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¿Quién manda en el pollo? El nuevo mapa de poder del sector avícola

El negocio del pollo en España se está reordenando. Entre integradoras, mataderos y grandes grupos, el poder se concentra en menos manos. Este es el nuevo mapa: quién gana peso, quién pierde y por qué

Por Marta Díaz de Santos

El “momento pollo” ya no se explica solo por lo que pasa en la cesta de la compra. En 2025 se ha convertido en un fenómeno económico: atrae inversión, impulsa compras de empresas y vuelve a poner de moda la integración vertical (del pienso al lineal) como ventaja competitiva. El último rumor con olor a cierre apunta a que Lusiaves y Vall Companys estarían ultimando la compra de Padesa por unos 350 millones de euros. Si se confirma, la operación encajaría en una tendencia más amplia: el sector se está reordenando a gran velocidad.

La razón de fondo es simple: el pollo se ha consolidado como el “refugio” proteico cuando suben otras carnes y cuando el consumidor se vuelve más sensible al precio. En España, el Ministerio de Agricultura (MAPA) describe 2024 como un año de precios “muy elevados” para la carne de pollo, con una media de 2,24 €/kg (canal), un 4,7% por encima de 2023.

A lo largo de 2025, la lectura oficial mantiene la idea de un mercado tensionado. Según MAPA, el año arrancó “con precios elevados”, bajó durante unas semanas y después volvió a repuntar. En la semana 38 de 2025, el precio se situaba en 2,37 €/kg, un 4% más que un año antes. En paralelo, fuentes de mercado como AgroBank (seguimiento de lonjas) también reflejan niveles por encima del año anterior: en la semana 13 de 2025 la carne de pollo en España aparecía en 2,28 €/kg (canal), un 6,1% más que en la misma semana de 2024.

Esa tensión se nota además en el precio final al consumidor, donde la volatilidad se mezcla con cambios de hábitos. Una parte del encarecimiento no se debe solo al pollo en sí, sino al tipo de producto: pollo entero frente a despiece y elaborados, que requieren más trabajo industrial y suelen tener más margen. Y cuando la oferta se estrecha por factores sanitarios, el problema se amplifica. La gripe aviar vuelve a aparecer como riesgo latente: en Barcelona, Mercabarna ha advertido este diciembre de que ha reducido la oferta de aves y que podría traducirse en subidas en la distribución mayorista en plena campaña.

En el ruido de fondo también está la inflación general: el INE ha confirmado en noviembre de 2025 un IPC del 3% con alimentos aún presionando, una foto que ayuda a explicar por qué el consumidor se mueve hacia proteínas percibidas como más accesibles.

Con este telón de fondo, las empresas compiten por dos cosas: escala y control de la cadena. El pollo es un negocio de márgenes relativamente ajustados donde el diferencial lo dan la eficiencia, la logística, el acceso a la distribución y la gestión del riesgo (piensos, energía, sanidad animal). Por eso el sector está viviendo una fase “industrial” de consolidación, y aquí es donde aparece la pregunta del reportaje: ¿quién manda en el pollo?

En España, Vall Companys es el nombre que más se repite cuando se habla de liderazgo por volumen. Su salto de tamaño en avícola se explicó en gran medida por movimientos corporativos como la compra de Sada (anunciada en 2022) y la integración de activos que le daban músculo productivo y presencia territorial. Más recientemente, el grupo ha seguido reforzando su presencia con operaciones autorizadas por Competencia: la CNMC dio luz verde en 2025 a la adquisición del control de Inasur por una empresa del grupo (Pondex), subrayando precisamente la lógica de integración y optimización de sinergias productivas y logísticas.

Si Vall Companys es el incumbente que consolida, Lusiaves representa el empuje ibérico desde Portugal. Su nombre lleva meses apareciendo en la “guerra por el pollo” a raíz de la puja por Uvesa, donde se llegó a publicar que había mejorado su oferta hasta valorarla en 380 millones en el pico de la batalla. Y, además, en 2025 se ha comunicado un salto relevante en España con la toma de una participación mayoritaria en Grupo Oblanca, un movimiento que en la práctica es ganar masa crítica industrial y acceso a mercado. Que ahora suene su nombre (junto a Vall Companys) para una operación como Padesa encajaría con esa estrategia: sumar capacidad, diversificar portafolio (pollo y otras aves) y reforzar la red industrial en la península.

En el tablero hay más piezas. La puja por Uvesa (segunda gran avícola por escala, según la literatura sectorial) dejó claro que el pollo es activo estratégico. Además de Lusiaves, aparecieron Grupo Fuertes (ElPozo) y la ucraniana MHP con ofertas y contraofertas que convertían el proceso en una subasta corporativa de libro. Ese episodio importa aunque no hable de Padesa: demuestra que la consolidación no es “local”, sino que atrae capital y operadores internacionales, dispuestos a pagar múltiplos altos por cuota, plantas y contratos.

¿Dónde entra Padesa en este mapa? Padesa es un grupo integrado en aves (incluyendo pavo) con estructura industrial y red territorial, y no es una “pieza menor”: su propia documentación corporativa la describe como un actor relevante en crianza, despiece y comercialización, con distintas sociedades en varias regiones. En un momento en que el mercado premia la escala, una compra así sería coherente con lo que buscan los grandes: más capacidad, mayor poder de negociación aguas arriba (piensos, energía, transporte) y aguas abajo (distribución), y una cartera de productos más resiliente ante cambios de demanda y precio.

La clave económica es que el pollo, por su peso en la cesta, funciona casi como un “barómetro social”

La clave económica es que el pollo, por su peso en la cesta, funciona casi como un “barómetro social”. Cuando sube, se nota enseguida; cuando baja, no siempre baja igual en todos los eslabones. Y el sector convive con una paradoja: la demanda es fuerte, pero la rentabilidad puede ser frágil si la volatilidad de costes (alimentación animal, energía) se dispara o si una alerta sanitaria obliga a medidas que encarecen la producción. MAPA, en sus tableros e informes, insiste en mirar la evolución semanal y las comparativas con la UE como señales de un mercado que cambia rápido. En estas condiciones, “mandar en el pollo” no es solo producir más: es controlar mejor el coste y el riesgo.

Si 2024 fue el año de precios altos consolidados (2,24 €/kg de media en canal) y 2025 ha mostrado rebrotes de tensión (2,37 €/kg en la semana 38), 2026 apunta a una pregunta incómoda: ¿la concentración servirá para reducir la volatilidad gracias a más eficiencia e inversión, o la amplificará al aumentar la dependencia de pocos operadores?

En cualquier caso, la sensación de mercado es clara: el pollo ha dejado de ser un producto “estable” para convertirse en un activo “estratégico”. Y en los activos estratégicos, el poder se mide en capacidad industrial, contratos, logística y, cada vez más, en quién es capaz de asegurar suministro cuando el mercado se pone nervioso.

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