuerza sobre el origen del brote apunta a restos de comida contaminada tirados en zonas de basura o picnic y consumidos por los jabalíes, una vía clásica de entrada del virus en países que hasta entonces estaban libres. Desde ahí, la elevada densidad de jabalíes en Collserola y su contacto frecuente con entornos urbanos multiplican el riesgo de diseminación si no se actúa con rapidez.

En este contexto, España se juega mucho más que un titular de alarma sanitaria. El cerdo y el aceite de oliva son hoy la carta de presentación de la despensa española en el mundo. Si el brote se logra acotar a la fauna silvestre y los socios comerciales aceptan la regionalización para mantener abiertas las compras al resto del país, el daño podría limitarse.

Si, por el contrario, el virus entra en las granjas y se extiende a otras zonas, el impacto sobre el empleo rural, la industria cárnica y la balanza comercial convertiría esta alerta en una crisis de primer orden para toda la economía agroalimentaria española.

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