La recesión que se cierne sobre el país americano desencadenaría graves consecuencias en Europa
La economía mundial lleva tiempo dando señales de que los negros nubarrones de una recesión generalizada se ciernen sobre las potencias mundiales. Estados Unidos suele ser el termómetro que mide la salud económica de gran parte de los países más industrializados, y su más mínima caída puede afectar a todos los países occidentales.
El pasado jueves y según la Oficina de Investigación Económica (NBER), Estados Unidos entró oficialmente en recesión. El país encadenó tres trimestres seguidos de caídas en su Producto Interior Bruto (PIB). Para la NBER, se produce una "recesión técnica" cuando los indicadores muestran dos trimestres encadenando caídas en el PIB. Sin embargo, el presidente Joe Biden ha declarado no estar de acuerdo con el organismo, a pesar de que el producto interior bruto del país norteamericano ha caído además un 0,9% sobre una base anual en el segundo trimestre. Para la NBER, la recesión técnica se explica en base a la contracción encadenada del PIB bajo un "marco de continua inflación", un nivel bajo de desempleo, con los tipos de interés al alza y problemas en la cadena del suministro.
Hasta ahora y a pesar de los problemas mencionados, los indicadores económicos no eran tan poco halagüeños como los que se observan en la Unión Europea. Pero la coyuntura empresarial estadounidense y su sistema económico es muy diferente de la forma de hacer negocios del Viejo Continente.
La gran dimisón americana
Lo habitual en Estados Unidos es que la tasa de desempleo esté siempre por debajo del 5%. Cuando sobrepasa el 5,2%, se puede hablar de una recesión "real". La cifra más alta de desempleados se alcanzó tras el crac del 29, donde hasta un 25% de la población terminó sin trabajo. Actualmente el paro ronda el 3,6%.
Tras la recuperación post Covid-19, se inició una curiosa tendencia en los mercados estadounidenses: la llamada gran dimisión o gran renuncia. Esta tendencia consiste en el abandono masivo de puestos de trabajo de forma continuada durante varios meses. El contexto es muy diferente a la situación española. Mientras que en nuestro país el abandono de puestos de trabajo es mínimo y se da en un momento muy concreto (la mayoría de trabajadores no deja su puesto por miedo a no encontrar nada más), en el país de las barras y las estrellas sucede lo opuesto.
En Estados Unidos la tendencia a abandonar un empleo es algo natural y habitual, pero el objetivo de quienes lo abandonan es encontrar otro mucho mejor remunerado. Eso es la gran dimisión: millones de personas dimitiendo de sus puestos de trabajo porque han recibido ofertas tan suculentas de la competencia que son casi irrechazables.
Cuando estos eventos se producen, las empresas estadounidenses compiten entre sí para ofrecer mejores condiciones laborales y así ampliar su plantilla con trabajadores más cualificados, con el objetivo de aumentar la productividad. Esta competición por pagar más se da desde empresas de restauración como Domino´s Pizza a grandes tecnológicas como Apple o Microsoft.
Solo en 2021, más de 50 millones de personas renunciaron a su empleo en Estados Unidos. Esto supone un ritmo mensual de cuatro millones de abandonos, pero no son unas cifras demasiado escandalosas. Lo habitual y lo normal los años anteriores era que el ritmo se mantuviera en unos dos o tres millones de abandonos al mes. Los números han aumentado, pero la tendencia parece que va a mantenerse con el tiempo. Sin embargo, hay otros indicadores que explican la posible recesión que acecha al país americano.
La subida de los tipos
El pasado miércoles, Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, subió los tipos de interés 0,75 puntos, la mayor subida desde 1994. Powell insinuó después que "lo peor ya había pasado", y que a partir de ahora los precios iban subir pero con moderación. Las bolsas americanas celebraron esta medida con un aumento de la confianza, y estó se tradujo en subidas cercanas al 5%, destacando el Nasdaq.
De momento, el mercado ha captado el mensaje, y las previsiones más inmediatas no son tan negativas como se esperaban. Hasta ahora, los economistas pensaban que la Reserva Federal estaba equivocada con sus expectativas sobre la recesión, ya que la inflación va a ser mucho más duradera de lo que estaba previsto. Sin embargo, con las nuevas medidas muchos expertos tienen la sensación de que la inflación ha logrado vencer la resistencia de la curva de precios y colocarse por delante. Pero aún es pronto para saber si la subida de los tipos de interés será suficiente para evitar la recesión.
Por otra parte, los mercados también tienen miedo de una posible escalada de violencia con China. Los últimos días están siendo muy convulsos entre el gigante asiático y la isla de Taiwán, más si cabe con la posible visita de Nancy Pelosi a la isla. China ya ha amenazado con una intervención directa sobre cualquiera que intente socavar las tensas relaciones que la República Popular mantienen con la isla disidente.
A pesar de esto, Estados Unidos es un país que ha sabido aprovechar los conflictos internacionales como una oportunidad de negocio. Su sector armamentístico está de nuevo al alza con la guerra en Ucrania, aunque las consecuencias de una guerra sino-americana serían mucho más graves que las de un conflicto indirecto como el actual.
Para empezar, Taiwán produce y exporta la mayor cantidad de semiconductores del planeta, elementos indispensables para las tecnologías del futuro y para la propia industria de guerra. Un paso en falso, y las consecuencias económicas pueden ser inminentes para todo Occidente. Es por eso que los mercados están en vilo por lo que pueda pasar en Asia-Pacífico.
El termómetro de Europa
Si Estados Unidos tiene fiebre, Europa entera se resfría. Ha sido así desde que comenzó el siglo XX. Y no es de extrañar, pues la primera potencia mundial tiene una gran influencia en los mercados europeos. En algún momento de la historia China tomará el testigo de Estados Unidos para con la economía europea, pero hoy por hoy, no es así.
Lo que sí es evidente es la inflación galopante que continúa aumentando en el Viejo Continente. El Banco Central Europeo ha tomado medidas para manejar la situación, pero de momento no hay indicios de que vaya a disminuir; más bien todo lo contrario. A pesar de ello, países como España podrán crecer este año entorno al 3,9%.
Una vez analizadas las causas de la posible recesión, hay que destacar que existen dos posibles escenarios de recesión, ambos muy negativos.
El primero es el que la gran mayoría de expertos esperan, según el contexto actual. Si el mercado se mantiene estable y la subida de los tipos consigue el efecto esperado, la contracción de la economía estadounidense no debería superar el 0,5% durante los siguientes meses. Es más, según la Reserva Federal, se espera un crecimiento del 1,7% para el conjunto de 2022, y lo mismo para 2023. Esta "mini recesión" ya se ha dado en algún momento de la historia americana, como cuando el PIB cayó un 0,3% en 2001.
La otra tendencia es la más catastrofista. En el caso de una coyuntura política más compleja, el PIB estadounidense podría seguir decreciendo y provocar un temor generalizado que terminara en una recesión real. El último ejemplo de una caída tan brusca ocurrió durante los inicios de la pandemia, cuando el Producto Interior Bruto estadounidense cayó un 19,2%. Sin embargo, el contexto mundial no es comparable, al menos por el momento.
El pleno empleo americano es otro de los factores que indican que la recesión no será tan grave, al menos en Estados Unidos. En Europa, la situación actual hace temblar a los mercados. El miedo de las instituciones europeas a una recesión al otro lado del charco es real, porque el posible contagio podría ser mucho más severo. Europa ya se encuentra en periodo de crisis económica, social, y desde hace unos meses, involucrada en un conflicto bélico. Si los grandes de Europa cumplen con las expectativas y contraen gravemente su economía, el resto del continente seguirá su estela.
En España, el contexto es aún más complejo. Además de los problemas externos derivados de una recesión americana y europea, nuestro país atraviesa un momento delicado. El techo de gasto se ha incrementado, las pensiones necesitan una inyección extra de 20.000 millones de euros, y España aún tiene que cumplir su compromiso con la OTAN de aumentar en 1.000 millones su presupuesto anual en defensa.
Por si fuera poco, España tendrá que reducir su déficit público del 5% al 3% en 2024 si quiere contar con el escudo de protección que ofrece el Banco Central Europeo. Todo esto mezclado con unos precios disparados y una inflación que no va a bajar del 8,3% en lo que queda de año. Ya es imposible eludir las responsabilidades del Gobierno para con la economía, pues una recesión combinada en Estados Unidos y Europa supondría un golpe directo a la línea de flotación de nuestra economía.
Lo único positivo en relación al club de los 27 es que España no tiene esos acuciantes problemas gasísticos que asolan Europa Central. Aún así, Estados Unidos volverá a marcar el futuro de unos mercados europeos que tiemblan ante la posibilidad de volver a escuchar la palabra recesión sobrevolando el continente.