El esquí, desde mediados del siglo XX, ha sido un territorio de experimentación estética, un espacio donde el frío, la luz y la adrenalina se mezclan con la moda para dar forma a códigos que trascienden la funcionalidad. Si hubo un tiempo en el que las pistas eran dominio exclusivo de pioneros envueltos en lana y madera barnizada, hoy representan un universo donde el lujo y la cultura visual se entrelazan para crear uno de los imaginarios más poderosos del invierno.
Las primeras décadas del esquí moderno no dejaban mucho margen para los estilismos, ya que la prioridad era sobrevivir al frío. Pero con la llegada de la aristocracia europea a los resorts suizos y austriacos, y más tarde con la mirada de Hollywood puesta sobre los Alpes, el esquí se transformó en un símbolo de estatus. Fue entonces cuando figuras como Audrey Hepburn, Grace Kelly o Sophia Loren empezaron a moldear la estética alpina con gafas elegantes, chaquetas ajustadas, jerséis cálidos y una actitud que convertía cualquier paseo por la nieve en una escena cinematográfica.
Figuras como Audrey Hepburn, Grace Kelly o Sophia Loren empezaron a moldear la estética del esquí alpino
En los años 70 y 80, esa herencia sofisticada convivió con un estallido de color y hedonismo. Los monos de una pieza, los estampados geométricos y las gafas futuristas se apoderaron de las pistas, convirtiendo el esquí en un espectáculo visual que combinaba deporte y glamour pop. Cada descenso parecía una portada de revista, como si se tratase de una sesión de fotos improvisada.
Pero fue la década de los 90 la que consolidó un icono definitivo: la princesa Diana. Su relación con el esquí fue más que una afición; se convirtió en un espacio donde podía mostrarse libre, cercana y luminosa, lejos de los estrictos protocolos que marcaban su vida pública. Las montañas suizas, especialmente Klosters, se transformaron en un refugio en el que Lady Di encontraba, al fin, un equilibrio entre la intimidad y la exposición mediática.
Su forma de vestir mezclaba la sofisticación propia de la realeza con un toque espontáneo y accesible. Sus chaquetas acolchadas en tonos rojo cereza, azul eléctrico o amarillo intenso, sus jerséis con estampados geométricos y sus pantalones perfectamente ajustados creaban una imagen poderosa, fresca y, sobre todo, diferente al glamour distante que predominaba en el ski-chic de décadas anteriores. Aquellas fotografías en Klosters, a menudo junto a sus hijos, muestran a una mujer que había encontrado en la nieve un lenguaje propio. Su estilo transmitía cercanía, juventud y energía, rasgos que rápidamente se propagaron por la moda invernal de la época.
El impacto estético de Lady Di se extendió mucho más allá de la realeza. Diseñadores, marcas y revistas internacionales tomaron nota de su habilidad para combinar color y silueta sin renunciar a la comodidad. Así, el esquí dejó de ser solo territorio de tonos neutros y prendas sobrias, y se abrió a la expresión emocional y moderna que ella encarnaba. Muchos de los códigos actuales del lujo alpino, desde las chaquetas voluminosas hasta los jerséis gráficos, encuentran su raíz en aquellos inviernos suizos.
Ahora, en pleno siglo XXI, el esquí ha encontrado nuevos embajadores. Influencers, modelos y celebrities han devuelto a la montaña el aura aspiracional que siempre la caracterizó. Kendall Jenner, Bella Hadid o Hailey Bieber han llevado el après-ski al terreno del streetwear de lujo; Dua Lipa ha recuperado el espíritu setentero con monos y estampados gráficos; y David Beckham o Chris Hemsworth han popularizado una masculinidad invernal sobria y depurada. Lo que antes era un terreno reservado a la élite clásica ahora es una pasarela global que amplifica tendencias, códigos estéticos y modos de entender el frío.
Influencers, modelos y celebrities han devuelto a la montaña el aura aspiracional que siempre la caracterizó
La nueva temporada abandona los excesos cromáticos para abrazar una paleta que privilegia los tonos minerales, los blancos luminosos, los negros profundos y los azules nocturnos. La estética femenina recupera los pantalones ligeramente acampanados, las chaquetas entalladas con cinturón y los monos técnicos que estilizan la figura sin sacrificar movilidad. El equilibrio entre sensualidad y rendimiento se convierte en el gran manifiesto del invierno.
A esta lectura se suma una recuperación del ‘lujo silencioso’, que llega al esquí desde la moda urbana. Las firmas apuestan por líneas depuradas, materiales premium y prendas pensadas para durar varias temporadas, alejándose de la lógica del fast fashion incluso en el ámbito deportivo. Las colecciones limitadas, las colaboraciones cápsula y los tejidos inteligentes definen el nuevo código de sofisticación alpina.
En el vestuario masculino, las siluetas se vuelven arquitectónicas: chaquetas geométricas, volúmenes controlados y tejidos que ofrecen aislamiento extremo sin renunciar a la flexibilidad. Predomina una masculinidad limpia, silenciosa, que encuentra su fuerza en la calidad de los materiales y la pureza del corte.
Las firmas que lideran el nuevo ski-luxe
El corazón del lujo alpino sigue latiendo en torno a las grandes casas internacionales. Moncler continúa marcando el pulso del invierno con sus plumas escultóricos y su equilibrio entre técnica y diseño urbano. Fusalp reivindica la precisión francesa a través de siluetas ajustadas y materiales de alto rendimiento. Bogner permanece fiel a su herencia vibrante, mientras Perfect Moment revisita el imaginario gráfico de los 70 con una lectura juvenil y fotogénica.
Moncler continúa marcando el pulso con sus plumas, Fusalp reivindica la precisión francesa y Bogner permanece fiel a su herencia vibrante
Goldbergh, con su estética poderosa, consolida su presencia en el armario femenino, y Mackage o Canada Goose mantienen su estatus como referentes arquitectónicos del abrigo contemporáneo. Más allá del plano técnico, firmas como Loewe y Balenciaga aportan un enfoque conceptual que conecta la moda urbana con la sofisticación alpina, demostrando que el lujo invernal también puede ser experimental.
Pero el mapa del lujo alpino es mucho más extenso. En el terreno de la alta tecnología destacan Arc’teryx, Norrøna, Mammut o Ortovox, marcas que han revolucionado la seguridad y el rendimiento con tejidos impermeables de nueva generación, sistemas de rescate integrados y materiales diseñados para el frío extremo. Patagonia y Helly Hansen continúan ampliando su compromiso ambiental con prendas recicladas y procesos de fabricación responsables.
En Europa, marcas como Toni Sailer, Jet Set, Kjus o Colmar mantienen viva la tradición deportiva del continente, combinando innovación y elegancia centenaria. Y en Japón, Descente sigue siendo un referente absoluto en ingeniería textil, especialmente en competiciones profesionales.
El après-ski como ritual de estilo
Cuando los esquís se desenganchan, comienza otra historia. Las terrazas de Courchevel, Verbier o Aspen se transforman en escenarios donde conviven plumíferos sobredimensionados, pantalones de cashmere, botas escultóricas y gafas de sol de proporciones dramáticas. El après-ski se ha convertido en un modo de narrar el invierno desde un registro más íntimo: comodidad elevada a lujo, calidez convertida en estética.
A este universo se suman nuevos códigos: chalecos de piel sintética, guantes maxi, sets de punto coordinados, mochilas acolchadas y gorros con aire retro que recuperan el encanto de los 70. Las estaciones crean zonas instagrammables que actúan como escaparates espontáneos de tendencias. Incluso las bebidas calientes se convierten en parte del ritual estético.
La innovación técnica es hoy inseparable del estilo. Materiales ultraligeros, tejidos reciclados, rellenos sostenibles y procesos de fabricación menos contaminantes se integran en un discurso donde el lujo ya no se mide solo por la exclusividad, sino también por la responsabilidad. La montaña exige cuidado, y las marcas comienzan a responder con colecciones que equilibran glamour y conciencia ambiental.
Firmas como Ecoalf, Picture Organic Clothing o Houdini lideran esta revolución ecológica con materiales biodegradables, tintes sin agua y programas de reparación que amplían la vida útil de cada prenda. El concepto del “esquí circular” -comprar menos, comprar mejor, reutilizar más- empieza a ganar terreno entre consumidores exigentes.
En paralelo, la investigación en tejidos térmicos, membranas transpirables, nanotecnología antifrío o sistemas de ventilación activa redefine lo que significa vestir para la nieve. El futuro del esquí es más inteligente, más ligero y, sobre todo, más consciente.



