Anthropic y OpenAI comparten origen y ahora también destino. Ambas quieren cotizar. Anthropic, creadora de Claude, ya ha contratado a un gran despacho de Silicon Valley para preparar una OPV que podría llegar en 2026. OpenAI, responsable de ChatGPT, trabaja en una operación aún mayor, con una valoración objetivo cercana al billón de dólares y un debut que muchos sitúan algo más tarde. ¿Es una carrera entre dos empresas? No, es mucho más. Es ver quién se queda con el relato y el capital de la próxima gran infraestructura tecnológica.
La historia empieza en 2021, cuando once empleados de OpenAI, liderados por los hermanos Dario y Daniela Amodei, se marchan por desacuerdos sobre el ritmo de avance, la gobernanza y la seguridad de los modelos más potentes. De esa ruptura nace Anthropic, una compañía de "investigación y seguridad en IA" constituida como public benefit corporation, lo que le permite fijar como misión legal tanto el beneficio económico como el desarrollo responsable de IA avanzada. OpenAI, en cambio, había nacido en 2015 como organización sin ánimo de lucro y más tarde creó una estructura híbrida, con una fundación en la cúspide y un brazo con ánimo de lucro de retorno limitado, que le abrió la puerta a la gigantesca inversión de Microsoft pero también a una gobernanza mucho más compleja.
Este año, la rivalidad se ha trasladado al terreno financiero. Anthropic ha cerrado una mega ronda de 13.000 millones de dólares que dispara su valoración hasta los 183.000 millones, con Amazon, Google, Microsoft y Nvidia como socios e inversores clave. Ya se negocia otra ronda que pone la horquilla teórica en los 300.000-350.000 millones y sirve de referencia para una futura OPV. OpenAI se mueve en cifras mayores: operaciones privadas y acuerdos con Microsoft la sitúan en torno a los 500.000 millones de valoración, y los planes filtrados sobre su salida a Bolsa hablan de captar del orden de 60.000 millones para financiar enormes centros de datos dedicados exclusivamente a IA.
Detrás de esas cifras están sus productos estrella. Anthropic ha colocado Claude como alternativa "segura" y muy orientada a empresa, con su idea de "IA constitucional", entrenada explícitamente con un conjunto de principios éticos. En apenas un par de años comerciales, afirma haber superado los mil millones de ingresos recurrentes anuales y crecer a ritmo de miles de millones al año gracias a cientos de miles de clientes corporativos y a herramientas como Claude Code para programadores. OpenAI, por su parte, ha convertido ChatGPT en sinónimo de IA generativa, ha integrado sus modelos en el ecosistema Microsoft (Copilot, Office, Azure) y opera a una escala aún mayor, con acuerdos corporativos masivos y una marca que domina el espacio público.
El modo en que cada una llegará a Bolsa también será diferente. Anthropic sigue el manual clásico de Silicon Valley y refuerza su cúpula con directivos acostumbrados a tratar con los mercados públicos. Además, encarga a uno de los bufetes tecnológicos de referencia la preparación de una OPV relativamente "limpia" desde el punto de vista societario. OpenAI, en cambio, tendrá que explicar a reguladores e inversores cómo encaja una estructura nacida sin ánimo de lucro, con restricciones al retorno y una fundación con poder último de decisión, dentro de una de las cotizadas más valiosas del planeta.
Todo esto sucede en un contexto en el que muchos se preguntan si estamos ante una burbuja de la IA o ante la creación de una infraestructura tan básica como lo fue Internet. Por un lado, hay valoraciones disparadas y compromisos de gasto en chips y centros de datos de decenas de miles de millones; por otro, la IA generativa se infiltra en programación, atención al cliente, análisis de datos, creatividad e investigación, alimentando la idea de que modelos como Claude y ChatGPT serán la nueva interfaz universal entre personas y software.
Sin duda, entre ambas están redefiniendo qué significa "salir a Bolsa" en la era de la inteligencia artificial.


