Han sido unos meses durísimos. Desde que el pasado 14 de marzo se decretara el estado de alarma por la pandemia de la Covid-19, nada ha vuelto a ser como antes. Hemos vivido una pandemia y crisis sanitaria jamás vista hasta el momento que ha dado paso a una crisis económica igualmente desconocida. Y los autónomos, los pequeños empresarios, hemos sufrido la dureza social y sanitaria como el resto de españoles y hemos visto además cómo nuestros negocios y nuestras actividades han tenido que cerrar de la noche a la mañana con la incertidumbre de cómo hacer frente a todos los gastos y facturas pendientes sin la certeza de si vamos a poder volver a abrir o mantenernos en los próximos meses. Aunque es cierto que el 90% de los autónomos ya han vuelto a su actividad, hay que tener claro que activación no es recuperación. Las cifras hablan por si solas: el 60% de los trabajadores autónomos que han retomado su actividad tras el parón impuesto por la Covid-19 registran una caída de actividad por encima del 60% con respecto a la misma temporada del año pasado. Son miles los autónomos que se encuentran en una situación crítica en estos momentos.
Y no hay que olvidarse de ese 10% de autónomos, unas 350.000 personas, que no han podido volver a la actividad debido a las actuales restricciones por la pandemia. Sectores como el comercio, la hostelería, la educación o actividades artísticas son los más afectados; multitud de hosteleros y comerciantes que tienen su negocio en hoteles o campos de fútbol aún permanecen cerrados y les espera un corto–medio plazo realmente complicado para volver. Ni tampoco de los autónomos fijos discontinuos, esto es, profesionales por cuenta propia que realizan una actividad de temporada como, por ejemplo, los feriantes. Dadas las características de su actividad, no estaban dados de alta en la Seguridad Social el pasado 14 de marzo, situación que les dejó fuera de cualquier tipo de ayuda, autónomos que trabajan habitualmente seis meses al año y que quedaron completamente desprotegidos.
Es el momento de apostar por los autónomos y las pequeñas empresas, que son los que generan empleo. Por ello, hay que salvar la actividad empresarial y el empleo y no llevar a cabo medidas que asfixien aún más la delicada situación que están atravesando miles de autónomos en la actualidad; es lo peor que se puede hacer. No es el momento de subir impuestos. Es más, bajando impuestos como están haciendo países como Francia, Alemania o Portugal conseguiremos aumentar la recaudación y además es un arma eficaz para combatir la economía sumergida. Hay que recordar que España tiene un 24% economía sumergida frente a un 13% de la Unión Europea
Las medidas están claras, solo hay que ponerlas en marcha. Es necesario prolongar los ERTE hasta 2021 si queremos evitar la pérdida de 200.000 autónomos empleadores, así como la prestación especial por cese de actividad para todos aquellos autónomos que no van a tener actividad durante este año. Hay que establecer un escudo de liquidez para el otoño y ampliar el año de carencia para la devolución de los ICO, ya que muchos autónomos no podrán devolverlo. Hay que seguir combatiendo la morosidad con un régimen sancionador y recargos a las administraciones que no paguen en tiempo y forma y, por supuesto, hay que simplificar trabas administrativas en las distintas administraciones, tanto estatal como autonómica y local.
Sin olvidarnos que cualquier recuperación económica necesita seguridad jurídica confianza y estabilidad. Es hora de arrimar el hombro y unirnos para intentar salir adelante. Todo apunta que desde julio se iniciará una fuerte pérdida de autónomos y tenemos por delante un otoño muy duro; podemos enfrentarnos a una sangría en cuanto al número de autónomos, de empresarios que van a tener que echar el cierre, en contraste con la tendencia al alza que se suele producir en estas fechas. Es complicado, pero si se hacen las cosas bien, si se escucha a los autónomos y a las empresas, que son las que generan empleo, podremos conseguir que las consecuencias de esta crisis nunca antes vivida sean lo menos perjudiciales para el colectivo. Por que si a los autónomos, a las empresas, les va bien, a España le irá mejor.
Lorenzo Amor es presidente de ATA.
Columna publicada en el número de julio/agosto de la revista Capital.