Nuestro mercado de trabajo sigue deteriorándose. El inicio de este año ha supuesto un jarro de agua helada, lo que refleja la especial dificultad que estamos teniendo para recuperarnos. Según los últimos datos oficiales, tenemos más de cuatro millones de desempleados, el nivel más elevado desde 2016. Pero esta cifra es incompleta ya que hay que sumarle casi 900.000 personas más que se encuentran con sus empleos suspendidos (ERTE) y las serias dificultades de recuperarlos a corto plazo.
Las últimas previsiones de la OCDE apuntan a que España crecerá este año un 5,7% y el próximo un 4,8%. Eso significa que, entre este año y el próximo se crearán en España algo más de un millón de empleos, cifra que puede parecer abultada, pero que, sin embargo, resulta muy insuficiente, porque significa que tendremos que esperar a 2023 para recuperar todos los puestos de trabajo perdidos (nos faltarían 300.000 empleos).
Siempre inicio el estudio de los análisis de coyuntura económica por el capítulo del empleo. Soy un convencido de que el pulso de la situación económica más real lo aporta la fotografía del mercado de trabajo y no me parece que se pueda hablar de la recuperación de una crisis hasta que el empleo alcanza el mismo nivel que tenía antes de su estallido. Además, el nivel de afiliación incide de forma muy relevante en el grado de desigualdad de un país.
Frente a estos datos, sólo cabe hacer reformas para agilizar la competitividad de nuestro tejido productivo con el objetivo de que incremente su competitividad y, por lo tanto, se agilicen las contrataciones. Es decir, necesitamos ya otra reforma laboral, pero, como tenemos una situación muy crítica, hay que focalizarse en los aspectos más importantes. Ya hemos perdido demasiado tiempo volviendo a colocar relojes de fichar en las empresas, regulando innecesariamente el teletrabajo (en Europa se hizo bajo el paraguas de un acuerdo de Diálogo Social), llevando a normativa sentencias del Supremo o limitando al empresario la capacidad de despedir para ajustar su compañía a una demanda débil o inexistente debido a esta maldita pandemia.
*Lee la tribuna completa en el número de abril de la revista Capital, ya disponible en tu quiosco o en Zinio.